De los mitos y prejuicios en torno a la marihuana
Es importante diferenciar entre un usuario y un drogodependiente, entre la legalización y el debate, entre la psicosis y trastornos no comprobados, y otras hipocresías.
Cualquier consumo en exceso es dañino, no solo para uno, puede serlo también para los demás (fumadores pasivos por ejemplo). Existen sustancias legales que, incluso en su consumo controlado y sin embargo prolongado, pueden causar un daño irreparable para el organismo, y los adultos pueden elegir qué probar, qué experimentar, y no necesitan de una entidad paternalista que regule lo que vayan a probar, aun cuando fuese ilegal. Porque ciertas normas no aseguran, en la realidad, que no se consuma, ni se distribuyan ciertas drogas.
La diferencia entre un usuario de marihuana y un adicto es grande, libertad y dependencia están en juego respectivamente. Sería positivo que pueda establecerse, a través de un debate de especialistas, la diferencia entre un usuario -o acaso consumidor- y un adicto, porque este último es un problema que afecta directamente la calidad de vida de las personas. Entre más información, más libertad para elegir: si se mantiene el halo de prohibición, desde los sectores que gobiernan, la real dimensión de la problemática de las drogas y el narcotráfico no podrá salir a flote, y su enfrentamiento será a medias y llena de hipocresía (tal como la ley del Código Penal).
La legalización de la marihuana no es el primer paso, sino, es el debate entre el sector oficial y la sociedad civil conocedora del tema. El no rotundo a una problemática social X ha causado tantos estragos en la vida social de nuestro país, que uno más es como alimentar ese conservadurismo político y por consiguiente ético que solo sabe esparcir mitos y prejuicios. No es un mito, sin duda, que la edad promedio de inicio de consumo de marihuana, según información brindada por Devida, sea a los 15 años. No es un prejuicio que los establecimiento de salud no estén del todo preparados, ni son del todo carismáticos para poder acoger y atraer a chicos consumidores para que obtengan información, sin el miedo perpetuo de ser criminalizados.
La dependencia a la marihuana no es por la misma marihuana. Esta afirmación tiene su propia respuesta. Existe un sector del cerebro, vinculado a la búsqueda de recompensa y a la experiencia de la aversión -núcleo accumbens-, que se ve afectado en los consumidores habituales, según un reciente estudio -sobre la base de un población pequeña de experimentación-. Es importante saber que la drogodependencia se sostiene por cierta predisposición psicológica que necesita disparar los efectos del consumo de la marihuana, para compensar un déficit, originado por una alteración preexistente, o que en el camino del consumo, de manera paralela, se desarrolla. De manera que el problema no es la marihuana -como el único camino hacia las adicción, tal como suele satanizarse-, sino la problemática de la salud mental en las regiones -detección, prevención, tratamiento, a nivel no solo de trastornos mentales-.
Es por eso que la mal llamada “psicosis cannábica” puede basarse, no de manera exclusiva, en la vida social e íntima del que la padece -solo psicosis-, mientras se es consumidor de marihuana de manera paralela. Por testimonios, podría darse en consumos excesivos junto a estilos de vida poco sociables, tras un quiebre sentimental por un evento, por un estrés negativo sin resolverse. Lo recomendable, según intervenciones médicas, y no solo para el caso de la marihuana, sino para psicoestimulantes más potentes, es dejar de consumir en una situación donde los delirios de psicosis, o la depresión, han aparecido. El cuadro sicótico asociado al cannabis está vinculado al exceso de consumo, y ¿qué dijimos en la primera línea?
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