– Después de encontrar su carrera como comediante en Asu Mare, Cachín (Carlos Alcántara) llega a esta secuela para conseguir estar con Emilia (Emilia Drago), una chica que también es limeña, pero vive en un mundo distinto.

– Emilia viene de una típica familia de apellido compuesto que de inmediato juzga y no se esfuerza por esconder su descontento con la presencia de Cachín en su círculo.

– Cachín, a su vez, siente que debe tratar de parecerse más a ellos, dejando de lado cada vez más a su barrio y sus amigos de toda la vida y entrando en competencia con el amigo de Emilia, Ricky (Christian Meier).


La segunda entrega de Asu Mare echa por la borda –felizmente– el formato de la primera, en la que la narración cinematográfica se intercalaba con escenas del show de stand-up de Alcántara. Así, lo que consigue el director Ricardo Maldonado es una comedia romántica a lo Romeo y Julieta en un formato tradicional, ligero y bastante gracioso.

El humor de Alcántara, como siempre, consiste en hablar absurdamente rápido y en tener la capacidad de pasar de un registro de barrio (de la Unidad Vecinal de Mirones) a uno más televisivo –hasta canta–. Su comedia física, como siempre, es poco elaborada pero arranca varias risas porque su humor reside justamente en esa precariedad.

El resto de la ‘responsabilidad’ humorística recae en, por un lado, los amigos del barrio de Cachín –liderados por Franco Cabrera y Andrés Salas– y, por otro, en el Ricky de Christian Meier, que es todo lo que se espera de un villano engreído. Emilia Drago, por su parte, está puesta en un pedestal tan alto que se limita a reírse de las bromas, sin hacer ella ninguna.


La chica trofeo

Asu Mare 2 consiste básicamente en la historia de dos chicos (si aceptamos que Alcántara es todavía un chico y no un señor de 50 años) que se quieren, pero cuyo amor se ve obstaculizado por una serie de prejuicios que les imponen las clases sociales de las que vienen

Me retracto: se trata de los prejuicios que tiene la clase social de la que viene Emilia. Emilia misma es un personaje sin profundidad que se deja llevar adonde los hombres de la película (dícese Cachín, su amigo de toda la vida Ricky y su padre) la llevan. 

Es simpática, guapa y, en apariencia, completamente libre de todo filtro social (sea para tragarse el racismo de su familia o para darse cuenta de que Ricky es un idiota), convirtiéndose en una especie de premio en la competencia entre el bienintencionado pero un poco tonto Cachín y el acostumbrado a conseguir lo que quiere Ricky.


las comedias también pueden ser rigurosas (por si acaso)

Una de las cosas más irritantes de Asu Mare 2, que es producto de una flojera de investigación y producción inverosímil, es la incongruencia histórica de la película. Ya que se supone que Cachín está participando en la emisión televisiva de Patacláun, que fue de 1997 a 1999, asumo que se supone que la historia sucede en esa época, y el vestuario (además del pelo de Christian Meier) parece apoyar esa hipótesis.

Sin embargo, excepto la ropa y alguna referencia musical, tanto la puesta en escena como la jerga son históricamente incongruentes. Así, en una toma desde el interior de un edificio, se ve pasar afuera un bus del Metropolitano –sistema creado en 2006–. En otra, un panorama de Lima de noche, aparece un cartel gigante de neón de Pardo’s Chicken que, aunque ya existía, aun no era en los 90s la franquicia fluorescente que es ahora.

Este desfase no solo se da en la relación entre los 90s y los 2010s, sino que una de las mejores bromas de Alcántara, referida a la primera entrada en escena de Christian Meier, consiste en compararlo con ‘el que maneja el auto fantástico’. El Auto Fantástico fue una serie que terminó en 1986, y las películas posteriores empezaron a aparecer en 2000, cuando Patacláun ya no existía.


Reír y olvidar

Más allá de estos desfases históricos –que también se encuentran en la narración principal, por ejemplo, cuando Emilia le dice a Cachín que lo amaba aunque sabía que él estaba mintiendo, pero no puede enamorarse de un mentiroso (¿?)– Asu Mare 2 es una comedia romántica con momentos genuinamente graciosos en la que, al final, los personajes aprenden su lección.

Se puede ser más o menos indulgente, también, con la inmensa cantidad de estereotipos de género y clase en los que se basa toda la trama –otro producto de la flojera, a mi juicio–, porque Asu Mare 2 no tiene otra intención que arrancarte un par de buenas carcajadas –y lo logra– y ser otra de esas películas que trata de convencerte de que el amor siempre vence.



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