"Lamentablemente confirmamos la noticia. Aurora Bernárdez ha muerto esta mañana a las 8:25 en París", comunicó a la prensa Guillem d'Efak Fullana Ferré, director de la agencia literaria Carmen Balcells, el pasado 8 de noviembre.

Tal vez solo aquellos que han seguido de cerca la obra y vida de Julio Cortázar cobren conciencia de quién fue esta mujer de sonrisa amplia, siempre lista para contar alguna anécdota sobre el escritor argentino. 

Para quienes no, habría que señalar que se trata de una renombrada traductora, así como de la primera esposa y mayor impulsora literaria de la obra de Julio Cortázar, el escritor latinoamericano más querido entre los lectores.   

Nacida en Bueno Aires (Argentina) en 1920, Aurora Bernárdez estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA). A lo largo de su vida se dedicó a traducir al español las obras de los más grandes de la literatura, como Gustave Flaubert, Italo Calvino, Vladimir Nabokov, Abert Camus, Jean-Paul Sartre y William Faulker, Lawrence Durrel, entre muchos otros.

aurora bernárdez y julio  cortázar / foto: clarin 

Su inteligencia y sensibilidad la llevaron a formar una alianza indestructible con otra estrella argentina, Julio Cortázar. 

Ambos se conocieron en un café de la ciudad porteña, en 1948, cuando el autor de “Bestiario” (1951) era aún un desconocido. En 1952, se mudaron a la idealizada ciudad de las luces con la esperanza de realizar sus sueños literarios: ella como traductora y él como escritor a tiempo completo. 

Ya en París, atravesaron por las dificultades económicas típicas de los migrantes que prueban suerte en las grandes metrópolis. De modo que la pareja decidió trasladarse a Florencia, para luego regresar a París y casarse un año después. Su matrimonio duró hasta 1967, fecha en que se divorciaron por motivos que nunca revelaron a la prensa. Sin embargo, ambos mantuvieron la amistad hasta el fin de sus vidas.


AURORA EN LA MEMORIA

Todos recuerdan a Aurora con cariño. La impresión que tuvo Mario Vargas Llosa --como menciona en el prólogo de la obra completa de Julio Cortázar--, es que se trataba de una mujer de suma inteligencia y sensibilidad.

Aurora y Julio conversaban, cuenta el novelista, de una manera tan perfecta que parecía ensayada. Lucía como si el gíglico --ese idioma amoroso e inventado que aparece en el capítulo 68 de Rayuela (1963)-- hubiese sido siempre un código inventado por ambos, recuerda.

aurora y julio/ foto: escribirte.com.ar

“En los casi siete años que viví en Francia nos vimos muchas veces, en su casa, en la mía, en los cafés, o en la Unesco, donde ejercíamos como traductores. Nunca dejaron de admirarme la riqueza de sus lecturas, la sutileza de sus observaciones, la sencillez y naturalidad de sus maneras y, también, el modo como tenían organizada su vida para ver las mejores exposiciones, las mejores películas, los mejores conciertos. Era difícil descubrir quién era más inteligente y más culto, cuál de los dos había leído más, mejor y con mayor provecho”, recuerda el autor de Conversación en La Catedral en su columna del diario El País.

“La maga de Rayuela” o simplemente “la maga de Cortázar” era, sin duda, una mujer excepcional. Entre sus amistades más íntimas se encuentran Carmen Balcells, la famosísima agente literaria que impulsó la carrera literaria de Mario Vargas Llosa y tantos otros renombrados escritores latinoamericanos, y María Kodama, la viuda de Jorge Luis Borges. A estas personalidades se suman la poeta argentina Silvia Baron Supervielle y el pintor Antonio Seguí. Todos ellos, junto a otros artistas importantes, se presentaron el día de su entierro en París.


LA AURORA QUE QUERÍA TANTO A JULIO 

Hubo una época, tras la muerte de Julio Cortázar en 1984, en que las obras del autor dejaron de circular, y quedaron estancadas en el olvido. Es ahí cuando Aurora Bernárdez decide empezar la campaña de revitalización de la obra de este autor cumbre para la literatura iberoamericana.  

Junto con Carmen Balcells emprendió la revitalización bajo el slogan “Queremos tanto a Julio”. De ese modo, regresaron a las librerías nuevas ediciones de las novelas y cuentos de Cortázar; además, de su mano salieron insumos inéditos como cartas, memorias y clases maestras que el escritor había conservado bajo llave tras su muerte y que Aurora Bernárdez  entregó a Alfaguara. 

También rescató del olvido las traducciones de los cuentos de Edgar Allan Poe, uno de los trabajos más conocidos de Cortázar y su famoso ensayo sobre Yeats. Por último, difundió las novelas como Libro de Manuel (1973) o los cuentos de Octaedro (1974), en una época en que los lectores solo conocían Rayuela (1963), Bestiario (1951) o Historia de Cronopios y de Famas (1962). En suma, a ella le debemos que las obras del cronopio mayor no se hayan perdido en el tiempo.

Mario Vargas Llosa rememora su último encuentro en el Escorial, de Madrid, con las siguientes palabras.

aurora bernárdez y mario vargas llosa / foto: el país

"Raspaba ya los 93 años y oía con dificultad, pero su memoria era notable y, durante la charla pública que celebramos, me maravilló ver la cantidad de episodios, anécdotas, personas que recordaba con sorprendente precisión, además, por supuesto, de los libros, entre los que siempre se movió como por su casa (eran su casa). “¿Por fin te vas a animar a publicar lo que seguramente tienes escrito?”, le pregunté. Su respuesta fue evasiva y, sin embargo, estimulante. “Necesito cinco años”, me dijo, con su vieja sonrisita un poco burlona de costumbre. “Para terminar una biografía de Julio Cortázar”. ¿Lo dijo en serio? ¿Habría comenzado a escribirla? Ojalá fuera así", narra Vargas Llosa. 

Por su labor difusora y su sensibilidad literaria, tal vez  Cortázar habría dicho junto con nosotros y sin titubear: “queremos tanto a Aurora”. 


(foto de portada: El País)

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