Hacinadas, “invadidas” y codiciadas, las casonas de Barrios Altos y su gente son, muy a su modo, un reflejo de la realidad nacional. Jimmy Valdivieso, concibió el documental Esa Gente Existe, durante la Maestría en Antropología Visual de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Con este documental Valdivieso busca dar una visión personal de la problemática de la vivienda precaria y tugurizada en el Centro Histórico de Lima.
El documental esta estructurado a través de las historias de los dirigentes vecinales Gregoria y José Francisco y el instructor de danza afroperuana, Ángelo. Es con sus voces que Valdivieso discute las múltiples aristas de la problemática de las viviendas de Barrios Altos: la paradójica condición del Patrimonio Monumental que se encuentra al borde del colapso. Esa Gente Existe propone también una discusión sobre determinados estereotipos y prejuicios tejidos alrededor de los vecinos de Barrios Altos; así como los que los vecinos perpetúan entre sí.
Esa Gente Existe es una audaz y personalísima mirada a un conflicto que, como tantos otros, el estado ha dejado de lado contribuyendo a su gravedad.
A continuación una conversación el director.
- El proyecto surge desde la maestría de antropología visual de la PUCP; el tema, sin embargo, es algo que normalmente no asociamos con la antropología, ¿que lo motivó?
En realidad, de un buen tiempo a esta parte, la antropología peruana ha comprendido que su objeto de estudio –el Otro– no sólo debe ser el hombre andino, amazónico o afroperuano. Tras el éxodo rural que vivió el país, a lo que se suman los grandes flujos migratorios y la propia globalización, debemos entendernos como una Nación Intercultural, donde –para ser breve– “el que no tiene de Inga tiene de Mandinga”, por lo que cualquiera de nosotros puede ser objeto de estudio antropológico. Y de hecho, aunque su eje temático principal sea el de la vivienda, Esa Gente Existe aborda la complejidad de las relaciones interétnicas que se dan entre pobladores de Barrios Altos, donde el Vecino A (criollo o afroperuano) asegura que el vecino B (andino) lo ha invadido, aun cuando ambos se encuentran en la misma situación legal respecto de sus viviendas.
Otra motivación que surge desde la antropología tiene que ver con los estereotipos. El documental presenta (y enfrenta) al espectador con una serie de estereotipos prejuiciosos que han lesionado moral y socialmente al vecino de Barrios Altos, sujetos que han sido históricamente incorporados en la categoría de: delincuentes, sinvergüenzas, conformistas, ociosos, etc. El documental no pretende discutir los niveles de violencia o conformismo, pero sí llamar la atención sobre el daño que hace la generalización de estos estigmas (generalización que –valgan verdades– hemos practicado todos alguna vez en nuestra vida). Esa Gente Existe nos presenta a personas, que no son héroes de barrio ni sujetos santificables, sino hombres y mujeres interesantes, complejos, con virtudes y con defectos, como cualquiera de nosotros; vecinos que, por ejemplo, pueden ser luchadores inagotables pero que deslizan conductas racistas. (Y, desde luego, el documental no pretender juzgar a nadie por ser racista, así como no pretender glorificar a nadie por ser luchador).
- ¿Cuáles fueron las dificultades que enfrentaste para construir el retrato de la vida y las dinámicas de la gente en Barrios Altos?
El proceso más complejo fue el de lograr un grado de intimidad con los personajes que me permita registrarlos en sus actividades habituales. Desde la perspectiva del “guion”, fue sumamente difícil armar una estructura narrativa (con presentación, confrontación y resolución) para cada personaje valiéndome tan solo de su quehacer cotidiano. Por eso, pase casi medio año visitándolos, conociéndolos, dejándome conocer, para que se fueran dando las situaciones que pudieran contar historias personales intensas, sin descuidar el eje temático principal que es el de la Vivienda. Además, tenía que luchar contra la natural tendencia a hacer “pronunciamientos políticos”, “denuncias periodísticas”, “tragedias griegas”. Por ejemplo, para presentar el problema de la falta de luz, quería evitar a toda costa el testimonio desgarrador que dijera: “mire, joven, no tenemos luz. Señor Presidente, por favor, póngannos luz”, y más bien registrar el natural desenvolvimiento de los personajes frente al problema de la falta de luz, sin escenificaciones. Y esa transparencia se siente en el documental. El problema presentado es el mismo, pero la experiencia audiovisual es más rica.
Pero el primer problema que tuve –y que casi me hace renunciar al proyecto– fue el del rechazo. En nuestra primera reunión de supuesta coordinación, la dirigente vecinal que protagoniza el documental me dijo enfáticamente que ella no iba a permitir que ningún vecino de Barrios Altos me abriera las puertas de su casa porque, en muchas ocasiones, le habían abierto las puertas a las cámaras de televisión, exponiendo su miseria y garantizando rating sensacionalista, a cambio de una ayuda que nunca llegó. Así que tuve que trabajar muy duro para convencerlos de que mi intención era ir más allá del reportaje amarillista, y que pretendía representar una realidad de forma transparente, honesta y respetuosa, a través de un documental que ellos pudieran usar como herramienta de lucha. Y así viene siendo.
He presentado el documental en el Ministerio de Vivienda y en Prolima, tras lo cual se produjo un interesante debate, y estoy convencido de que el próximo año podré reunir a los Ministerios de Cultura, Vivienda y la nueva gestión de la Municipalidad de Lima –las tres entidades responsables de esta problemática pero, hasta la fecha, divorciadas– para que en conjunto planteen una fórmula que resuelva de una buena vez este problema.
- Además de la confrontación con las autoridades el documental explora conflictos entre los propios vecinos, ¿desde qué lugar abordaste esta problemática?
Esa Gente Existe propone conflictos no sólo entre los mismos habitantes, sino desencuentros entre pobladores y el resto de la sociedad que se manifiesta, por ejemplo, a través de las redes sociales.
En cuanto a los conflictos vecinales, procuro concentrarme en la convivencia entre dos culturas, la criolla y la andina. El documental presenta la indudable presencia de la cosmovisión andina en Barrios Altos, a través de sus vecinos, sus formas de expresarse, de decorar sus espacios, de su gastronomía y de su folklore (y de la discriminación de la que son víctimas desde el ciberespacio). De hecho, durante mi experiencia en Barrios Altos, más allá de un taller de danza afroperuana, yo nunca escuché ni una guitarra ni un cajón. Y así se lo hago saber a un personaje en una de las secuencias del documental, quien después de coincidir conmigo, parece reaccionar y se defiende diciendo: “Ah, pero es que no has venido todos los días”.
- ¿Como ves la situación ahora, a la luz de la nueva ley que permite la libre demolición de patrimonio arquitectónico?
Estoy convencido de que esta nueva ley que no protege el patrimonio arquitectónico debe ser lo más paradójico que los vecinos de Barrios Altos hayan escuchado en los últimos años. Y es que, antes de esta ley, es decir, cuando el patrimonio sí estaba protegido, lo que ellos menos sintieron fue protección. Fatalmente, para los pobladores de Barrios Altos, vivir en una vivienda declarada Patrimonio Monumental no resulta ningún honor, sino más bien un castigo, una amenaza. Al ser Patrimonio, una vivienda simple y sencillamente no se puede “tocar”, y menos por quien la habita cuando éste no cuenta con documentos que lo certifiquen como propietario o inquilino. Pero el Estado tampoco las “toca”. Así que los moradores viven bajo un riesgo tremendo y, con el tiempo, el Patrimonio se desploma, como ha sucedido con casonas emblemáticas como el Buque.
Lo que podría suceder con esta nueva ley es que muchas de estas viviendas sean derrumbadas para convertirse en depósitos de mercaderías que se venden en el Mercado Central, cosa que viene sucediendo irregularmente. “Prefiero que hayan 50 mil depósitos a que hayan 50 mil casonas a punto de derrumbarse que sirven de fumadero”, dice uno de los protagonistas del documental cuando abordamos este tema.
Y es que Esa Gente Existe trata también sobre las viviendas de Barrios Altos como objeto de deseo. Son ambicionadas por el mercado que las convierte en almacenes, son codiciadas por el Estado que las necesita como Patrimonio para explotarlas a través del turismo, son reclamadas por sus habitantes que, a pesar de no tener documentos que certifiquen su propiedad, tienen vínculos súper estrechos con estos espacios donde han nacido, crecido, jugado, se han enamorado, han soñado, se han frustrado, etc. Pero también son deseadas por un importante sector de limeños que encontramos en estas viviendas el testimonio visual y material de una herencia colonial y republicana que está en la base de nuestra identidad. Por eso, juzgamos el deterioro actual, muchas veces culpamos a los vecinos (estigmatizados como ladrones y sinvergüenzas) y buscamos en las redes sociales fotografías en blanco y negro para evocar un pasado glorificado.
Estoy convencido de que el rescate de las viviendas de Barrios Altos debe trascender la restauración patrimonial y la explotación turística para partir de la recuperación del vecino. Siempre he dicho que restaurar una vivienda debe ser bien fácil: se contrata al especialista, se le paga bien y punto. Pero esa fórmula implica desalojar. Y la gente no se va a ir, mientras no tenga la garantía de que va a regresar a su casa. Es más, han sido tantos años de promesas incumplidas que no se van a ir bajo ninguna circunstancia. Entonces hay que incorporarlos en la recuperación, hay que invitarlos a participar, el Estado (por lo menos el Estado) debe dejar de mirarlos con ojos prejuiciosos. Y eso es lo que propone Esa Gente Existe, la presentación de seres humanos valiosos, pero que viven hacinados y al borde del colapso, detrás de una fachada pintada para complacer al turista.
Esa Gente Existe se proyectará este domingo 14 en el Centro Cultural de la PUCP [Av. Camino Real 1075, San Isidro] a las 12:00 pm. El ingreso es libre.
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