Hoy en su columna del diario Correo, el señor Gonzalo Prialé nos brinda una opinión que ya muchos otros han dado, y que siempre es necesario comentar. No porque sea sensata o merezca verdadera consideración, sino porque hay cosas -sebos de culebra, gatos por liebres- que no deben dejarse pasar así nomás. Engañan y confunden, y sirven para sembrar en el espacio público (aunque sea desde medios que es difícil tomar en serio) "verdades" que no son otra cosa que tendenciosos contrabandos ideológicos.

El tono de la opinión de Prialé viene dado desde el título, que establece una oposición clara y bien demarcada: "Ambientalismo versus inversiones". No "ambientalismo versus crecimiento", que es una fórmula usada con más frecuencia por los defensores del status quo medioambiental (personas que, dado lo que sabemos sobre el estado de la cuestión, se merecen un círculo especial en el infierno), sino versus inversiones. Y eso es significativo, si hablamos de contrabandos.

Porque es, en el fondo y en la superficie, un traslape de los términos del debate y una petición de principios (es decir, dos falacias juntas). 

Por un lado, las únicas inversiones "versus" las cuales puede decirse que está el ambientalismo son aquellas que tienen un impacto negativo en el medio ambiente; no se trata de todas las inversiones. En el esquema que Prialé propone, las inversiones que no tienen impacto negativo en el medio ambiente simplemente no existen. Y esto es falso, a menos que uno crea que el "ambientalismo", la bestia negra de este opinólogo, se opone a inversiones en energías alternativas, limpias, o a formas de crecimiento que no causen los consabidos problemas que el actual sistema causa.

Y por otro lado, la idea de que se puede describir la situación como "ambientalismo versus inversiones" es una estafa: la cosa es al revés. En su versión mainstream (la expresada en la COP20, por ejemplo), el ambientalismo está a favor de la inversión privada, pero le propone algunas (tibias) regulaciones que protejan el medio ambiente y las comunidades locales; es, más bien, la industria extractiva la que en general está en contra incluso de esta forma de protección. Es decir, los términos de este "versus" deben invertirse si es que uno quiere empezar a entender la realidad.

Pero, claro, entender la realidad no es lo que les interesa a opinantes como Prialé. Por el contrario, los contrabandos (y las falacias) continúan. Específicamente, dos más. Uno, nos dice Prialé

Mientras el sector privado moderno formal respeta el ambiente y evita dañarlo, los informales depredan a vista y paciencia de las autoridades ambientales

En el párrafo anterior, "a vista y paciencia de las autoridades" debe referirse a esto, que es la respuesta que ha tendido a darles el estado peruano a los extractivistas pequeños e informales:

Y el cuidado que la industria "moderna" tiene con el medio ambiente puede referirse a muchas cosas, desde empresas como Repsol o Glencore-Xstrata, a Yanacocha, o Pluspetrol, o infinidad de otras que suelen estar en las noticias precisamente por todo lo contrario.

Y dos, nos dice también Prialé:

los ecologistas radicales se esmeran en paralizarlo todo, mientras capturan parte del Estado (...) Si no somos capaces de restablecer el equilibrio y revertir la captura del Estado que se ha producido en el sector ambiente (...) se estancará el desarrollo nacional y seremos un país de gente pobre con buena calidad del aire.

Es decir, el problema para la continuidad de bienestar de todos los peruanos es la agenda de unos cuantos radicales que han capturado la administración pública y le imponen políticas que privilegian el medio ambiente sobre el crecimiento económico. Políticas por las cuales, hay que decirlo, algunos observadores internacionales han en efecto premiado a nuestro país recientemente. Políticas por las cuales el término "paquetazo ambiental" se ha vuelto moneda corriente. 

En fin, como decía, de realidad aquí hay poco y de contrabando mucho. Para terminar, esto. Prialé le dedica algunas líneas a cantar las loas de China y EE.UU. como socios comerciales del Perú, y llama a ambas naciones "las locomotoras del mundo". No hay por cierto referencia a los recientes acuerdos de protección del medio ambiente entre estos países (un campo en el que ambos han empezado a mostrar algo de liderazgo). Pero, más significativamente, no hay referencia a los intratables problemas ambientales que estas"locomotoras" enfrentan hoy, como consecuencia precisamente de su crecimiento económico.

En otras palabras: ¿quieres saber sobre "gente pobre con buena calidad de aire"? No les preguntes a los chinos.

Ni a Gonzalo Prialé, que no te dirá la verdad.

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