El crecimiento económico, ese primer y último deseo de todos los gobiernos. Mientras entidades mundiales han rebajado sus pronósticos de crecimiento en el orbe, mientras el MEF también lo ha hecho para el Perú, mientras se espera que el Perú –a pesar de la crisis internacional– supere las cifras de los demás países de la región, mientras el Congreso de la República acaba de aprobar –en primera votación– un tercer paquete de medidas para impulsar el crecimiento de nuestra economía, mientras se duplica el número de millonarios en el mundo ... la pobreza continúa y aumentan las brechas de desigualdad aquí y en el mundo. Es cierto que en nuestro país la pobreza monetaria ha disminuido de 49% a 24% durante los últimos años, pero la desigualdad y la desaceleración económica podrían hacer retroceder a las clases medias hacia niveles de pobreza, dice Armando Mendoza, investigador de Oxfam, al presentar la campaña 'Iguales: es hora de cambiar las reglas'.
“Entre los temas que hoy definen la agenda global, hay uno que tiene profundos vínculos e implicancias para el Perú: la desigualdad, expresada por las crecientes brechas de carácter económico, fundamentalmente, pero también sociales, de género, étnicas, entre otras; que existen entre aquellos que disfrutan de una posición segura y privilegiada dentro de una sociedad y aquellos que por diversas razones ven limitados su derechos: un empleo decente, un ingreso suficiente, una alimentación adecuada, una vivienda segura, para ellos y sus familias”, detalla.
El lanzamiento a nivel global de la campaña 'Iguales: es hora de cambiar las reglas' busca llamar la atención sobre la desigualdad, particularmente la desigualdad extrema, y promover la adopción de políticas e iniciativas que específicamente atiendan este problema.
Mendoza subraya que si bien los datos oficiales indican que la desigualdad en el Perú medida por la distribución del ingreso (índice de Gini) ha caído durante los últimos años, no alcanzamos los niveles más reducidos que registran los países de elevado desarrollo humano. El Perú enfrenta un menor crecimiento y ello afectará la disminución de los niveles de pobreza, “por ello debemos preocuparnos por cómo asegurar la inclusión y la sostenibilidad, sobre todo de los sectores más vulnerables”, agrega.
Para Oxfam, temas como la diversificación productiva, las políticas de género, el apoyo a sectores como la pequeña agricultura y el desarrollo territorial integral, entre otros, deben retomarse como los ejes de una discusión franca que busque articular el crecimiento económico con la reducción de las brechas de la desigualdad y la generación de oportunidades para todos en el Perú.
En tanto la incidencia de la pobreza urbana es hoy de 16%, en el ámbito rural alcanza el 48%, es decir, un habitante rural tiene el triple de probabilidades de ser pobre respecto al habitante urbano. Lo mismo ocurre si se comparan las regiones naturales: quien vive en la sierra tiene el doble de probabilidades de ser pobre que uno que vive en la costa. En género también: las mujeres ganan dos tercios de lo que un varón.
A pesar del crecimiento económico, el poblador rural, la jefa de hogar, el habitante indígena, entre otros, enfrentan una realidad marcada por desventajas que no surgieron de la noche a la mañana y que demorarán mucho en desaparecer, pero que pueden y deben ser enfrentadas con la debida voluntad política.
La desigualdad es un tema prioritario para la agenda nacional y las políticas públicas no pueden estar disociadas de una perspectiva de desigualdad. Ello incluye el establecimiento de objetivos concretos post 2015 dirigidos a eliminar la desigualdad extrema para el año 2030; distribuir la carga fiscal de manera justa y equitativa, fomentar la igualdad económica y los derechos de las mujeres, y asegurar el acceso a servicios públicos gratuitos universales para todas las personas.
El gobierno nacional y los gobiernos subnacionales deben desarrollar estrategias enfocadas a la reducción de las disparidades en oportunidades y derechos, con metas y asignación específica de recursos, en el marco de pacto entre Estado y sociedad que no se base en el asistencialismo y la verticalidad, sino en la justicia y la inclusión, respetando y fortaleciendo la voz y la participación de todos los peruanos.
- los no pobres
"Mucho se habla de los emergentes –apunta Zamora– pero en realidad deben denominarse 'no pobres'. Son quienes tienen un ingreso diario superior a los S/.12 y menor de S/.30, y conforman el segmento más grande de la población (12 millones, 40.1% de los peruanos).
Estos connacionales han logrado salir de la pobreza, sin embargo están lejos de alcanzar una situación de estabilidad en sus ingresos y condiciones de vida. "Ante una desaceleración económica y en ausencia de una red de protección social, estas personas podrían volver a caer en la pobreza", advierte el especialista.
La vulnerabilidad y precariedad de ingresos de muchos de estos peruanos se manifiestan en el hecho de que una persona que gane el equivalente al salario mínimo vital o incluso menos (S/.750 mensuales o S/.25 diarios), calificaría como parte de esta clase media “emergente”.
Por ello, es necesario tener una lectura prudente de lo que nos dicen las cifras de reducción de la pobreza monetaria y de niveles de ingresos sobre aquellos que mediante diversos mecanismos consiguieron salir de la pobreza en los últimos años.
Esta vulnerabilidad económica de los “no pobres” expresa brechas de desigualdad en aspectos fundamentales tales como salarios, condiciones laborales, acceso a medios de vida, cobertura de servicios esenciales, y otros elementos que más allá del mero incremento de ingresos, son los que contribuyen a reforzar la resiliencia y estabilidad de las economías de estos peruanos y sus familias.
En el caso del Perú, Oxfam considera que si bien el periodo de alto crecimiento económico se ha reflejado en la reducción de la pobreza monetaria y la mejora de diversos indicadores sociales, aún persisten severas brechas y barreras estructurales que afectan a millones de peruanos, lo que en un contexto de desaceleración del crecimiento económico, se traduce en incertidumbre sobre la sostenibilidad de los avances logrados.
Un elemento clave para la reducción de la desigualdad extrema es garantizar el acceso universal y oportuno a servicios esenciales de calidad. Invertir en servicios públicos gratuitos es esencial para cerrar la brecha entre las personas ricas y el resto. Cada año, 100 millones de personas en todo el mundo se ven sumidas en la pobreza por tener que pagar para recibir asistencia médica. De 2009 a 2014, al menos un millón de mujeres han muerto durante el parto en todo el mundo debido a la falta de servicios básicos de salud.
- el caso particular de madre de dios
El caso de Madre de Dios; que tiene el porcentaje de población en pobreza más bajo del país (3.8%); evidencia que no basta con el incremento de ingresos para superar las desigualdades, pues esta región sigue teniendo un deficiente desempeño en educación y salud pública. ¿Qué dice el informe de Oxfam?
"Aunque importantes, los avances en la reducción de la pobreza monetaria que el Perú ha gozado, no pueden hacer olvidar que el desarrollo económico y social va más allá de cuánto se incrementan los ingresos de las personas; pues en el Perú estamos aún lejos de alcanzar el pleno disfrute de derechos esenciales en salud educación, seguridad ciudadana, trabajo digno, entre otros, que definen el bienestar humano.El incremento de ingresos es un elemento necesario e importante, pero no suficiente para la reducción de la pobreza y la mejora del bienestar de las personas. En ausencia de políticas específicamente dirigidas a lidiar con las desigualdades, se puede generar una visión distorsionada que podría paradójicamente terminar perpetuando las vulnerabilidades y brechas de la desigualdad.
Madre de Dios ilustra bien los peligros de una visión de la pobreza limitada al aspecto monetario, ignorando elementos esenciales del bienestar y de la igualdad como el acceso universal a servicios esenciales o el respeto a los derechos laborales.
Debido a la expansión de la minería aurífera ilegal, Madre de Dios ha disfrutado de un espectacular crecimiento económico en años recientes, lo cual se ha reflejado en una drástica reducción de las cifras oficiales de pobreza monetaria (apenas 3.8% de la población); convirtiéndole en la región con menores niveles de pobreza, más bajos incluso que Lima y otras regiones tradicionalmente consideradas como las más ricas y desarrolladas del país.
Sin embargo, la mejora del panorama socioeconómico de Madre de Dios no resulta tan evidente al examinarse con mayor detalle, pues estamos ante una región envuelta en una profunda crisis de la institucionalidad, con una presencia del estado que es débil e insuficiente para garantizar los derechos de la población.
Los indicadores sociales nos cuentan una historia diferente. Madre de Dios figura entre las regiones con peor desempeño en rubros claves como logro educativo o salud pública, entre otros; reflejando como las brechas de desigualdad están lejos de ser superadas. Así, en Madre de Dios el porcentaje de niños de 2do grado con nivel satisfactorio de comprensión lectora es sólo un tercio del porcentaje nacional, mientras en matemáticas es apenas la mitad. De igual forma, en Madre de Dios la disponibilidad de médicos y enfermeras por cada mil habitantes es marcadamente inferior al nivel nacional y de Lima Metropolitana.
Madre de Dios es un caso extremo que evidencia cómo en un país de realidad tan heterogénea y compleja como el Perú, no basta con la reducción de la pobreza monetaria para superar desigualdades estructurales en el acceso y disfrute de derechos esenciales. Es necesario que la discusión sobre la reducción de la pobreza y la desigualdad se aborde con una visión más amplia, multidimensional y con un enfoque de derechos, incluyendo la reafirmación del rol del estado, que tiene una obligación irrenunciable ante los peruanos, la que hasta el presente no ha asumido debidamente."
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