Es oficial. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía de China es más grande que la de los Estados Unidos en términos de PBI real. 

Sin embargo, este logro, habida cuenta un posible enfriamiento chino, podría traer mucha miga para el resto de la economía global.

Veamos cuáles son las factores que están en la base del modelo de crecimiento chino y cómo afectará al resto de la economía internacional una eventual contracción en su crecimiento macroeconómico.


CHINA: MÁS QUE LA HISTÓRICA Y MILENARIA “RUTA DE LA SEDA”

Después del colapso económico del período comprendido entre mediados del siglo XIX y las primeras cuatro décadas del siglo XX (invasión británica, la Guerra del Opio, el conflicto con Japón y la Revolución Comunista), China inició un período de extraordinario crecimiento económico.

No obstante el costo humano del modelo plasmado en sendas reformas maoístas (el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural), el país creció sostenidamente entre los años 1949 y 1978. De acuerdo a Angus Maddison, autor de The World Economy Historical Statistics

“China experimentó durante el periodo maoísta un crecimiento superior a la media mundial en términos de población, PIB y PIB per cápita. Si bien es cierto que coincidió con un momento muy dulce de la economía mundial (años 50 y 60), al menos China había conseguido sentar unas bases para el desarrollo posterior a 1978”.

Otro tanto anota Alberto Lebrón, corresponsal de Bussiness Televisión en China y Asia-Pacífico a propósito del crecimiento en términos del PBI en el lapso 1949-1978: 

“De los cinco países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); solamente el gigante latinoamericano consiguió batir al chino en aumento del PIB, tanto absoluto como per cápita. Ni tan siquiera Occidente había logrado superar el crecimiento de las principales magnitudes chinas durante este periodo, algo por otra parte normal si atendemos nuevamente a la teoría económica”.

Para el Banco Mundial (BM), cinco son las iniciativas que implementó la República Popular China a partir de 1978 para obtener estos resultados:

1) Liberalización y promoción de empresas privadas en sectores considerados no estratégicos, atendiendo gradualmente al dictado del mercado (“para cruzar el río, hay que sentir las piedras y orientarse en consecuencia”).

2) Armonización del crecimiento, inflación y estabilidad social. Entre los años 1985 y 1990, la inflación anual en China coqueteaba siempre con el 10% (mientras que su PIB real apenas llegaba al 4%). Las protestas estudiantiles, y posterior represión de la Plaza del Tiannanmen, deben contextualizarse también en el peor escenario macroeconómico vivido por China durante dicho periodo (bajo crecimiento, elevada inflación e inestabilidad social). PIB, IPC y empleo condicionan sustancialmente, todavía hoy, las políticas económicas en China.

3) Incentivos a la competencia entre todas las regiones del país.

4) Eliminación de barreras dentro del mercado nacional (si bien aún existen limitaciones serias al libre movimiento de trabajadores por culpa del empadronamiento permanente en las provincias de origen o hukou).

5) Integración en la economía mundial, poniendo punto final a un historial económico marcado por el aislamiento permanente. China es miembro de la Organización Mundial del Comercio (WTO, por sus siglas en inglés) desde 2001. Desde entonces, el volumen de su comercio exterior se ha multiplicado por cinco. Sin embargo, sigue sin ser considerada una economía de libre mercado y acumula casi veinte denuncias por dumping comercial.

Lebrón resume consecuencia de estas reformas en el PBI, que se multiplicó por 130 entre 1978 y 2011 (un promedio de 10% año aproximadamente); el PIB per cápita, por su parte, lo ha hecho por 92 veces; sin embargo, ha habido un aumento de la desigualdad social, sobre todo entre el campo y la ciudad. No obstante, Lebrón explica que “el índice GINI chino es menor que cualquiera de los conocidos como países BRICS”; entre los años 1981 y 2005, la pobreza se ha reducido de niveles del 98% al 36% de la población.

A estos logros anotados por el corresponsal, añadiremos que –de acuerdo a estimados del FMI- el PBI chino sumará US$17.6 billones, en tanto el mismo indicador para los Estados Unidos será de US$17.4 billones. Así, China es líder absoluto de la demanda y oferta mundiales, exportaciones, sector manufactura y el primer tenedor de activos financieros sean éstos líquidos (moneda), de renta fija (es el principal poseedor de deuda soberana estadounidense o “bonos del tesoro americano”), renta variable y contratos a futuro derivados.


¿MÁS GRANDE ERES, MÁS FUERTE ES LA CAÍDA?

“La meta oficial de crecimiento de China (para 2014) es del 7.5%. Alguien que pronostique un 7% es considerado pesimista, y si predice una desaceleración al 6.5% es visto como un fanático total”, dice Kenneth Rogoff, profesor de economía y políticas públicas de la Universidad de Harvard.

A pesar de las cifras oficiales, y de acuerdo a Rogoff, un ralentí en el ritmo de crecimiento se hace cada vez más evidente.  ¿Por qué? En primer lugar, está el cambio de modelo económico. De basar la producción en exportaciones de bienes de consumo y de la centralidad del gasto público, el cambio de ‘chip’ -delineado por el el gobierno central del presidente Xi Jinping- propone pasar a una economía más “sostenible” desde dentro y donde el consumo y demanda internas sean estimuladas por políticas de fomento.

Siguiendo a Rogoff, “Mientras que casi todos los países del mundo están tratando de fomentar el crecimiento, el gobierno de China intenta desacelerarlo para llegar a un nivel sostenible. A medida que China se transforma en una economía más impulsada por la demanda interna y más orientada a los servicios, una transición a un crecimiento menor es inevitable y deseable al mismo tiempo. No obstante, los desafíos son enormes y no debe esperarse que el proceso sea fácil”.

Como vemos, realizar ‘aterrizajes suaves’ en economías de libre mercado no es cuestión manida ni tarea fácil. Conciliar una baja inflación acompañada de un crecimiento recurrente, es cosa de ‘maestros de orquesta sinfónica'.

cartel ironizando la propaganda maoísta de los años 50 y 60, pero con mucho tufillo de verdad. foto:  downwithtyranny.com

¿Qué está sucediendo en China en estos momentos? Es evidente, al menos empíricamente, que la economía de la primera potencia económica mundial va a caer y de manera significativa, según Rogoff. La demanda de energía -indicador clave para medir la productividad del sector manufacturero exportador- ha retrocedido debilitándose en los últimos meses. En tercera instancia, la caída de precios en vivienda “es otro indicador clásico de una economía vulnerable” como anota Rogoff.

Otros temas en la agenda para Xi Jinping son la lucha contra la corrupción y la contaminación. En cuanto a la primera, el plan es atajarla al interior del aparato de gobierno y en el gasto público (contrataciones, infraestructura y obras). “Por un lado, puede decirse que hasta ahora la corrupción china ha sido más un impuesto que una fuerza paralizante y que cambiar las reglas del juego drásticamente podría por sí mismo catalizar una fuerte caída de la producción”, explica el docente de la Universidad de Harvard. Respecto a la contaminación, se hace urgente mejorar la calidad de vida –rural y urbana- en este tópico. 


QUIÉNES SE RESFRIARÁN Y QUIÉNES ESTORNUDARÁN FELICES

¿Y quiénes se ven afectados y por qué? En primera instancia, todos. Siendo la economía más poderosa en términos de PBI y tenencia de activos financieros a nivel global, tiene sentido pensar que no sólo sufrirán los países exportadores de materias primas que despachan hacia China, sino las economías en desarrollo, desde cuyos gobiernos y corporaciones se emiten vehículos de inversión que China ha estado adquiriendo regularmente en los mercados de capitales internacionales.

No obstante, habrá economías que tendrán un espacio holgado de intercambio comercial con esta suerte de “Síndrome de China”. En la lucha constante del gobierno chino por buscar mayores salidas y cuotas de consumo y demanda internas –según el portal Quartz- la importación de alimentos impulsará la actividad de productos agrícolas en países como Estados Unidos, Australia, Argentina y Brasil. Por otro lado, en el afán de ‘liberalizar’ la economía china, la menos recurrente propensión a brindar subsidios a empresas manufactureras obligará a los fabricantes chinos -en amague de bajar costos- a buscar fuerza laboral en economías como México y el sureste asiático.

Sin embargo, Keneth Rogoff no es tan optimista: “Si el crecimiento de China se derrumba, las consecuencias globales podrían ser mucho peores que las de una recesión estadounidense normal”.

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