Entre los pintores excepcionales que tiene el Perú, Tilsa Tsuchiya tiene un sitial de primera línea. Hablamos con ella, a propósito de su muestra “Mitos”, en Camino Brent. 

-¿En qué año egresaste de Bellas Artes?

-En 1969... Espera... en 1959. Perdona: yo vivo con diez o veinte años de atraso.

-No con la pintura que haces. Esta mitología que configura tu muestra, ¿de dónde surge?

-De aquí... Espera...

Tilsa enciende un cigarrillo mentolado:

-Algunos son mitos peruanos -dice-. Como el mito del árbol de la coca, al que he titulado el Mito de la laguna. Después está el Mito del guerrero rojo, originario del bosque de piedra, de Cerro de Pasco. Y el Mito del pájaro y las piedras, que es del Cusco.

-¿Cómo es que estos mitos quechuas tienen una figuración oriental en tus cuadros? Algunos parecen demonios orientales...

-Ah, pero qué quieres. Los peruanos tenemos, también, mucho de orientales.

-¿Plasmas esos mitos transmutándolos, o te documentas figurativamente?

-Bueno, algunos me los han contado. En otros, para pintar el fondo, como en el Guerrero Rojo, he tenido que recordar de cuando era chiquita y fui a Cerro de Pasco, para poner el ambiente gris, casi negro.

-Pero, sobre todo, tus cuadros ¿son vuelo de tu imaginación?

-No son vuelos.

-¿Qué son?

-Espera. Déjame ubicarme. Mira: no son vuelos. Son cosas que sé.

-Pero, ¿de dónde te viene ese conocimiento? Porque si fuera un conocimiento general, cualquiera pintaría como tú.

-Mira: he tratado toda mi vida de entender profundamente todo lo que es muy antiguo.

-¿Tan antiguo, que te remontas a la mitología?

-Trato de entender el lenguaje de los símbolos.

-¿Se trata de símbolos sociales, espirituales, psicológicos o de la memoria colectiva?

-Eso tengo que pensarlo. Espera... (fuma). Son símbolos espirituales, de la memoria colectiva y sociales.

-Entonces, estos símbolos transcienden su localismo peruano. ¿Es así que alcanzas la universalidad de tu lenguaje?

(Abriendo mucho los ojos) -¡Claro, claro!

-¿Cómo empiezas y desarrollas un cuadro? Tomemos por ejemplo El mito del árbol.

-En este de aquí, sólo pensé... Es un mito mío ¿ya?... ¿Un mito mío?... No estoy segura. Cuando pinté este cuadro, pensé en el árbol. El árbol es vida. Se parece al hombre. Y las ramas, así, se envuelven en sí mismas, como el hombre que se vuelve sobre sí mismo. Este sí, no es un mito, ¿ya?

-Pero, además del árbol, hay una figura humana. ¿Cómo plasmaste la composición de ambas figuras?

-No. Mira: yo creo que en esta composición, he puesto mucho de la mujer. He tratado de expresar lo que la mujer es en sí. Es naturaleza. Es Animal. Media humana... (ríe). Las mujeres se van a poner furiosas por esto.

-Serían tontas de hacerlo. Escucha: ¿por qué has abandonado un símbolo anterior tan rico, como es el pez?

-No lo he abandonado.

-En esta muestra no hay peces.

-No. Pero busco otra cosa para ir completando. Soy muy segura. Voy lento, pero seguro. Trato de descubrir cosas, para después unir todo.

-¿Cada muestra tuya es una búsqueda en una dimensión de lenguaje, entonces?

-Sí (enciende otro cigarrillo).

-¿Tú preparas una conjunción final de todos estos factores para un lenguaje final? ¿Cómo será ese lenguaje?

(Gesticulando, abriendo mucho los ojos) -Claro. Todo. ¡Ah, pero no sé cómo será ese lenguaje final!

-¿Ocurre que al terminarlos, tus cuadros son una sorpresa para ti misma?

-Claro (ríe).

-¿Crees que esas atmósferas, esos espacios que concibes en tus cuadros, existan en alguna dimensión?

(Vivamente) -Ah, pero si ahí vivo.

-¿Quieres decir que la realidad cotidiana que vives, se inviste de esos climas y atmósferas oníricas?

-Sí.

-¿Vives?...

-Espera. ¿Sabe qué? Creo que yo vivo jugando.

-¿Pintas también como jugando?

-Ah, sí. Si no jugara, no pintaría.

-¿Ganas con eso espontaneidad?

-No sé. Pero me divierte.

-Pero, esa diversión entraña que, en el fondo, estás diciendo cosas muy serias a quienes ven tus cuadros.

-Ah, yo soy seria.

-En ese caso, ¿jugar, para ti es algo muy serio?

-Claro. Hay que saber jugar.

-¿Qué aconsejarías a quienes ven tus cuadros? ¿Qué te tomen en juego o en serio?

(Ríe) -Espera (piensa). -¿Que aconsejaría?... Lo que puedo decir, mira, es que espera. ¿Cómo te digo?

-Dilo como siempre: con franqueza.

-Ya. La verdad es que cuando ven mis cuadros, siento mucha vergüenza...

-¿Vergüenza?... ¿Estás bromeando?...

-Es que, es como si me estuvieran viendo por dentro.

-¿Pones lo esencialmente íntimo de ti en cada obra?

-Sí.

-¿Crees que de tu obra se desprende una filosofía de la vida y del arte?

-¡Ah, claro!

-¿Cómo la definirías?

-No sé. Tú sabes como soy yo. Pero, ¿sabes cuál es?

-¿Cuál?

-Vivir jugando bellamente, honestamente, sin trampa.



Los mitos de Tilsa por Seymour, aparecido originalmente en El Comercio, suplemento Dominical (Lima), 7 de noviembre de 1976, p. 22.



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