Las muñecas sexuales —aquellos juguetes para adultos que emulan el tamaño y forma del cuerpo de una mujer— existen tal como las conocemos desde fines de la década de los 30, cuando fueron desarrolladas en laboratorios de Alemania y Japón, pero no fue hasta la década de los 90 que se popularizaron en los Estados Unidos y otros países del primer mundo. Unas son inflables, hechas de vinilo soldado; otras de látex, con cabezas de plástico de estilo maniquí y pelucas estilizadas, ojos de cristal, y manos y pies apropiadamente moldeados; las muñecas sexuales más costosas (hay modelos de 35.000 dólares o más) son fabricadas con silicona y pueden llegar a ser muy semejantes a personas vivas, con una piel idéntica a la humana y pelo realista (o verdadero).
La sofisticación que ha alcanzado la industria en este ámbito contrasta sin embargo con el hecho de que las muñecas siguen siendo materia de polémica: después de todo, su sola existencia parece ser un indicador de que la larga tradición de cosificación de la mujer no ha menguado. Sin embargo, cabe preguntarse, antes que estigmatizar a las personas que las usan, si lo que buscan en ellas es tan simple como lo que imaginamos.
Siguiendo a un grupo de seis propietarios de muñecas, la serie fotográfica Men and Dolls de la fotoperiodista danesa Benita Marcussen documenta las relaciones de estos individuos con sus parejas artificiales, proporcionando una mirada íntima a este polémico estilo de vida. Mientras que las identidades de los sujetos y situaciones varían mucho (dos hombres están casados con hijos, dos han pasado por un divorcio, uno estuvo involucrado en un compromiso sin salida, y uno nunca ha tenido una novia) tienen una cosa evidente en común: cada uno trata conscientemente a las muñecas como un medio para aliviar su soledad.
Es por ello que en la serie Marcussen no se centra exclusivamente en los aspectos sexuales de las muñecas. En cambio, presenta imágenes que nos permiten apreciar las maneras en que estos individuos incorporan a las muñecas en su vida cotidiana y las tratan como compañeras sensibles.














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