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“Hay que combatir el apocalipsis todos los días”

El escritor mexicano Juan Villoro acaba de publicar una antología de sus últimas columnas, "Hay vida en la tierra" y "El Apocalipsis (todo incluido)", libro de cuentos sobre un viaje turístico al "apocalipsis maya", que sin embargo "parece un resumen del momento mexicano".

Publicado: 2014-11-27
Dice Juan Villoro: “en México hay tres clases de basura: orgánica, inorgánica y electoral.” La misma frase podría aplicarse al Perú y, en general, a cualquier país que lucha contra la corrupción y su hermanita la impunidad. Para el cronista mexicano, sin embargo, el hecho de tener que lidiar con la realidad de la violencia y el terror no debe apartarnos de la búsqueda incesante de la alegría. Tal vez por eso libros como ¿Hay vida en la tierra?, que acaba de ser publicado por Anagrama y reúne muchas de sus columnas más recientes, son verdaderos catálogos de observaciones que apuntan a la felicidad. Porque solo a través del conocimiento de esos detalles que conforman nuestra identidad, es posible alcanzar la madurez para reirnos de nosotros mismos, que es otra manera de combatir la tristeza, de combatir el miedo.

Juan, quería hablar de tu nuevo libro antes que nada, pero hay temas que se imponen tratándose de México… Luego he pensado que en realidad todo tiene que ver ¿no? Un libro como el tuyo —"¿Hay vida en la tierra?" (Anagrama, 2014)— que reúne columnas en las que de alguna manera intentas comprender tu país es tan necesario como conocer la verdad de Ayotzinapa… ¿Cómo enfrenta el escritor este tipo de desgracias “reales”?
Como testigo de los sucesos me interesa ocuparme de temas fundamentales que nos afectan con urgencia, pero también de la vida cotidiana, que no deja de ser igualmente imprescindible. Hay un periodismo de necesidad, que se ocupa de lo que debemos saber con urgencia, y un periodismo de tentación, que puedes leer por gusto o capricho y que alude a zonas de la vida privada, menos espectaculares, pero igualmente decisivas. John Lennon decía: "La vida es lo que sucede mientras estamos ocupados haciendo otros planes". Me parece importante captar esa textura fugitiva de lo cotidiano.
En un texto incluido en "¿Hay vida en la tierra?" dices “Sólo una cosa cuesta más trabajo que ser felíz: demostrarlo”. ¿Cómo se puede demostrar la felicidad en México ahora? Casi me nace preguntar ¿Hay vida en México?

Curiosamente, en México, como en África, la gente se declara bastante feliz. Esto no significa que ya lo sea, sino que aspira a serlo. Hay tantas cosas por mejorar, que el horizonte de felicidad es muy amplio. En cambio, el país más triste de la Tierra, según los sondeos de la ONU, es Francia. Tienen tantas cosas, son tan autocríticos y han entendido que la tristeza es tan chic y tan sexy, que consideran vulgar estar contentos.

foto: starmedia

Has dicho que en México “apocalipsis y carnaval ocurren al mismo tiempo”… Y parece que hablas de una dialéctica interna, de idiosincrasia, de cosas que están muy muy arraigadas en una especie de inconsciencia colectiva. La pregunta es, pues, ¿es posible corregir eso? ¿cómo le hace terapia a un país entero?
Nadie tiene la fórmula para acabar con las desgracias que nos afectan. Por lo pronto hay una indignación muy generalizada por lo que ha pasado en Ayotzinapa y por la corrupción de los políticos. El apocalipsis no es una fantasía de ciencia ficción. Está entre nosotros. Hay que combatirlo todos los días. La crónica tiene un doble cometido al respecto: por un lado, no debe cerrar los ojos ante el horror y debe combatir las lacras que lastiman a la sociedad, y por el otro, debe preservar lo que no es horror: la ironía, la sensualidad, el gusto por la vida. Esto segundo suele ser más complicado, pero es lo que han hecho siempre los grandes autores. "Eran tiempos difíciles, como todos los tiempos", escribió Dickens.
¿Cómo se pasa del llanto a la risa (¡o al menos a la ironía!), algo que se supone sabe hacer muy bien un escritor, incluso en la misma página? Porque es lo que me está pasando en esta entrevista, que no sé cómo salir de lo oscuro. Tú debes saberlo, que eres también un maestro del humor.

El humor por decreto es terrible. Me molestan los supuestos cómicos de la televisión que son seguidos por risas enlatadas. Ser chistoso es una maravilla, esforzarse en serlo es un desastre. Lo significativo es que el humor espontáneo puede surgir en circunstancias que parecen negarlo. En México, es común que los mejores chistes se cuenten en los velorios y Breton dijo que el inventor del humor negro era José Guadalupe Posada, el grabador que representaba esqueletos bailando. En estos momentos no hay nada más disidente que la risa. Ante la violencia, hay que tener la valentía rebelde de conservar las posibilidades de reír.

Tu vida, como la de casi toda la gente que sabe contar, también parece un anecdotario sin fin. ¿Tiene el columnista profesional que entrenar el ojo para sacar petróleo de lo cotidiano?
Das en el clavo: todo está en la mirada. Me gusta mucho ver trabajar a los fotógrafos. Ellos ven lo mismo que yo pero le agregan algo a la realidad con el enfoque y el ángulo que escogen. A todos nos pasan cosas, pero no siempre lo advertimos. En ocasiones, tardo años en darme cuenta que un enredo o una molestia del pasado en realidad eran estupendas historias. Muchas de las mejores tramas provienen de malentidos. Malcolm Lowry creyó que México era un país mágico cuando vio que una fonda ofrecía "Pollo espectral de la casa". En realidad ofrecía un pollo "especial", pero él decidió quedarse en el país donde los pollos, según su apreciación, pertenecían al terreno de los fantasmas. Es un buen ejemplo de ars poética y de cómo surgen las historias.
Viviste en España varios años y eres un visitante frecuente. ¿Pensaste o piensas alguna vez en la partida definitiva de tu país? ¿Qué te hace quedarte? ¿Qué te haría irte?
Muchas veces he pensado irme de México y siempre regreso. Tal vez lo que más extraño en el extranjero son las ganas que tenía de irme de México. La mente es extraña.
¿El trabajo de escritor realmente afecta la vida personal de un escritor? Y viceversa, ¿cuando cambia la vida personal de un escritor, su literatura, la tuya, en qué medida cambia?
La forma de vida afecta mucho. He trabajado en oficinas y sé que si hubiera sido funcionario estaría perdido y ahora escribiría con tono de memorándum. Estar demasiado tiempo en soledad puede afectarte tanto como no dedicarle suficiente tiempo a la soledad. Militar en un partido o pertenecer a una iglesia pueden tonificarte o limitarte. Son elecciones difíciles, que hay que hacer día a día. Sucede como en el amor, nadie tiene una relación ganada de por vida. Todos los días debes decirte a ti mismo que no te afecta que tu pareja no tape el tubo de la pasta de dientes y que el neurótico eres tú. Cada decisión literaria es igual. Aceptar tener un personaje público puede ser tan pernicioso como ser un misántropo absoluto.
En una de tus columnas recientes has hablado también de la “gramática del fuego” para referirte a esa violencia constante que comunica México desde hace décadas. Me hace pensar inevitablemente en tierra arrasada, en llano en llamas. ¿Cómo es y cómo será la literatura mexicana de este siglo XXI que apenas ha empezado?
Lo único que sabemos del futuro es que será diferente. Acabo de participar en la selección de una antología de autores menores de 40 años y lo único que puedo decir es que hay una visión muy desgarrada del país y formas muy variadas y muy creativas de enfrentarla. Soy más optimista respecto a la literatura que respecto al país.
¿Hacia dónde discurren hoy la literatura, las curiosidades, los apetitos de Juan Villoro?

Estoy tratando de acabar una obra de teatro y una novela para niños, y acabo de publicar un volumen de cuentos. El que le da título trata de un viaje turístico al "apocalipsis maya", pero parece un resumen del momento mexicano: "El Apocalipsis (todo incluido)".


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Escrito por

Gabriela Wiener

Es escritora y periodista. Colabora en El País Semanal, La República y en La Mula. Su último libro es "Llamada perdida".


Publicado en

Redacción mulera

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