Donald Trump llegó este miércoles a Las Vegas, donde el domingo se registró la peor masacre por armas de fuego en la historia de EEUU, luego de que Stephen Paddock, de 64 años, quien, desde una habitación del piso 32 del Hotel Mandalay Bay, abrió fuego contra una multitud que presenciaba un concierto al aire libre de música country.
Pero lo hizo con una advertencia bajo el brazo. "No hablaremos hoy sobre la violencia de las armas. Esto fue obra de una persona enferma y demente", dijo en su visita al hospital universitario donde son atendidos muchos de los heridos del tiroteo, en el que murieron 58 personas.
Así, el polémico mandatario pretendió quitarle el foco de atención a uno de los temas más incómodos de la política estadounidense: el control de armas, que con cada acto de violencia demencial como este vuelve a ponerse sobre la mesa, pero sin éxito hasta ahora.
"Quiero destacar el trabajo de los profesionales que han tratado a las víctimas. Han hecho una labor indescriptible. No queremos ver algo así de nuevo", refirió Trump, pero lo cierto que para que una matanza así no vuelva a ocurrir se debe acabar con la libertad irrestricta que ahora tienen los civiles para acceder a armas en el país.
Pero el mandatario en cambio trata de acallar por completo el tema de las armas, quizá porque detrás están los grupos de poder que lo ayudaron a llegar a la Casa Blanca, a diferencia de su antecesor, Barack Obama, que en cada acto de violencia con armas —Sandy Hook, Charleston, Dallas— lo primero que hizo fue emplazar a la clase política de su país a reflexionar y tomar medidas al respecto. No haberlo conseguido fue una de las mayores frustraciones de su mandato.
Ya el mismos lunes, en medio de la conmoción por la matanza en Las Vegas que perpetró Paddock, quien tenía un gigantesco arsenal de armas de guerra en su cuarto de hotel, la portavoz de la Casa Blanca de Trump, Sarah Huckabee, dijo que "no es el momento" de tener ese debate, ya que la nación está de luto. El martes, el mismo Donald Trump soslayó el asunto: "Hablaremos de las leyes de armas con el tiempo".
En EEUU están prohibidas las armas automáticas, pero cualquiera puede modificar una con un pequeño aparato que cuesta 99 dólares para pueda disparar ráfagas, tal como lo hizo Paddock. Estos adaptadores se veden sin restricción desde hace una década. La senadora por California Dianne Feinstein quiso prohibirlos en el 2013 con una que ley que fracasó en el Capitolio. Este miércoles la reactivó, pero sin el consenso político necesario, cualquier intento en ese sentido naufragará.
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