"No soy muy bueno escribiendo y muchas cosas me lo prueban"
Pese a ganar la XXV edición del Cuento de las 1000 Palabras (2012) y obtener el Copé Plata de la XVI Bienal de Poesía (2013), sigue siendo una figura esquiva. A continuación, una conversación con Cristhian Briceño.
1.
De Cristhian Briceño (Lima, 1986) tengo una imagen que conservo en mi memoria y que ahora me resulta muy útil para intentar describirlo.
Ambos estudiábamos Literatura en la Universidad de San Marcos. Debe ser el año 2010. No nos conocemos, pese a tener muchos amigos en común, y sospecho hoy que se debe a dos grandes motivos.
El primero es la diferencia de tiempos. Pues, además de pertenecer a promociones distintas, por el trabajo que tenía entonces casi nunca estaba en la facultad y, prácticamente, todos los rostros con los que me cruzaba eran de personas nuevas.
El segundo es un asunto de personalidades. Cristhian, ahora lo sé, gusta de andar tan solo con unas cuantas personas y prefiere no llamar la atención en las clases (claro, de asistir a ellas).
Estoy en uno de los pasadizos de la facultad. Distingo de inmediato la presencia de Cristhian, no solo porque viene en dirección opuesta a mí, sino también porque es alguien muy alto —un rasgo atípico por estos lares—, así que, quiérase o no, es imposible no percatarse de él. Lo que llama mi atención particularmente es que camina demasiado cerca de la pared, como si quisiera evitar cualquier contacto con el resto. Dicha actitud —la de procurar mantenerse al margen— la continuará manteniendo aún hoy, pese a todo lo logrado en los últimos años.
2.
Trataré de sintetizar su carrera en la siguientes líneas. En 2010, Cristhian es elegido como uno de los ganadores del concurso 'Ese puerto existe', un evento que era organizado por estudiantes sanmarquinos y buscaba dar a conocer nuevas voces, así como de brindarles la oportunidad de participar en un recital con poetas de generaciones mayores.
En 2011, publica algunos de sus poemas en la revista virtual El Hablador. Ese mismo año obtiene el segundo puesto en el concurso 'Ten en cuento a La Victoria' de la Municipalidad de La Victoria con el cuento “Es cuestión de acomodarse”.
En 2012, resulta ganador de la XXV edición del 'Cuento de las 1000 Palabras' de la revista Caretas con el relato “Fiebre”. Este galardón, sin duda, fue el provocó que comenzara a ser tomado en cuenta por la crítica especializada. También publica su primer libro, el poemario Breve historia de la lírica inglesa, a través de Paracaídas Editores.
Será, sin embargo, el 2013 un año de mayor contundencia. Sacará un libro de poemas en prosa, La trama invisible, también con Paracaídas Editores. Luego, logrará el primer puesto del concurso 'Ten en cuento a La Victoria', ahora con el cuento “Leones”. Como parte del premio, se le publicará el libro de cuentos La literatura en Alaska, a través de Altazor Editores. Y para cerrar el año, obtendrá el Copé Plata de la XVI Bienal de Poesía, concurso organizado por Petroperú y considerado como el más prestigioso de nuestro país, con el poemario La comedia inmóvil.
Este año, como para no perderle el rastro, la revista Buensalvaje ha publicado uno de sus cuentos: “La vida moderna”, disponible aquí.
3.
Con revisar lo que le ha tocado vivir en los últimos años, uno podría creer que se encontrará con alguien seguro de sus capacidades, convencido del potencial que tiene, dispuesto a continuar con la escritura. Sin embargo, esto no ocurre con Cristhian. O es la percepción que me deja tras la conversación en dos tiempos que he sostenido con él.
La sensación de que no ha logrado nada, de que se halla aún en camino —uno muy largo, por cierto— a la producción de la obra, aunque luzca como un proyecto imposible, es palpable en sus palabras, en todo momento.
¿Qué le puede quedar a uno luego de haber logrado —en un tiempo así de reducido— tantos reconocimientos?
No había pensado en tal cosa, si algo ha quedado. No. Nada. Cero satisfacción en todas y cada una de las veces. Quizá cuando me enteraba. Pero eso era como un pinchazo de heroína adulterada y diluida en bastante agua y sangre, solo un momento de placer y ya estaba volviendo a la tierra, sin haber tenido tiempo siquiera de replegar el tren de aterrizaje.
El placer no se halla en la figuración ni en la ostentación. Para Cristhian la escritura, de acuerdo a lo que le entiendo, no persigue aquel fin. Y es probable, a los ojos de otras personas, que la literatura —el hecho de escribir— resulte ser una actividad que produzca admiración o respeto de los demás hacia quien la realiza. Sin embargo, esa no es la postura de Cristhian.
Yo creo que no tiene nada de especial el ser escritor. Un escritor, al igual que, digamos, un analista de riesgos o un beisbolista, siente envidia por el compañero recién ascendido, por el que se proyecta, por el que parece tener un talento especial en lo que hace; sufre, igualmente, si el otro ostenta un apellido que signifique algo, si su piel y sus ojos son más claros, si tiene una novia más atractiva; un escritor, al igual que ese analista o beisbolista, ha nacido, y come, bebe, se reproduce y en algún momento tiene que morirse. ¿Qué podría hacerlo distinto? ¿Escribir? ¿Qué podría hacerlo especial?: que le digan qué bonito o qué feo escribe, y, a pesar de esas malas noticias, persista en la escritura.
En fin. Se es un humano más.
Tanto en narrativa como en poesía, Cristhian ha sido elogiado. Pero pareciera ser dueño de una especie de ética-estética íntima que le obliga a no creer en ello. Escéptico total, tal vez —pienso— es esa enorme severidad que tiene para con su escritura lo que ha terminado por alimentar, paradójicamente, su creatividad. Una bastante pródiga, como se puede observar.
Verso y prosa, la escritura horizontal y la escritura vertical, son solamente dos alternativas que tienes para poder fallar y seguir fallando. Me he dado cuenta de que escribir un poema bueno es algo imposible, es como querer adicionarle un grado más a los ángulos de un triángulo o como pretender duplicar el volumen de una estatua délfica... Yo he tirado la toalla. Simplemente no puedo. Ahora, tengo que mirar al otro lado. Quizá la ficción narrativa sea más ¿fácil?, pero por lo menos está esa posibilidad, ¿verdad? Se trata de practicar.
4.
Hasta aquí he procurado concentrarme en la visión que Cristhian tiene de su propio trabajo. Sé que no ha sido entrevistado —luego del aluvión de premios, me refiero— más que una vez, cuando participó en "Letras en el tiempo", un programa de literatura difundido por RPP. Así que esta es una buena oportunidad para que él mismo hable de su obra.
Lo interesante es que solo se atreve a revelar lo que siente, en un nivel más profundo, cuando se vale de las figuras de otros autores, de aquello que vendría a ser —aunque no la reconoce como tal— su "tradición personal".
Así pues, la persistencia a la que se refería previamente viene a demostrar, de algún modo, que la escritura exige entrega total. Esto, a su vez, descubre el peso que Cristhian siente de parte de esos escritores.
En verdad no soy muy bueno escribiendo y muchas cosas me lo prueban. Por ejemplo, el otro día compré un libro de Valeria Luiselli, Papeles falsos, y me quedé pasmado de todas las lecturas que tenía la chica de 24 años (que de ninguna forma es la Luiselli actual, debe andar ya por las nubes) que escribió ese libro de ensayos y que citaba a Brodsky, a Sebald, a Wittgenstein o a Steiner con una naturalidad que me lastimaba y que, por el momento, me es ajena. Y hay varios casos que me desmotivan: Capote, Kiš, Artl, De Prada, Foster Wallace, Cris Marlowe, Vargas Llosa, Oyeyemi, Auden, el niño inglés que escribió los poemas de Rowley; ellos, a mi edad, eran ya demasiado buenos. Yo estoy como que en un shock que no tiene cuándo acabar.
Cristhian suelta una declaración que, sin duda alguna, iluminará con precisión lo que piensa de su propia obra:
¿Sabes qué quisiera? Tener una máquina del tiempo y viajar unos diez años al pasado y decirme a mí mismo que lea todo lo que pueda leer, hasta “las patentes de los autos”, como dice Parra; luego avanzar algunos años más y decirme, "Oye, aún no publiques, idiota. Publica algo bueno, pero algo en verdad bueno, así tengas 40 o 50, no hay por qué apresurarse, el sol todavía va a estar ahí varios eones todavía, tu cerebro, para entonces, va a funcionar mejor, no hay por qué apresurarse, chico".
Pero esto, lamentablemente para él, no es factible. Por lo que solo le queda seguir con su camino.
Ahora solo me queda avanzar perpendicularmente junto al presente, junto a lo que ya está hecho. Pero esas son palabras que se lleva el viento. "Las palabras van al aire", dice Willie Colón, dice Gustavo Adolfo B.
5.
En esta oportunidad, la conversación ha debido girar en torno a la actividad de escritor de Cristhian. Quedan muchos temas pendientes. Si ahora cree que todavía no alcanza el nivel que desea, ¿confía en que más adelante lo hará? Así que le hago una pregunta final: ¿quieres escribir para siempre?
Escribir para siempre es, sin duda, estar en un constante estado de motivación para escribir (o leer), en una disposición eterna. No sé si quiero escribir por siempre. Mejor es pensar en otras cosas. En hacer feliz a alguien, por ejemplo, quizá a uno mismo (somos lo único que tenemos), dándonos la oportunidad de seguir escribiendo (o leyendo); pero eso ya es partir de otra forma, por otra parte, sin engañarse.
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