Las ciudades del mundo albergan espacios exclusivos de determinadas clases sociales. Son rincones en los que el acceso está restringido a aquellos que no pertenecen a tales comunidades. Los mecanismos utilizados para obstaculizar el paso de los otros varían: hay barreras físicas como las rejas o muros; hay barreras invisibles, sostenidas por prejuicios.
Pero, en ocasiones, la configuración de la ciudad lleva a que ambos rincones se encuentren, compartan un mismo entorno. No es un fenómeno nuevo. Y es más, conforme pasan los años se hace cada vez más recurrente.
Las siguientes imágenes —provenientes todas, en esta oportunidad, de Latinoamérica— no solo sacan a la luz la diferencia entre ambos sectores, sino que revelan que para muchos este hecho ya se trata de algo normal. Y esto último es mucho peor.