Troya ha caído en manos de los griegos y las mujeres troyanas son entregadas a los vencedores. El espíritu de Aquiles exige que se le sacrifique a Políxena, hija de Hécuba y Príamo, rey de Troya. La princesa prefiere la muerte a la esclavitud, y acude a su sacrificio de forma voluntaria. Cuando Hécuba se dispone a enterrarla descubre que su hijo menor, Polidoro, ha sido asesinado por Poliméstor, quien al ver la caída de Troya prefiere quedarse con el tesoro troyano antes que cumplir con cuidar del hijo del rey. Hécuba clama venganza y lo hará con sus propias manos. Eurípides, poeta y dramaturgo griego, presentó esta tragedia al público ateniense en el año 424 a.C. y ahora en el 2014 el talentoso director y actor Edgard Maximiliano Guillén Mendoza (76) la presenta a los limeños durante una semana en la sala de la AAA. LaMula.pe conversó con él acerca de 'La misa de Hécuba'.

- La condición humana
“Es irónico que para hacer una apología de la paz, del amor y de la sabiduría de los hombres tenga que contar una de las más terribles historias del teatro griego: la de Hécuba, a quien la violencia la conduce a la más terrible de las venganzas”, reflexiona Edgard. “Hécuba se cuestiona como ser humano, pero también cuestiona a los dioses de su tiempo, dice que los dioses odian a la humanidad”, añade.
“Elegí esta obra porque en las palabras de Eurípides se dice lo que sigue siendo el ser humano hoy en día. Nos habla de la brutalidad que todavía anida en las personas. Nos habla de la condición humana. La elijo por la similitud con lo que ocurre en nuestra época. Siempre me gustó hurgar, indagar y procesar largamente un trabajo y esto ha ocurrido con Hécuba. Además, pienso que el teatro debe ser contestatario, tiene que decir cosas importantes, actuales”, dice a LaMula.pe.
“Los grandes discursos por lo general vienen de grandes mentirosos. Los hombres cuando piensan son capaces de ocultar lo que quieren ocultar. Pero cuando se les cansa el cerebro quedan como ratas en un rincón”, Hécuba.
Si bien en los años ochenta, Edgard hizo breves temporadas teatrales en su casa, es en los noventa es cuando decide retirarse de las salas y hacer un teatro para todo tipo de público desde su casa e incluso llevando su talento a donde lo pidieran. “Además no había muchas salas que estuvieran disponibles”, cuenta. Allí en la sala de su casa de Pueblo Libre -donde estamos conversando- durante 20 años reunió a 80 personas en cada puesta, y luego pasaba sombrero. “Nunca dejé de hacer teatro, el teatro se hace en cualquier lugar, no requiere de escenografía, ni grandes reflectores. En el teatro lo que importa es el personaje”, subraya.
foto: ana cabrera
Para quienes lo seguimos nos alegra también que no sólo regrese a una sala de teatro -más aún, aquella en la cual se inició como actor-, sino que además lo haga acompañado. Se trata de Clever Serrano, su discípulo, con quien hace una misa a su manera. “Somos dos fantasmas que rememoran muertos amados y odiados que lo único que quieren es que no se repita lo que los humanos repetimos sin parar: la violencia hasta la exterminación de la vida como la cosa más natural. Nos duele a ambos realizar esta misa cada vez ya que nos hace sentir en carne propia el oprobio de potencial brutalidad que aún perdura en la humanidad. Por eso la obra tiene este nombre”, explica.
- Nací para el teatro
El actor, que en los ochenta dio qué hablar en la sociedad limeña con una obra con temática gay, afirma que lo suyo siempre será el teatro, y, por tanto, siempre cuestionará lo que se escenifica en el Perú. “A veces voy a ver una obra -comercial, claro está- y lo que menos hago es ver las actuaciones (a menos que sean buenas) y más bien me pongo a observar al público, sus reacciones. Incluso no ha faltado oportunidad de preguntar al final de la función si escucharon lo que decían los actores. Y es que como muchos proceden de la televisión, no están acostumbrados a hablar fuerte, para una sala. No pocos me han respondido que en realidad no han escuchado, me cuenta.
Pero subraya que contra lo que se piensa, él no está en contra del teatro comercial; sólo pide que sea bueno, que no sea facilista y que en escena estén actores de verdad.
foto: ana cabrera
“Sólo tuve tiempo para hacer teatro y nada más y no sé si alegrarme o dejar que aquella suerte de depresión me siga acompañando y espere tranquilamente el final de esto que llamamos vida en un mundo donde caminamos con la incertidumbre de no saber para qué estamos aquí y si lo que hacemos nos conduce a algo en especial”, confiesa.
Elegí el teatro porque con esta ceremonia dilatamos la vida cada noche; le robamos tiempo al tiempo siendo uno y mil rostros.
Y así, quienes hemos tenido la fortuna reconocemos en él a una de las celebridades del teatro peruano. Un soldado, un rey inglés detestable, un doctor que pacta con Mefistófeles: cualquiera sea el personaje que nos ofrece, como actor y director, merece siempre nuestro agradecimiento por poner ante nosotros un teatro que cuestiona, interroga y conmueve, lejos de ser tan sólo un entretenido espectáculo. Ahora, en la piel de Hécuba, tenemos la oportunidad de apreciar su arte hasta este sábado 19 en el centro de Lima. ¡No lo pienses dos veces!
Lee también: