28 de agosto de 1963. Martin Luther King encabeza la “Marcha por el Trabajo y la Libertad” en Washington D.C. Sobre las escalinatas del monumento a Lincoln, pronuncia su discurso: “Yo tengo un sueño”. Más de 250.000 personas lo rodean y aplauden efusivamente porque todos comparten su deseo: una sociedad justa que reconozca los derechos civiles de la comunidad afro-americana, como el derecho al voto, al trabajo, a la convivencia pacífica y la no discriminación racial.
13 de diciembre de 2014. Las calles de Washington D.C. se inundan nuevamente con miles de personas. Esta vez no solo la comunidad afro-americana, sino también latinos, asiáticos y, así, toda la comunidad multicultural. El sueño no ha cambiado demasiado: un sistema de justicia que se aplique por igual entre la comunidad, sin discriminación, y el cese y sanción a las violentas prácticas policiales que acabaron con la vida de varios menores de edad y jóvenes adultos desarmados. “Justicia para todos” es el nombre de esta marcha ciudadana.
El asesinato del menor de edad Michael Brown, en Ferguson (Misuri), y el adulto de 47 años, Eric Garner, en Nueva York, fueron los casos más sonados. El primero, muerto a manos por un policía blanco mientras se dirigía a casa de sus familiares; el segundo, estrangulado por otro policía también blanco. Sus últimas palabras fueron “no puedo respirar”. Y “No puedo respirar” se ha convertido en el lema de los protestantes.
"El sistema judicial está roto y no tiene capacidad para lidiar con los abusos policiales", ha denunciado el ministro bautista Alfred Sharpton a la BBC. Y es verdad, aunque los atropellos en gran porcentaje se cometen contra la comunidad afro-americana, esta también alcanza al resto de civiles: blancos, latinos y asiáticos, como quedó demostrado cuando un policía disparó a quemarropa a Tamir Rice, el niño blanco de 12 años que portaba una pistola falsa como juguete.
Los más optimistas perciben que la marcha del 13 de diciembre podría ser el renacimiento de un gran movimiento por los derechos civiles, como el que impulsara Luther King en su tiempo. Así indica a la BBC Rory McVeigh, profesor de sociología de la Universidad de Notre Dame, pues detrás de estas protestas, existe una gran insatisfacción en la población civil: no solo se trata de la muerte de decenas de personas a manos de la policías, sino también de otras injusticias como la falta de acceso al voto por parte de las minorías, la discriminación en el trabajo y la segregación habitacional por etnia o color de piel.
La discriminación es un práctica que se expande en distintos niveles en Estados Unidos. Pero, como indica Charles Gallagher, profesor del departamento de sociología y justicia criminal de La Salle University, lamentablemente no es un tema prioritario en la agenda del Gobierno norteamericano.
"Los estrangulamientos importan a nivel individual, pero cualquier conversación sobre los vecindarios más pobres que tienen las peores escuelas o el hecho de que los abusos policiales suelan ocurrir en comunidades donde habitan minorías negras o latinas, no forman parte de la agenda nacional", lamentó Gallagher.
"Los negros y blancos en Estados Unidos no comparten espacios sociales de una manera real y sostenida, a menos de que los primeros pertenezcan a la clase media (...) Los estadounidenses blancos creen que si los negros no son exitosos, independientemente de sus condiciones, ellos mismos son los únicos culpables. Nuestro presidente negro ha cimentado esa creencia. Por eso creo que en dos semanas volveremos a las Kardashians", increpó indignado.
(Foto de portada: Huffingtonpost)