Hoy, viernes 26 de junio de 2015, la Corte Suprema de los Estados Unidos de América declaró inconstitucionales las prohibiciones al matrimonio entre personas del mismo sexo que aún existen en 14 estados de esa nación. Con esta decisión, se convierte en uno de los 22 países del mundo que tienen matrimonio igualitario para todos sus ciudadanos. 

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La decisión de la Corte Suprema no viene de sorpresa: en 2013, declaró inválida una parte del Acto de Defensa del Matrimonio, para obligar a las agencias federales a reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo realizados en estados en los que este fuese legal. Basándose en esa decisión, numerosas cortes de apelaciones consideraron inconstitucional la prohibición del matrimonio homosexual.

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En octubre de 2014, el mismo tribunal optó por no intervenir ante el reclamo de cinco estados por las sentencias de tres cortes de apelaciones que declaraban ilegales las prohibiciones. Esta inacción significó que activistas de los demás estados representados por las tres cortes de apelaciones también acudieran a apelar contra las prohibiciones en los otros cuatro estados. Así, la consecuencia inmediatas de la inacción de la Corte Suprema en octubre fue la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en nueve estados.

El efecto dominó, además, llevó a que cinco estados más consiguiesen la legalización a través de otra corte de apelaciones favorable a la causa. Una vez que la Corte Suprema decidió no anular la decisión de esas primeras tres cortes, estaba claro que permitiría que cada vez más estados apelarían y conseguirían que todos sus ciudadanos puedan casarse.

Este año, cuatro personas (en realidad son 14 parejas y dos viudos) denunciaron a los estados de Ohio, Tennessee, Michigan y Kentucky ante la Corte Suprema por no admitir la validez de sus certificados de matrimonio emitidos en estados en los que sí era legal el matrimonio. Tras meses de debate y con una Corte profundamente dividida, cinco de los nueve jueces de la Corte Suprema estadounidense votaron por la inconstitucionalidad de la prohibición en todo el país.

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El voto de mayoría lo emitió el juez Kennedy, que hasta hace pocas semanas estaba indeciso. Fue él quien escribió, además, la Opinión de la Corte, un emotivo documento en el que el juez explica en qué sentido la legalización constitucional del matrimonio entre personas del mismo sexo representa un paso hacia la realización de los principios bajo los que se han formado los Estados Unidos: la igualdad, la justicia y la libertad.

Bajo el estandarte de la 14ta Enmienda de la constitución estadounidense, que afirma la igualdad de todas las personas ante la ley, los jueces Kennedy, Breyer, Kagan, Ginsburg y Sotomayor establecen la urgencia y justicia de los matrimonios homosexuales en el mismo nivel que decisiones de la Corte Suprema como la de legalizar el matrimonio ínter racial (1967) y la de prohibir la segregación en la educación (1954).

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La Opinión de la Corte afirma que “los derechos fundamentales protegidos por [la 14ta Enmienda] incluyen la mayor parte de los derechos enumerados en la Declaración de derechos. … Además, estas libertades se extienden a ciertas opciones personales centrales para la dignidad y autonomía individual, incluyendo opciones íntimas que definen la identidad y las creencias personales”.

Los cuatro jueces contrarios a la decisión basaban su argumento no tanto en las implicancias morales del matrimonio homosexual (aunque probablemente en su vida privada sí tengan ese tipo de creencias) como en la pregunta por la autoridad de la Corte Suprema para dirimir por encima de la voluntad de cada estado. Así, el argumento de juez Scalia, que votó en contra de la decisión es que “excepto cuando son limitados por una prohibición constitucional producto de un acuerdo de la Gente, los estados son libres de adoptar cualquier ley que quieran, incluso aquellas que ofenden el ‘juicio razonable’ de los estimados jueces”.

Lo cierto es que la votación de los nueve jueces vitalicios -designados por el presidente y ratificados por el senado- de la Corte Suprema es final, última e inapelable, y ahora los 50 estados de los Estados Unidos deben no solo admitir los certificados de matrimonio emitidos en estados que ya lo hacían, sino emitir ellos mismos certificados para toda pareja que quiera casarse.

Jeff Chiu/AP

Este es el último párrafo de la Opinión de la Corte emitida por el juez Kennedy:

“Ninguna unión es más profunda que el matrimonio, porque representa los más altos ideales de amor, fidelidad, devoción, sacrificio y familia. Al formar una unión matrimonial, dos personas se convierten en algo más grande de lo que jamás fueron. Como demuestran algunos de los demandantes de estos casos, el matrimonio representa un amor que puede permanecer incluso después de la muerte. Sería una equivocación decir que estos hombres y mujeres no respetan la idea del matrimonio. Su causa es que sí la respetan, la respetan tanto que buscan su realización para ellos mismos.Su esperanza es no ser condenados a vivir en la soledad, excluidos de una de las instituciones más antiguas de la civilización. Piden dignidad igual ante los ojos de la ley. La Constitución les otorga ese derecho.”

El presidente estadounidense Barack Obama, que ha convertido progresivamente el matrimonio igualitario como uno de sus estandartes principales, dio un discurso breve durante el que se mostró muy emocionado y saludó la decisión de la Corte Suprema. A pesar de que la relación de Obama con este órgano estatal no ha sido fácil, desde su aprobación al programa de reforma de salud conocido como Obamacare la Corte Suprema se ha convertido en uno de los mayores aliados del jefe de estado norteamericano.

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Este es un extracto del discurso que dio Obama esta mañana:

“Nuestra nación se fundó sobre el principio fundamental de que todos fuimos creados iguales. El proyecto de cada generación es tender el puente entre esas palabras fundacionales y las realidades del tiempo cambiante. Es una misión sin término para que esas palabras sean verdaderas para todos los estadounidenses.

...

Esta decisión terminará con el sistema de parches que tenemos ahora. Terminará con la incertidumbre de cientos de miles de parejas del mismo sexo que no saben si su matrimonio, legítimo ante los ojos de un estado, lo seguirá siendo si deciden mudarse o incluso visitar otro.

Hoy también debería darnos esperanzas de que, en los muchos problemas con los que luchamos, muchas veces dolorosamente, el verdadero cambio es posible. El cambio en los corazones y en las mentes es posible. Y los que han llegado tan lejos en su viaje hacia la igualdad tienen la responsabilidad de volverse hacia atrás y ayudar a otros a unirse, porque a pesar de todas nuestras diferencias somos una sola gente, más fuertes juntos de lo que jamás podríamos ser solos. Esa siempre ha sido nuestra historia.

Hoy podemos decir con certeza que nuestra unión se ha vuelto un poco más perfecta.”

Para los Estados Unidos, esta decisión representa el fin de una lucha que ha durado alrededor de medio siglo. Desde hoy, el 26 de junio marca el día en que, finalmente, todos los gays y lesbianas de los Estados Unidos son reconocidos como iguales que los heterosexuales ante la ley. Este día le permite al país norteamericano pasar la página de la cuestión legal de los gays y lesbianas. Ese es el logro del 26 de junio de 2015, y vaya logro lleno de felicidad y justicia.

Jim Bourg/Reuters

Pasar la página, sin embargo, implica una responsabilidad por emprender las luchas que hasta hoy han sido secundarias: los derechos de los y las transexuales, los de inmigración, los de la comunidad afro americana, cuya inclusión legal aun no se hace efectiva en la realidad. Celebrar el logro de hoy no significa olvidar que mañana -que ahora mismo- es necesario perseguir la misma igualdad para todas las comunidades.

Celebrar hoy, en Perú, la decisión estadounidense implica salir mañana a marchar por un progreso similar en nuestro país. Quizá la mayor razón para celebrar el logro norteamericano sea la posibilidad de que las autoridades de América Latina sigan el ejemplo, dándose cuenta de que los derechos de las minorías no dependen de los prejuicios de la mayoría, y de que la ley debe progresar como progresan los tiempos.

Estados Unidos no es, ni de lejos, el primer país en admitir como iguales a los gays y lesbianas que son ciudadanos suyos, pero sí es uno de los más cercanos y el que tiene más influencia en la región. Esperemos que, por una vez, esa influencia sea positiva.

“Qué extraordinaria hazaña”, concluía hoy Obama en su discurso, “pero qué demostración de la creencia en que la gente ordinaria es capaz de hacer cosas extraordinarias; qué recordatorio de lo que una vez dijo Bobby Kennedy sobre cómo las acciones pequeñas pueden ser como guijarros arrojados a un lago quieto, y las ondas de esperanza se expanden hacia fuera y cambian el mundo”.

La esperanza ya llegó hasta nosotros. Ahora solo hace falta cambiar el mundo.



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