Ucrania: ¿existe la ‘cuestión’ judía en la agenda?
"Ellos (Maidan) recurrieron al terror, asesinatos y motines. Quienes ejecutaron este golpe son nacionalistas, neonazis, rusófobos y antisemitas . Actualmente, ellos siguen marcando la pauta en Ucrania".
De acuerdo al activista y escritor judío Konstanty Gebert, la ‘cuestión judía’ en Ucrania no estaría definida y tendría más relación con una retahíla de confusiones, marchas y contramarchas de los actores de la asonada de Maidan.
Por un lado, el desorden en los recientes acontecimientos del levantamiento llevaría a pensar que las manifestaciones y revueltas populares entre enero y marzo del presente año consideraron un apoyo judío importante; sin embargo, muchos grupos de poder judíos estuvieron también al lado del depuesto presidente Víktor Yanukóvich hasta el final. Otro tanto cambiaría de bando en rápida maniobra política, como Aleksander Feldman presidente del Fondo Judío de Ucrania, otrora parlamentario importante del exoficialista Partido de las Regiones de Yanukovich quien terminaría condenando al exmandatario poco después de su destitución.
Citado por Gebert, el escritor y disidente ucraniano Josef Zissels explicaría esta ambigüedad de la población semita en Ucrania y su participación en las revueltas de Maidan como un hecho donde no existiría una “perspectiva judía” porque según Zissels “…hay judíos a ambos lados de la división”.
Más allá de eso, el apoyo al europeizante movimiento Maidan tuvo un dinamismo judío importante como menciona Gebert. “Cuatro de los 82 manifestantes muertos en la Plaza de la Independencia de Kiev eran judíos, y una ‘sotnia’ judía (centena) defendió la plaza contra los matones uniformados de Yanukovich”, destaca el escritor.
De momento, la apuesta por una Ucrania europea y la participación de judíos en el proyecto tiene poca claridad.
¿Putin con un discurso antisemita?
Un tópico que preocupa en especial a Gebert es el rol de Vladimir Putin antes, durante y después de los acontecimientos de Maidan y de la anexión de Crimea a Rusia vía un referéndum a principios de marzo.
Putin igualmente acusaría ambigüedades respecto al atávico e histórico antisemitismo que –de acuerdo al autor- caracterizó el imaginario ruso. Gebert afirma que el presidente ruso siempre manejó un discurso antijudío, sin embargo, en las declaraciones en contra del Gobierno de Kiev, Vladimir Putin espetó contra Maidan tildándola como una fuerza nacionalista y antisemita.
De momento y en apariencia, la ‘cuestión judía’ no existiría como masa crítica para la maniobra política dentro de la agenda de Putin; en todo caso la usaría como una plataforma de demagogia antes que una estrategia que decante en pogromos modernos, además ya tiene a Crimea bajo la manga y con esta región una salida al Mediterráneo para la flota Rusa.
Por otra parte, este tópico quedaría opacado no sólo por sus idas y venidas que son más resultado de las ‘casualidades históricas’ que suelen darse en revueltas populares donde no se planea con quién se va a luchar hombro a hombro: si con un judío de izquierda o nacionalista de ultraderecha, sino por una agenda que priorizaría la conformación de una institucionalidad dentro del Gobierno de Kiev y resto de Ucrania.
A respecto Gebert concluye que “…la afirmación de Putin de que los fascistas han tomado el control en Kiev es fundamentalmente falsa, mientras que las acciones despreciables de Rusia en Crimea y el este de Ucrania son demasiado reales. Rusia mantiene apoyo entre los ucranianos rusófonos de todas las etnias, incluyendo algunos judíos. Pero Zissels tiene razón: La batalla no se trata de ellos (los judíos), se trata de la supervivencia de un estado-nación de incipiente democracia”.
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