¿Puede ganar Susana Villarán?
Quizás, sólo quizás, su reelección está más cerca de lo que pensamos. Y quizás sus enemigos lo saben.
La respuesta más obvia a esta pregunta es: será difícil, pero sí. Y no sólo porque cualquiera que se presente, en realidad, puede ganar una elección peruana (la historia reciente nos lo demuestra con amplitud) digan lo que digan las encuestas a seis o cinco meses de la votación, sino porque la alcaldesa llega a este momento con más positivos de los que le solemos adjudicar, y con menos negativos.
Esto, por cierto, parecen saberlo todos sus opositores, quienes no se han quedado tranquilos desde que se hizo claro que Villarán buscaría la reelección, aún antes de que hiciera el anuncio oficial el viernes. La guerra sucia (en su contra) que ha caracterizado su paso por el municipio de Lima continúa. Y la guerra limpia también.
No es de ningún modo casual que desde diversas tribunas mediáticas (o "diversas", pues en realidad son la misma) se haya insistido desde el viernes en que sus posibilidades son nulas y su lanzamiento un despropósito.
Escribiendo en Perú21, por ejemplo, Carlos Meléndez mostró una inédita preocupación por las bases de la izquierda peruana, y nos dijo ese mismo día (quizás no sin razón) que si Villarán se lanza en alianza con otras organizaciones, en particular Perú Posible, podría resultar en una descomposición de los procesos por los que los cuadros internos del Frente Amplio se han venido consolidando. El sábado, pero esta vez desde El Comercio, el mismo analista se lanza contra la que parece ser la estrategia reeleccionista de la alcaldesa ( "al ya desgastado y superado discurso de honestidad versus corrupción le suma, esta vez, el de continuidad de las reformas versus retroceso"). y nos asegura que no será efectiva. También desde El Comercio, Martha Meier acusa a Villarán de ser "incapaz de reconocer sus propios errores, de ser coherente con ella misma y su oposición a las reelecciones", y la llama "leninista".
Y así sucesivamente. Este coro no va a callarse, y será parte fundamental de la campaña desde aquí hasta noviembre. Pero como nos recuerda en su columna de hoy Mirko Lauer, lo que Villarán tiene al frente desde la derecha es en realidad un campo dividido, con varias candidaturas en pugna. El sólido 49-59% de intención de voto que las encuestas le han venido a quien aparece como su principal opositor (el no declarado Luis Castañeda Lossio) sólo puede desmenuzarse en los meses que vienen. Ella, en cambio, empieza a aglutinar ya seriamente a fuerzas políticas que no son desdeñables, como Perú Posible y el nacionalismo.
Villarán llega también a este arranque oficial de su campaña en ascenso, con varios repuntes en las encuestas, tras los eventos de La Parada (una clara victoria suya) , el relanzamiento de la reforma del transporte y, como también anota Lauer, obras concretas que mostrar a lo largo de la campaña, que la ciudadanía quizá no ha visto en su conjunto ni presentadas con buena lógica marketera.
Es cierto que las divisiones internas de la izquierda están haciendo imposible una candidatura unitaria desde ese sector, el mismo que en la imaginación del votante promedio Villarán todavía representa. Pero esta última afirmación es cada vez menos exacta.
Y Villarán, si no lo sabía antes, parece haberlo aprendido bien desde el proceso de revocatoria por el que fue obligada a atravesar: "Villarán" e "izquierda" pueden ser dos identidades distintas, con costos diametralmente opuestos: electoralmente, lo más probable es que ella salga ganando de esa ruptura, y que el Frente Amplio (o sus varias organizaciones, aún no del todo articuladas) sean quienes pierdan. De ahí que lo que ahora tenemos no es tanto ese frente, sino una "coalición", más amplia.
Por lo demás, mientras más retrocede en nuestro recuerdo, el propio proceso de revocatoria que le permite a Villarán distanciarse de su ala izquierda le brinda un capital simbólico difícil de medir, pero real: ha luchado y triunfado sobre sus enemigos. Continúa de pie. En la política peruana, eso cuenta.
Villarán se está encargando de recordar a sus electores precisamente quiénes son esos enemigos. Su referencia a la "mafia" municipal es una clara mención de Castañeda y sus operadores. En su entrevista de hoy con La República, la alcaldesa insiste en el tema: su decisión, dice, fue motivada por la necesidad de "hacerle frente a quienes estaban detrás de la revocatoria". Todos sabemos de quién está hablando, y lo seguiremos sabiendo en los próximos meses.
Dicho lo anterior, queda esto: ¿vale la pena una nueva candidatura de Villarán y, potencialmente, una nueva gestión suya? Me lo he preguntado antes, sin hallar una respuesta definitiva. Pero la verdad es que, conforme nos vamos acercando a la fecha de la elección, e independientemente del daño que (como anota Meléndez) todo esto pueda hacerle a los procesos internos de la vapuleada izquierda peruana (procesos que habrán de continuar; si dependieran de una elección municipal, serían ellos los que no valen la pena), me parece que se va volviendo necesario considerar las alternativas.
Y ahí, los argumentos de Villarán resultan atendibles. No al retorno de probadas mafias. Y que sigan, aún a su lento paso, los planes de reforma. ¿Qué más hay?
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