Richard Webb y la desigualdad
Parece últimamente que el connotado economista Richard Webb no da, como se dice, pie con bola (mucho más de lo que suele sucederles a sus compañeros en la dismal science, o ciencia funesta).
Hace no mucho tiempo Webb se metió en un embrollo de marca mayor al escribir en El Comercio, muy campante, que en el Perú la lengua quechua no tiene futuro, y que su pérdida es lo que desean sus propios hablantes, pues hablando quechua su vida "se ha visto limitada a una pequeña comunidad humana". Pronto le salieron al paso al economista no pocos expertos, lamentando sus declaraciones y explicando por qué, habiéndose metido en zapatos que no son suyos, está completamente equivocado.
Hoy, y otra vez en El Comercio (ahora en una entrevista, no en su columna de opinión), Webb vuelve a lanzar opiniones que harán rechinar los dientes a más de uno. Y sobre un tema similar, aunque no el mismo.
Hablando sobre la disminución de la población rural en el Perú, y tras comentar que además de la larga historia de migraciones a las grandes ciudades, hoy se está dando también en el país una migración del campo a los pequeños pueblos, Webb dice:
"La gente no emigra por desigualdad, migra por pobreza. La gente no está pensando "él está allí y yo acá, eso no me gusta". Eso de la desigualdad es un tema más intelectual que de le gente. (...) Mucho más que la envidia es el deseo de salir adelante uno mismo lo que impulsa la migración".
No hace falta ser economista para darse cuenta de un error fundamental con estas afirmaciones. Hace falta sólo pensarlas por un minuto. La pobreza, por supuesto, plantea a "la gente" la necesidad de buscar nuevas y mejores opciones de subsistencia; "la gente", sin embargo, migra -es decir, se traslada de una locación geográfica a otra- precisamente porque se encuentra en una situación desigual.
Es decir, el motor de la migración de "la gente" que vive en condiciones de pobreza, tanto como la pobreza misma, es el hecho de que los recursos están distribuidos de manera desigual, como lo están las oportunidades, las opciones laborales, la educación, y una larga lista de etcéteras. Nadie se va del campo a la ciudad, o al pequeño pueblo, porque es pobre; quien lo hace, migra porque cree que el otro lugar está mejor, y que estará mejor ahí.
Y lo mismo puede decirse, por cierto, de quienes migran desde una ciudad (digamos, Lima) a otra en mejores condiciones, reales o percibidas (digamos, Santiago, Miami, Barcelona).
Pero más allá de eso, esta repetida dicotomía entre desigualdad y pobreza es algo que no parece sostenible, mucho menos en estos tiempos en los que todo el mundo anda con Piketty para aquí y Picketty para allá: como nos informa hoy mismo el propio El Comercio, este economista francés le ha dado irrefutable contenido matemático a la idea de que, en el sistema capitalista, la pobreza y la desigualdad van de la mano. Son, digamos, dos caras de una misma moneda.
Fuera de eso, ¿qué se puede decir de la idea de que quienes se fijan en el asunto de la desigualdad lo hacen "por envidia", y que la actitud correcta para "la gente" es la de "querer salir adelante uno mismo", sin mirar a los demás? ¿Y qué, por último, de la idea de que los temas "intelectuales" no son los de esa "gente" a la que repetidamente alude Webb?
Se puede decir mucho, la verdad. Pero creo que basta con subrayar esas expresiones, maravillarse de su elitismo y su torpeza, y pedirle a Webb que la próxima vez lo piense un poco mejor.