Incrédulo. Así se mostró el presidente Pedro Pablo Kuczynski frente al desplome de su popularidad, que está en picada desde hace varios meses según diversos sondeos, pero el que disparó las alarmas fue el último de GFK, que esta semana reveló que la aprobación a su gestión cayó 32% en julio a 19% en agosto.

"No creo en esa encuesta. Para bajar de 32% a 19% debe pasar algo catastrófico. No ha pasado nada catastrófico", alegó este viernes el mandatario, quien incluso minimizó el impacto en estos resultados de la huelga docente, que se acata hace más de dos meses en buena parte del país sin que haya hasta la fecha visos de solución. "Sin duda no nos ayudó", anotó.

"Si viviera de encuestas, estaría manejando el auto, mirando el retrovisor. Yo miro para adelante".

El diagnóstico que hace PPK de su gestión se basa en la expectativa de que algunos indicadores económicos y sociales empiezan a mejorar. "Veo muchas cosas buenas que están ocurriendo", dijo el jefe de Estado, tras recordar que el El Niño costero "nos quitó dos puntos de crecimiento y lo de Odebrecht poco a poco se está arreglando".

Pero ese análisis no coincide con lo que varios analistas y comentaristas creen que es su mayor problema: que tanto PPK como su gabinete parecen vivir en una burbuja, desconectados de la gente y de los reclamos sociales, y sin una aparente estrategia política para hacer frente a los embates de la oposición fujimorista que parece tener como única misión poner contra las cuerdas al Ejecutivo.

Por ejemplo, la huelga de maestros puso de manifiesto no solo la incapacidad del gobierno y sus operadores para solucionarla, sino de la clase política en general, sumida en el descrédito. La mediación de las bancadas que fueron al diálogo no ayudó, todo en un contexto en el que prima la sensación de caos y desgobierno.

¿Por qué parece no preocuparle las encuestas a PPK?

El politólogo Juan de la Puente dice que la crisis política del gobierno es también un problema estructural de un sistema carente de reformas, que parece inmune a las recetas de "hacer política" y "cambiar ministros". "Nada de esto funcionó en los casos de Toledo, García y Humala, pero la receta se repite a propósito de la caída de 13 puntos de la aprobación de PPK en la reciente encuesta de GfK", señala en su columna de La República.

El analista sostiene que la desaprobación presidencial "está cocinada con varios insumos y entre ellos se incluyen los errores del día a día", pero va más allá:

"La popularidad descendente de los gobernantes es un problema estructural de nuestra democracia post Fujimori. Nuestro sistema opera con presidencias precarias frente a la sociedad, más que ante los otros poderes. Específicamente, esta debilidad no está condicionada por la posición del Ejecutivo frente al Parlamento. Por esa razón, las mayorías parlamentarias que se fabricaron los gobiernos en 13 años del período 2001-2016, no mejoraron la percepción de los ciudadanos"

Las encuestas reflejan ciertamente la debilidad del gobierno de PPK, pero de ahí a decir que el no se el país está al borde del colapso hay un abismo, sostiene De la Puente, porque —dice— eso no ha pasado en los último 15 años, y subraya que las últimas cuatro caídas de gobiernos, que se dieron entre 1962 y 1992 por golpes de Estado, no tuvieron relación directa con la popularidad de los presidentes.

"Tuvimos dos presidentes que recientemente gobernaron con el agua al cuello (Toledo y Humala) sin que el sistema se descosiese, ya no que se rompiese", dice el analista.

"Lo dicho no significa que PPK tenga una presidencia 100% asegurada y que no necesite procesar cambios y desarrollar alianzas y acuerdos. Pero creo que el problema del país no es el cambio de presidente sino es el cambio; cierto que son los hombres, pero no solo sus errores personales, sino sus orientaciones".

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