La inseguridad ciudadana es, de lejos, el principal problema que afecta al país. Y no se trata sólo de una percepción. Ni se trata únicamente de Lima, donde los robos medianos y grandes, con muertos y a plena luz, son cosa literalmente de todos los días. Fuera de Lima la cosa va de mal en peor. 

En ciudades del norte como Trujillo y Piura el poder de la autoridad civil y policial está rebasado por la actuación de redes de criminalidad. En el sur las cosas no van mejor: una ciudad como Juliaca, en Puno, es una puerta abierta para la salida de droga hacia Bolivia y Brasil. 

Por si fuera poco, la corrupción campea en la Policía, como se pudo comprobar hace pocas semanas, por ejemplo, cuando se detuvo a efectivos que facilitaban la salida de cocaína por el aeropuerto Jorge Chávez, nada menos. Es decir, si tenemos a policías incapaces de impedir la salida de droga por el aeropuerto y que además la facilitan, entonces estamos muy mal.

Mucho se habla de la necesidad de una reingeniería total en la Policía para retirar a los policías corruptos y quedarse con los buenos. En general, la imagen que los ciudadanos tenemos de la Policía es negativa. ¿Podrá Urresti lidiar con los problemas de la Policía al frente de la cartera del Interior? ¿Podrá un ex militar batallar contra la inseguridad ciudadana que nos preocupa a todos?  

En unas horas juramentarán los nuevos ministros. Y a partir de ese instante tendrán que afrontar una serie de problemas que, por supuesto, arrastran sus antecesores. ¿Estarán a la altura?

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