¿Homo ignorantus?
Blandiendo espada académica contra millonarios que poco o nada saben de economía.
"Por suerte, una gran fortuna no trae consigo una gran influencia política en el Estados Unidos moderno (¿o sí?)"
Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008 lanzó dardo contra multimillonarios que desde su posición de derecha critican los modelos económicos (neokeynesianos por regla general) que no sólo explican las causas de las crisis globales, sino que tratan de darles solución. En el camino, los modelos descubren deficiencias en el sector empresarial que decantan en desigualdad de ingresos, males medioambientales, carencia de políticas sociales, vínculos con otros grupos de poder en olor a complicidad y paupérrimo conocimiento de la realidad social de las naciones blanco de su riqueza.
La madre del cordero
Esta vez no se trató de un empresario minero o un representante gremial de la patronal local despotricando contra un economista ‘caviar’ o activista medioambiental de Cajamarca. Ken Langone, cofundador de la empresa retail Home Depot y financista del Partido Republicano estadounidense que agrupa la derecha achorada del país del norte mencionó a propósito del pensamiento económico de Paul Krugman que los liberales (progresistas en nuestra realidad local) son “como Hitler”.
No se detecta de primera mano el sustento de este empresario cuando dijo esto. Se especula con el hecho de que para él y otros millonarios la teoría macroeconómica keynesiana, aquella que denuncia hasta hoy los males de un capitalismo desbordante que llevó a sendas crisis financieras en 2008 y 2012 en Estados Unidos y Europa respectivamente, la desigualdad en la distribución de la riqueza, el pobre impulso de recetas que estimulen el gasto público a la vez que controlan el déficit fiscal, el fomento de la demanda agregada vía el empleo y el monitoreo de la inflación, la asignación de impuestos a los más ricos y la exhortación a generar políticas medioambientales y sociales inclusivas ‘podrían’ tener –en el microcosmos de este tipo de empresarios- algo del nacionalsocialismo de la Alemania pre nazi de la década de los años 30. Pero tampoco, por ese lado no va…lo dicho: no se entiende.
La réplica de Krugman
“El hecho de que conozcamos muchos ejemplos de ese tipo de persona que no sólo cree que los progresistas son como Hitler, sino que además lo dice públicamente, indica por fuerza que una parte considerable de nuestros multimillonarios comparten esa creencia, sólo que son más discretos a la hora de verbalizarla”, reflexiona un azorado Premio Nobel.
Paul Robin Krugman apunta más alto e intenta adentrarse en las emociones de un multimillonario achorado y como su homónimo, Robin, compañero de Batman la hace de superhéroe y detecta dos cosas perturbadoras en el discurso de un ‘villano’ empresario de derechas; de acuerdo al economista keynesiano: (Langone) “…despotrica contra dos cosas. En primer lugar, está la idea de que entender de economía, a diferencia de lo que sucede con otras materias, puede requerir alguna clase de pericia especial. Este es un problema muy habitual entre los ricos, y especialmente entre los hombres hechos a sí mismos: piensan que su éxito económico personal significa que comprenden el sistema económico y les irrita la idea de que la macroeconomía pueda ser algo más que la suma de las estrategias empresariales individuales”.
“La otra causa de su furia -y creo que esto llega a la raíz de los modelos y preceptos de la derecha- es la cólera ante la idea de que a veces la escasez no lo controla todo. Para mucha gente de derechas, tiene que ser cierto -simplemente tiene que serlo- que la prosperidad se ve limitada por la disposición que tiene la gente productiva (es decir, gente como ellos) para producir”, añade Krugman.
Es decir, por un lado el empresariado corporativo no entiende o no quiere entender de economía como disciplina social y por el otro, sustenta que el éxito financiero o productivo de una nación descansa en ellos y no en el resto de los actores del flujo de la renta (familias, otras empresas y Estado).
Lo contrario a su canon, para la patronal corporativa, es fascismo nazi. El mensaje sería que una buena parte de estos empresarios, ‘confunden todo en una sopa extravagante de preconceptos’.
Un caso local
Jugando a la psicología barata, si se analizan los gestos y lenguaje académico (y corporal) de algunos empresarios, gremios y el mensaje que dejan desde lo corporativo las grandes Compañías peruanas, se podría entender mejor la bronca de Krugman.
Por ejemplo, un banquero vicepresidente y miembro del Directorio de una institución financiera local y cuyo éxito descansa en un desempeño en función a metas comerciales y colocaciones de créditos mencionó a propósito de la visita del Nobel el pasado 19 de marzo: “…no necesitamos ‘socialistoides’ como él, que inviten a profesores de negocios que ellos sí saben de economía”.
A la pregunta, “…¿has leído algo de Krugman?” el banquero contestó: “…no, ¿para qué? ¿acaso te enseña a hacer plata?”
No se diga más…
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