Hace más o menos diez años, uno podía encontrarse en la televisión peruana con esta muy peculiar publicidad:

El anuncio llamaba la atención no solo por la escena cómica (un accidente de tránsito en Lima cuyos protagonistas se explayan en un castellano de hace un par de siglos), sino porque lo que promocionaba era el lanzamiento de una colección de obras literarias. 

Algo poco común para entonces, ya que luego de la enorme aventura editorial que la revista Gente llevó a cabo en los años ochenta, publicando enciclopedias y obras de la literatura universal, no se había repetido una propuesta similar en años.

A inicios de primera década del nuevo siglo, El Comercio editó las colecciones "Gran Biblioteca Literatura Latinoamericana", "Grandes Premios Nobel" y "Biblioteca Hispanoamericana del Siglo XX", las cuales sin duda alguna contribuyeron en la formación letrada de más de una generación. 

Sin embargo, esta intensa actividad a favor de la lectura, y sobre todo de muy buena literatura, se fue extraviando en el tiempo. 

Una colección, una polémica, ¿qué criterio?

Ahora, El Comercio está publicitando y vendiendo una nueva serie editorial, "una colección muy esperada por el público coleccionista", según se señala en su aviso: la Biblioteca Literatura Peruana. Los diez títulos que la conforman son obras narrativas.

Por supuesto, ningún recuento, ninguna selección en el ámbito artístico está libre de polémica. Natalia Iguiñiz notó pronto, desde su página de Facebook, la ausencia de mujeres en esta colección. Gabriela Wiener recogió la crítica en una columna publicada el viernes en La República : "sorprenden los recuentos, antologías o selecciones que no incluyen a escritoras en sus cánones. El último ejemplo es el de la colección de “Literatura peruana. Los autores más talentosos de nuestro país”, de un diario local. Y no es que la lista no tenga siete mujeres, como la semana, sino que no tiene ni una. Todos hombres, claro, bailando la danza del elefante literario".

Lo que nos hace preguntarnos: ¿cuál fue el criterio para reunir estas obras? ¿Cuáles son los rasgos, según El Comercio, para ser uno de "los autores contemporáneos más importantes de nuestro país"? No es fácil determinarlo.

Si revisamos la lista de autores, notaremos la presencia de tres nombres fundamentales de nuestro canon narrativo: Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y Julio Ramón Ribeyro. Luego, otros dos que obtuvieron un galardón en el extranjero: Alonso Cueto (Premio Herralde de Novela en 2005) y Santiago Roncagliolo (Premio Alfaguara de Novela en 2006). A continuación, dos más de enorme resonancia mediática, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras: Jaime Bayly y Beto Ortiz. Y por último, un grupo de características heterogéneas: Daniel Alarcón, Gustavo Rodriguez y Fernando Ampuero

Está claro que la colección no podría haberse formado en base a consideraciones meramente cronológicas, puesto que no se restringe a una determinada generación. De hecho, es una muestra panorámica que abarca la literatura producida desde la mitad del siglo pasado hasta ahora

Tampoco se puede decir que siga un patrón en lo referente a temas y estilos. Los argumentos varían entre uno y otro caso. Se toca la violencia política, pero también hay espacio para hurgar en la memoria íntima o familiar. Se hace alusión a problemas de nuestra sociedad (como el racismo o el pandillaje), pero no en todos estos libros vienen a ser los ejes en torno a los cuales giran las historias. 

Entonces, quizá, la intención sería la de presentar títulos menos difundidos de determinados autores con trayectorias relevantes. Es el caso de Lituma en los andes y El huerto de mi amada, de Vargas Llosa y Bryce, respectivamente; no son títulos tan conocidos como La casa verde o Un mundo para Julius. De igual modo ocurrirá con Roncagliolo: El príncipe de los caimanes frente a Pudor o Abril rojo; con Bayly: El canalla sentimental frente a No se lo digas a nadie.

En el caso de Alarcón, sin embargo, el criterio parece distinto: la cercanía en el tiempo. Se incluye su última novela, la muy celebrada De noche andamos en círculos, no Guerra a la luz de las velas o Radio Ciudad Perdida. Y lo mismo en el caso de Ampuero: Loreto es su libro más reciente.

Pero también llegan a la colección La hora azul, novela con la que Cueto obtuvo el Premio Herralde; Maldita ternura, el primer libro de Ortiz, que incluso ha adaptado al teatro hace poco; y Prosas apátridas, un libro que ha hecho que Ribeyro sea visto con nuevos ojos en el ámbito de la literatura actual. Es decir, en estos tres casos, el criterio no es ni la novedad ni la cercanía temporal, sino algún otro.

En medio de esta confusión, es la novela de Gustavo Rodriguez, La semana tiene siete mujeres, la que nos puede brindar algunas pistas.

Más allá de la literatura

¿Cuál es el vínculo entre estos diez autores? Uno, principalmente: la notoriedad. Y no es que nos estemos quejando de ella, sino solamente señalándola: por distintas razones, algunas literarias y otras no, estos escritores son célebres en el medio peruano.

Vargas Llosa, Bryce y Ribeyro caen por su propio peso, puesto que son parte del canon nacional y sus obras son incluidas en la currícula escolar peruana. 

Cueto y Roncagliolo, más allá de sus respectivos méritos, obtuvieron mayor atención tras obtener los premios que ganaron en el mercado editorial más importante en lengua castellana, como es el mercado español. Por su parte, Alarcón, quien escribe en inglés y publica en los Estados Unidos —donde se le considera una de las figuras más significativas de la nueva literatura— es también percibido en el Perú como un escritor que triunfa en el extranjero (y bienvenido sea si esa validación contribuye a ganarle lectores locales, porque sus méritos son más que abundantes).

Sobre Bayly y Ortiz, no hay mucho que decir en realidad (o sí lo hay, pero no en este contexto): su presencia televisiva y sus conductas para nada convencionales ayudaron a que no pasaran desapercibidos. Ampuero, a pesar de su vasta bibliografía, es célebre sobre todo como periodista, un oficio que ha ejercido por décadas y en el que sin duda descolla.

La notoriedad, entonces. Pero hay otro vínculo que no debería pasar desapercibido: la casa editorial

Todos estos autores han formado parte del catálogo del grupo editorial Planeta, a través de cualquiera de sus sellos. 

Basta citar unos ejemplos: Vargas Llosa obtuvo el Premio Planeta en 1993, precisamente con Lituma en los andes. Lo mismo que Bryce, quien en 2002 ganó ese premio con El huerto de mi amada. Toda la obra de Ribeyro, por su parte, se ha ido imprimiendo bajo la editorial Seix Barral, que pertenece a Planeta. Y así con Cueto, Roncagliolo, Bayly, Ortiz, Ampuero, Alarcón y Rodriguez. Todos ellos en la misma situación: con al menos un título publicado previamente con Planeta. 

Ante esto, habría que apuntar que esta práctica es lo común. Ocurrió en las otras colecciones que El Comercio publicó en el pasado: ya fuese con Peisa, Espasa Calpe, Sol90 o Alfaguara. Así que esta no es una denuncia: es perfectamente aceptable que un medio se alíe con una casa editorial para la debida reproducción de los títulos pertenecientes a su catálogo.


Un mecanismo comercial

Ahora bien, ¿es justo que se promocione una colección armada de esta forma como "la" literatura peruana contemporánea? 

Pues sí y no. Es decir, los agentes a cargo de la difusión de las obras de estos autores hallaron un modo lícito de llegar a más y nuevos lectores. En este caso, a través de una campaña realizada con uno de los diarios de mayor tiraje del país, y esa es una práctica comercial común. Pero al mismo tiempo, la campaña promueve los nombres en este catálogo como "los más importantes", sin explicar nunca por qué, y sin aclarar que se trata de los más importantes, en todo caso, publicados por una sola editorial.

Y no se trata ahora mismo de juzgar la calidad de estas obras y de estos autores (al fin y al cabo, esa es una discusión que solo el tiempo terminará por resolver); se trata de evidenciar uno de los tantos mecanismos mediante los cuales los que las manifestaciones de la cultura son concebidas como otras mercancías más dentro del sistema comercial.

Y también notar que se hace necesaria la existencia de un circuito que no se fije únicamente en los réditos comerciales para difundir la obra de un determinado autor, y más espacios para aquellas propuestas paralelas que no han sido consideradas aún en los medios tradicionales como la televisión o los diarios. 

Y son necesarias, ya que le permitirán acceder al lector aficionado a alternativas distintas, a conocer opciones que no se sostengan en solo acuerdos comerciales. O, por lo menos, opciones que expandan los bordes de lo que se considera comercialmente viable. 

En todo caso, una cosa es cierta. Desde su concepción, esta serie no es "la" literatura contemporánea, su lista de autores no representa "lo más interesante" que se escribe en el Perú. Para que estas afirmaciones tuvieran posibilidades de ser ciertas hubieran hecho falta otros criterios (que podríamos discutir, pero es que aquí en realidad no hay ni eso).

Que se compren y se lean estos libros pues, pero que nadie piense que tiene la figura completa. Para eso, hay que ir a leer a otro lugar.


(foto de la portada: www.infoartes.pe)

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