"LA CAUTIVA es un mensaje a la conciencia. ¿Terrorismo?. NO. Me ratifico en la presentación", ha escrito en twitter la congresista Marisol Pérez Tello (PPC)  esta mañana, en reacción a la difusión de un reportaje televisivo que revela una investigación de la Dircote (Dirección contra el terrorismo del Ministerio del Interior) por presunta apología en la obra de teatro "La Cautiva", de Luis Alberto de León, dirigida por Chela de Ferrari.

Pérez Tello fue presidenta de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso y fue invitada por la producción de la obra a escribir una presentación para el programa de mano de "La Cautiva". A continuación, reproducimos este texto.

El derecho a la verdad

Escribe: Marisol Pérez Tello


El derecho a la verdad supone necesariamente justicia y reparación. Buscamos la verdad porque aspiramos a la libertad, pero algo ha pasado en nuestra sociedad que no logro entender, porque sistemáticamente nos negamos a ver lo que toca nuestra puerta.

En todos los casos que vinculan a poblaciones vulnerables su voz ha sido acallada, en particular en este tema de la violencia de los años ochenta y siguientes. A nadie parece importarle las seis mil fosas pendientes de exhumación, ni los miles de desaparecidos. Menos importan sus familias y su exigencia de verdad, justicia y reparación. Nadie se pregunta por qué muchas mujeres fueron violadas, les ligaron las trompas sin explicación, y menos, autorización, mataron a sus hijos e hijas, esposos, padres... Es bueno que sepamos que. a pesar de todo, siguen esperando alguna explicación, disculpas, consuelo.

A pesar de esta diferencia casi crónica, demandamos seguridad y nos preguntamos por qué hay violencia en el Perú o cómo llegamos a estos niveles de inseguridad... La respuesta está ahí, sólo que no queremos verla. Nuestra acción colectiva nos ha puesto donde estamos.

Esa acción colectiva tiene el poder de cambiar las cosas, pero hemos usado ese poder para protegernos de aquello que no queremos cambiar. Somos parte del problema, también de la solución.

En Putis, el Estado enterró a un pueblo que buscó protección. En Soras, Sendero mató a más de cien personas a machetazos y pedradas porque se negaron a ser parte de su locura. Nadie escuchó ni sus gritos ni sus pedidos de ayuda, ninguna de sus cartas fue respondida. Les dieron, hace unos años, una placa por el valor, y la comisaría se puso hace menos de dos años. En Cabitos, muchos cuerpos fueron enterrados y cremados. Hoy, después de más de treinta años, los familiares siguen gritando, pidiendo, llorando, suplicando, exigiendo La Hoyada... un lugar de memoria, donde puedan honrar a sus familiares, donde pongan una vela, donde cuenten la historia a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Cada vez es más pequeño el espacio porque ha sido invadido con total indolencia.

Cada cierto tiempo se entregan cuerpos que han logrado ser identificados, cada vez es más difícil que las personas se acerquen a ver la ropa e intenten identificarla. Se ha estigmatizado a las víctimas, se ha politizado el dolor. Y cuando tienen la valentía, es muy caro analizar el ADN y puede demorar tanto... Y cuando al fin entregan los restos en un cajón que por ahora tiene presupuesto del estado, no es raro ver a la madre o al padre o al hijo o al hermano de alguien... sentado al lado del cajón en la plaza, esperando, porque no se incluye en el presupuesto el retorno a su pueblo... cóo saber si tendrá un nicho donde poner el cajón.

Las reparaciones se fijaron en montos irrisorio, la forma de pago se diseñó para no pagar. Las becas, para que no sean usadas. Los procesos ofenden, los trámites agotan, la burocracia haría que cualquiera se rindiera. Sólo se pueden entender que sigan luchando, en el motor de su búsqueda...

Logrñe entenderlo cuando me pregunté, después de ver a un señor en un evento con la foto amarila de su hijo colgando en su pecho, qué puede pasar por su cabeza. Cuando me pregunté qué pasaría si fuera mi hija la que desapareció. Entonces entendí.

Entendí por qué no se quejan por haber sido violadas una y otra vez por sus opresores; a veces, Sendero, a veces, los militares, a veces, la policía, a veces Sendero, a veces, quién sabe... Eso ya no les importa porque buscan a sus hijos. Si fuera mi hija no estaría escribiendo, estaría buscando... Estaría llorando, suplicando, gritando a veces, exigiendo otras, con esperanza alguna, derrotada otra, pero siempre, siempre buscando.

Es difícil escribir desde la política, a la que hoy pertenezco, o desde el teatro, o desde la universidad a la que perteneceré siempre. Es difícil ecsribir y hacerlo con esperanza para dejar algo de luz.

Pero la luz está, la prendiste cuando decidiste venir a ver esta obra y leer esto y aquello y buscar en internet, donde está todo. Buscar qué pasó en Putis, en Soras, en Cabitos. Qué pasó en Perú, buscar y preguntar ¿qué estaba haciendo yo que no hice nada?

Esa es la esperanza: que hoy te importó y que no podrás volver a ser indiferente. Si logramos ser más, las cosas cambiarán. Sólo así esta historia tendrá un final feliz.



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