Las fotografías que conforman esta serie son retratos de distintos vacíos. Es cierto, aparecen individuos, paisajes, edificaciones. Pero cada uno de esos elementos no son más que escombros. Las miradas de los soldados o de los pacientes hospitalizados son clara prueba de ello. 

Hay que darse cuenta que lo que vivieron aquellos habitantes de Hiroshima fue una experiencia cercana al armagedon. De modo que en sus retinas, así como en sus maltratadas pieles, quedarían para el resto de sus vidas las imágenes de la destrucción. Una catástrofe que, aunque proviniera del cielo, no era para nada una respuesta divina, sino un gesto plenamente humano.

Wayne Miller, fotógrafo de la agencia Magnum, tuvo la oportunidad de recorrer los rincones de lo que alguna vez fueron las calles de Hiroshima. Y lo hizo apenas a unas semanas luego de la caída de la bomba. Sus imágenes, entonces, revelan nítidamente la sensación de desamparo —material y espiritual— que se apoderó de los sobrevivientes. 

A continuación, una selección del trabajo de Miller.



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