Hace veinte o treinta años, el uso de la bicicleta para ir a los centros de trabajo era tildado de extravagante o infantil. Hoy, muchos países alrededor del mundo, incentivan a sus ciudadanos a dejar de lado sus autos en los días laborales. Ya no es una extravagancia, sino una forma de proteger nuestro planeta. 

Un esfuerzo pequeño, en realidad mínimo, comparada al gran ajuste global que se requiere para transformar, o siquiera regular la matriz energética de las naciones industrializadas, responsables de la emisión de gases contaminantes que amenazan con acabar con nuestro planeta.

Un pequeño esfuerzo, pero un gran mensaje: las sociedades se hacen más conscientes respecto a cómo nuestro consumo de combustibles fósiles está poniendo en riesgo nuestra sobrevivencia.

Estos pequeños cambios muestran cómo en los últimos años diversas sociedades han desarrollado una aptitud más responsable en relación al cuidado de planeta. Por fin, hemos entendido que solo tenemos uno.

Pero existen algunas personas que todavía no asumen la defensa del planeta como propia. Aquellos que creen que el cambio climático es un discurso radical más. Nos referimos a un importante sector de políticos y empresarios en todo el globo. Aquellos que tienen más responsabilidad.

A puertas de la COP20, a realizarse en nuestro país, conviene recordar una campaña publicitaria creada en 2009 con motivo de la décimo quinta edición de la Conferencia de las partes (COP15) y que se realizó en Copenhague (Dinamarca). 

foto:cleanenergyjobs.com.au

Meses antes del encuentro, Climate Institute (Australia) junto con otras organizaciones ambientalistas puso en marcha una campaña publicitaria llamada "The return of the dinosaurs" (El retorno de los dinosaurios). 

En ella hacían énfasis en que miles de australianos optaban por tecnologías de energía limpia para sus actividades productivas o cotidianas. No obstante, existía un grupo que no estaba de acuerdo con esta opción. Se referían a empresarios y políticos que utilizaban su poder e influencia para bloquear cualquier iniciativa destinada a proteger el ambiente.

Tristemente, la campaña desarrollada por IdeasCorp, no estuvo alejada de la realidad. 

La COP15 fue un rotundo fracaso ya que no generó ningún acuerdo vinculante entre las naciones participantes para reducir las emisiones de los gases contaminantes que acentúan el cambio climático y ponen en riesgo la sostenibilidad de nuestro planeta.

Los dinosaurios, entonces, no habían desaparecido. Y aunque suene pesimista decirlo siguen existiendo. En nuestro país, por ejemplo, tenemos el problema de los inversionistas de la industria de los hidrocarburos que presionan por el relajamiento de los estándares de protección ambiental, generando así más de un enfrentamiento y obligando a las comunidades afectadas a tomar acción (hace poco se llevó a cabo la Cumbre de los Pueblos en Celendín, Cajamarca).

Se espera que en esta edición de la COP20, el gobierno peruano asuma una posición clara con respecto a la defensa del ambiente, y el ejemplo empiece en casa. Aunque, por supuesto, el lobby de los dinosaurios, también estará presente. Y ese lobby no se extingue fácilmente. 

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