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El quechua y la ciudadanía

No se trata de ser optimista o pesimista en relación al futuro de este idioma, sino de preguntarnos qué vamos a hacer al respecto", dice antropóloga Patricia Ames.

Publicado: 2014-06-09

Si algo hay que agradecerle al economista Richard Webb en estos tiempos –desde una óptica lejana a la economía y los negocios– es que se haya atrevido a escribir una columna en la que proyecta el fin del idioma quechua, pues ello ha dado lugar a que quechuahablantes e investigadores se pronuncien al respecto y le demuestren que el runasimi sigue vigente, aun cuando en algunas interrelaciones sociales se prefiera hablar en castellano.

El hecho de que algunos quechuahablantes se hayan sentido discriminados y como consecuencia prefieran reservar la lengua madre para relaciones familiares, amicales, comunales o de su propia cultura, y que apuesten además por la educación bilingüe para que sus hijos se expresen en castellano, no es un signo de que abandonan sus raíces y mucho menos de que éstas se extinguirán. Por lo menos con el quechua no ocurrirá lo de otras lenguas prehispánicas que sí han quedado en el olvido debido a que ya no hay herederos de aquéllas y, por tanto, no hay un registro oral.

Actualmente se calcula que en el Perú se hablan ocho variantes del quechua y que la sierra sur tiene más quechuahablantes. Pero si se mira hacia Lima, veremos que aquí en medio de toda la modernidad, el quechua se expresa gracias a los migrantes andinos, que hoy ya son tercera generación y que revaloran sus costumbres, su cultura y –como símbolo esencial de ella– su lengua materna.

De acuerdo con el último censo nacional (2007), se estima que más 3'200,000 lo hablan, 13% de la población peruana. En un reciente conversatorio se relató que cada vez más jóvenes urbanos de provincias andinas quieren aprender a hablar en quechua, no sólo para desarrollar proyectos de desarrollo o negocios con los quechuahablantes sino porque consideran que es parte de su cultura.

El quechua no se habla sólo en los departamentos del sur andino y en las zonas rurales: Lima es la ciudad con mayor número de hablantes de quechua (más de medio millón).

Para Patricia Ames, antropóloga del Instituto de Estudios Peruanos, las razones por las cuales las personas hablan o dejan de hablar el quechua no se explican sólo por decisiones individuales sino que están vinculadas a dinámicas sociales. “Desde esta perspectiva es posible discutir los cambios sociales actuales, los nuevos referentes y usos del quechua, el papel de las políticas públicas, y comprender más claramente que no hay nada inexorable en el futuro del quechua, y que este dependerá en gran medida de las decisiones que tomemos como sociedad”, dice.

Ella propone examinar las razones por las cuales las personas hablan o dejan de hablar el quechua y mostrar que no se trata sólo de decisiones individuales sino que estas se hallan en gran medida atravesadas por dinámicas sociales. “Desde esta perspectiva es posible discutir los cambios sociales actuales, los nuevos referentes y usos del quechua, el papel de las políticas públicas, y comprender más claramente que no hay nada inexorable en el futuro del quechua, y que este dependerá en gran medida de las decisiones que tomemos como sociedad”, subraya.

Cifras relativas

La estadística nacional esconde realidades regionales con un uso mayoritario del quechua: en algunas regiones, la proporción de la población que aprendió el quechua en su niñez representa un porcentaje mucho mayor, como en Apurímac (72%), Huancavelica (65%) o Ayacucho (64%), señala Ames en un reciente artículo de Ia revista Idele

"Las cifras del censo sin embargo deben examinarse con mayor detenimiento pues no corresponden al número total de personas que hablan quechua en el Perú ya que excluyen a los que lo aprendieron como una segunda o tercera lengua. En efecto, muchos niños y jóvenes cuyos padres o abuelos hablan quechua, aprendieron a hablar primero el castellano, pero incorporan en su ambiente familiar el quechua como segunda lengua, pues se desenvuelven en hogares bilingües. Del mismo modo, jóvenes y adultos de regiones con un porcentaje mayoritario de quechuahablantes aprenden el quechua como segunda lengua en tanto les permite comunicarse con un amplio sector de la población de su región. Necesitamos entonces datos y evidencias más precisas y actuales que nos permitan una mejor comprensión de la situación actual del quechua y una toma de decisiones más informada", explica. 

El quechua se habla en otros países de la región, como Ecuador, Bolivia y Colombia y en el norte de Chile y Argentina, alcanzando más de 10 millones de hablantes.

El quechua se utiliza también activamente en el mundo virtual: existen centenares de páginas web que lo utilizan en diversidad de formas: desde videos en youtube, pasando por cursos online de quechua, revistas virtuales y hasta radios online con trasmisión en vivo para que los migrantes trasnacionales puedan celebrar las festividades locales en tiempo real.

"La lengua quechua muestra gran vitalidad entonces y nuevos espacios y formas de empleo. Y sin embargo es cierto que cotidianamente muchas personas toman la decisión de no hablarla en determinados contextos ni enseñarla a los niños pequeños. ¿Por qué?", reflexiona Ames.

No renuncian

La razón no es ninguna novedad: hablar quechua se ha asociado a lo largo de nuestra historia con la identidad indígena, el origen campesino o provinciano, la pobreza, la marginación y la exclusión social. "Diversos antropólogos, me incluyo entre ellos, han documentado los anhelos de varones y mujeres hablantes del quechua de evitar que sus hijos sufran la discriminación y el desprecio del que ellos y ellas han sido testigos o víctimas, y que se traduce en una gran demanda por la educación y el acceso al castellano. Esta demanda sin embargo no implica una renuncia total a la lengua y a la identidad quechua. Como he señalado antes, es una búsqueda y un reclamo de igualdad, que puede ir de la mano con la afirmación y el reconocimiento de la diferencia cultural", detalla.

Para ella no es que las personas que hablan quechua sean desleales a su lengua y su cultura, sino que aspiran para sus hijos una ciudadanía más plena, en el que sus derechos e identidades sean respetados. Y en el Perú, para acceder a esa ciudadanía –enfatiza Ames– hay que saber castellano.  

Nuevos referentes sociales

¿Por qué un padre, una madre, que habla quechua, enseña castellano a su hijo o lo envía al colegio del distrito para que aprenda un mejor castellano? "Para que tenga éxito en el sistema escolar (que funciona predominantemente en castellano), para que acceda a la educación superior (que se ofrece en castellano), para que consiga un buen trabajo (en el que hablará castellano), para que pueda hacer sus trámites sin problemas (en las oficinas de salud, educación, justicia, comisarías y demás, donde se atiende en castellano)".

"En todos esos entornos saber el castellano sería una ventaja y saber el quechua una desventaja. ¿Pero que pasa si eso cambia? ¿qué pasa si se puede hablar quechua en la escuela sin temor a burla o represalia? ¿Qué pasa entonces si para conseguir un trabajo es necesario saber quechua? ¿o para egresar de la universidad? ¿qué pasa si el quechua se transforma en una ventaja? ¿qué pasa si saber quechua no es sinónimo de ser pobre? ¿qué pasa si aparecen profesionales quechuas, artistas quechuas, líderes políticos quechuas? ¿qué pasa si las escuelas, las postas, las comisarías atienden también en quechua? ¿qué pasa si tratamos con respeto a la persona que habla quechua? ¿qué pasa si saber dos lenguas no es un problema sino una fortaleza?", se pregunta la antropóloga.

Todas estas cosas no son un simple ejercicio de imaginación: son cosas que ya están pasando en el Perú. Quizás no en todas partes y quizás no masivamente, pero están pasando y están creando nuevos referentes sociales para el quechua. Y en la medida en que estas acciones reciban impulso, la antropóloga asegura que el quechua dejará de ser visto como una desventaja o como un estigma.

Lengua y ciudadanía

Ames está segura de que la educación bilingüe intercultural no cambiará por sí sola el estatus del quechua en la comunidad, en la región, en el país. "Se necesita una política lingüística integral, el acceso a servicios de salud, de justicia, de seguridad, con personal que hable quechua, y que trate con respeto a la persona que habla quechua; se necesita invertir en la producción cultural en quechua (desde libros, música, y páginas web hasta medios de comunicación e industrias culturales)", indica. 

Aunque muchos se empeñan en repetir que la historia de la humanidad camina en una sola dirección –explica–, las ciencias sociales insisten desde hace décadas que esto no es así: la historia humana muestra avances y retrocesos, vueltas en círculo, momentos de apertura a la diversidad, momentos de cerrazón y homogeneización, valoraciones negativas que se tornan positivas con el cambiar de contextos y coyunturas. "No se trata entonces de ser optimista o pesimista en relación al futuro del quechua, sino de preguntarnos qué vamos a hacer al respecto, desde donde nos toca", subraya.

En opinión de la especialista, no sólo se debe hablar del destino de una lengua originaria, sino también de los derechos de las personas que hablan esa lengua, que son ciudadanos de este país, y que han visto escatimado su acceso pleno a esta ciudadanía por hablar una lengua diferente al castellano. "Revertir eso no sólo no es imposible, sino que es una tarea ineludible si de verdad queremos construir un país democrático", enfatiza.

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Escrito por

ALBERTO ÑIQUEN G.

Editor en La Mula. Antropólogo, periodista, melómano, viajero, culturoso, lector, curioso ... @tinkueditores


Publicado en

Redacción mulera

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