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Carlos Germán Belli: "La poesía está más cerca de la religión que de la literatura"

El gran poeta peruano viaja a España para un ciclo de homenajes, incluyendo la publicación de una nueva antología.

Publicado: 2015-05-17

(Fotos: Bruno Sánchez)

Carlos Germán Belli (Lima, 1927) es un poeta singular, quizás el más singular en la literatura peruana moderna y contemporánea. Su escritura combina una clara vena vanguardista con el apego a rigurosas formas clásicas, y nos presenta una visión muy personal —corrosiva y ácida, aunque no exenta de humor— del individuo contemporáneo en un mundo que lo mira con indiferencia, y al que no termina nunca de ajustarse. 

Con más de 50 publicaciones en su trayectoria, entre colecciones originales, antologías, ediciones ampliadas y traducciones —y las obras hasta entonces completas, publicadas como Los versos juntos en 2008 en la Biblioteca Sibila de la Fundación BBVA—, es también uno de los poetas peruanos más presentes en el mundo editorial en lengua castellana, y uno de los más celebrados tanto dentro como fuera del país. No es un autor de lectura fácil, pero a pesar de ello se ha consolidado en torno a él, hace ya bastante tiempo, un consenso definitivo de enorme aprecio crítico y prestigio entre los lectores de poesía (que serán pocos, pero aún son), largamente merecidos ambos. Belli no ha hecho nunca concesiones, se ha mantenido fiel a sus propios modos de ejercer el oficio de la escritura y ha acabado cosechando el reconocimiento entusiasta de sus pares y sus impares.

Ahora, el poeta está en España para participar en un ciclo de homenajes que incluye la presentación de una nueva antología de su trabajo (Éstos que son aquí…, preparada por Inmaculada Lergo Martín y publicada por Point de Lunettes), así como recitales en la Residencia de Estudiantes de Madrid y la Universidad de Alicante, y una exposición bibliográfica en el Instituto Cervantes. En la presentación de la antología, que se llevará a cabo este martes 19 en la madrileña Casa de América, participarán Mario Vargas Llosa y el premio Cervantes 2013 José Manuel Caballero Bonald. Antes de su viaje, conversamos con Belli sobre este momento de renovado interés en su trabajo, sus experiencias en más de cinco décadas como activo escritor en el Perú, y su visión del trabajo que hace la poesía (y el que le queda por hacer).


Para empezar esta conversación, déjeme hacerle una pregunta que tiene que ver con mi propio acercamiento a su poesía a lo largo de los años. Y es que tengo la impresión de que por muchos años a usted se le leyó como se lee a los clásicos y a los grandes poetas, pero no, quizás, como a un contemporáneo. Y sin embargo, eso ha venido cambiando. Es como si la cultura literaria, la peruana y la latinoamericana, la de la lengua española en general, le hubiera por fin dado el alcance a su trabajo y su visión. ¿Usted lo siente así? ¿Se siente hoy más contemporáneo?
Sí. En realidad no lo he pensado, pero es cierto. Es lo que yo también creo. Hay un interés más por el lado de la vanguardia en mi escritura. Han bajado las disquisiciones sobre que si soy yo un poeta del Siglo de Oro, vinculado a la tradición. Ahora me parece que es el lado moderno, el interés por el surrealismo en particular, es más receptivo. No sé cuáles serán las circunstancias…
Pero esa combinación de elementos diversos que vienen de la tradición clásica, española y Europea, con elementos de la vanguardia, siempre ha estado presente en su trabajo. No es algo nuevo...
Sí, siempre lo he tenido presente, desde el comienzo, mi interés por la gran tradición poética del idioma, y paralelamente… No, me estoy equivocando, de hecho la vanguardia vino antes de la tradición antigua. Mi interés por la vanguardia era muy profundo. Tanto es así que en mi biblioteca personal casera hay un estante solamente dedicado a las publicaciones modernas, francesas en particular, de la vanguardia del siglo XX, que lo mantengo ahí como una especie de relicario bibiliográfico. Entonces mi interés estaba ahí desde el comienzo por la modernidad. Y después evolucioné, o de hecho retrocedí, a las formas tradicionales.
De hecho, es en su segundo libro, "Dentro & Fuera", de 1960, que este apego a los modos vanguardistas aparece más claro, en particular al letrismo. Es más claro ahí que en "Poemas", que es de 1958.

Ahora, en mi libro inicial está el interés permanente por ambas cosas. Hay formas letristas, algún texto automático, junto a las formas clásicas. Pero sí es cierto que Dentro & fuera es más radical, mucho más moderno. Y fue más criticado, negativamente, por ese tono y esa inclinación por lo moderno y lo contemporáneo.


MENÚ

Cazuela
&
Solomo
cuando se hallan en mi estómago laico
se miran y se preguntan
de dónde vienen
por qué están allí
hacia dónde van

De Dentro & fuera, 1960


¿Usted cree que esta es una característica de su generación, este estar entre ambos lugares, la tradición y la modernidad?
Tal vez sí. Estoy pensando en Sologuren, ahí está el interés por el surrealismo en particular y el simbolismo francés, y a la par por las corrientes extremas. El caso de Eielson también…
Pero al mismo tiempo tiene también los primeros libros de Washington Delgado, que son tan clásicos en su forma, tan españoles…
Claro, la generación del 27 era el interés de Washington. Había un doble interés. Yo no me había puesto a pensar en eso, pero es cierto, en mi generación sí había ese doble interés. Habría que repasar un poco la poesía hispanoamericana a ver si ocurre el mismo fenómeno.
En su caso, Carlos Germán, usted siempre ha trabajado con formas muy estrictas. Más allá de la lectura de la tradición, hay una búsqueda de formas que son peculiares en la tradición peruana, como la sextina, la balada, la villanela, con las que se le identifica. ¿Cuál era su interés en este elemento formal?
Yo creo que todo comienza por mi preocupación muy personal. Yo me sentía un poeta muy limitado por los textos breves, tenía también cierta dificultad en la expresión oral, y todo ello me lleva a cultivar las estructuras antiguas, a interesarme en los poetas del Siglo de Oro. Y finalmente a cultivar composiciones poéticas de forma cerrada, como la villanela, como la sextina, como la balada. Entonces, finalmente asumí la literatura como un ejercicio estilístico, y en eso me he quedado.
Y sin embargo, no es solo un ejercicio estilístico. Hay un elemento emocional muy fuerte en lo que usted hace. Ya desde los temas, la temática de la familia, la temática del individuo contemporáneo en el mundo del trabajo. Hay una exploración muy personal y autobiográfica.

Sí por supuesto, el lado autobiográfico es presente. Pero eso es sin proponérmelo, como usted comprenderá, sale a flote de modo no deliberado. Lo que recuerdo es que yo en mis comienzos asumía la literatura como una catarsis, como una liberación de mis angustias personales, y ahí sale el filón autobiográfico. He sido yo un amanuense, como lo he manifestado en algún poema. Un pequeño funcionario del senado. Y bueno, todo eso ha sido una fuente de inspiración. Mi vida cotidiana.


AMANUENSE

Ya descuajaringándome, ya hipando
hasta las cachas de cansado ya,
inmensos montes todo el día alzando
de acá para acullá de bofes voy,
fuera cien mil palmos con mi lengua,
cayéndome en pedazos tal mis padres,
aunque en verdad yo por mi seso raso,
y aun por lonjas y levas y mandones,
que a la zaga me van dejando estable,
ya a más hasta el gollete no poder,
al pie de mis hijuelas avergonzado,
cual un pobre amanuense del Perú.

De El pie sobre el cuello, 1964

Un lugar peculiar para encontrar inspiración, el senado, las oficinas de la burocracia.

Pero no soy el único, hay poetas que han estado vinculados a la administración pública. Yo trabajé 22 años en el senado, luego me retiré con una pensión chiquita, luego gané por esos días una beca, la Guggenheim, y me fui a Estados Unidos. Regresé y volví a la administración pública pero ya en otro sitio, en educación. Y bueno, ahí se cierra mi ciclo como pequeño funcionario. Y tuve otros 20 años ya como periodista cultural, en El Comercio.

En Estados Unidos estuvo en Iowa, en el Programa Internacional de Escritores, que es tan prestigioso. ¿Cómo fue esa experiencia?
Estuve en Iowa, sí. Ahí descubrí la sextina y la villanela. Leyendo a Pound descubrí la sextina, y leyendo a Theodore Roethke, la villanela. Y fue en esos días en que he estado yo en Iowa, en los años 60. Agradezco mucho haber estado ahí, la verdad. He estado dos veces en Iowa, primero con la beca y luego ellos me invitaron como miembro del programa. Y cuando yo les decía a los amigos ahí que teniendo la Guggenheim me había ido a un pueblo recóndito, se quedaban mirando, está loco este. Pero de ahí he traído la villanela y la sextina. Y recuerdo mucho al director, Paul Engle, poeta norteamericano, un hombre muy bueno al que le guardo mucho cariño, e incluso les he dedicado un poema a él y a un poeta venezolano que estuvo también en Iowa, Sánchez Peláez.
Para volver un poco a lo que conversábamos sobre la emoción en su poesía, algo que trasciende el ejercicio estilístico, yo tengo la impresión de que hay un proceso en su trabajo a lo largo de los años, que va de una mirada muy desesperanzada, muy pesimista (aunque con humor) del territorio del individuo, a una suerte de descubrimiento o redescubrimiento de la esperanza, que ya se ve en poemas de los años 60 como “La cara de mis hijas” o “A mi esposa”, pero que es mucho más declarada por ejemplo en su poemario “Salve, Spes”, del año 2002. ¿Usted está de acuerdo con esa interpretación?
Sí, de hecho, ya me lo han dicho, que hay un encuentro con la esperanza. Que quizá puede haber dos etapas, la etapa de la desesperación y luego la esperanza humana. Creo que hay eso. Pero debo decirle que no es una cosa programada, es una cosa inconsciente.
¿A qué la atribuye usted?

Esa es una buena pregunta. Hay factores en mi vida, motivaciones que han favorecido ese cambio. Ya pertenecen a mi biografía personal. Y eso es un poco parte de lo que decíamos más temprano, que la biografía se va colando en los textos de una manera o de otra.


LA CARA DE MIS HIJAS

Este cielo del mundo siempre alto,
antes jamás mirado de tan cerca,
que de repente veo en el redor,
en una y otra de mis ambas hijas,
cuando perdidas ya las esperanzas,
que alguna vez al fin brillara acá
una mínima luz del firmamento,
lo oscuro en mil centellas desatando;
que en cambio veo ahora por doquier,
a diario a tutiplén encegueciéndome
todo aquello que ajeno yo creía,
y en paz quedo conmigo y con el mundo
por mirar ese lustre inalcanzable,
aunque sea en la cara de mis hijas.

De En alabanza del bolo alimenticio, 1979
Ahora bien, usted siempre ha dicho que se considera, esencialmente, un poeta vanguardista. ¿Todavía lo sigue sintiendo de esa manera, incluso con este proceso del que hablamos?
Por supuesto que sí, siempre. Por suerte. Porque si no sería un poeta decimonónico. A dios gracias tengo ese interés por lo moderno del Siglo XX y de practicar esa aleación… Ahora en estos últimos días, estaba escribiendo un texto breve sobre mi evolución, una cosa personal, y veo que en mi interés por la poesía peruana Vallejo y Eguren están por supuesto en primer lugar, ante todo, pero después de ellos me inclino por Adán y por Westphalen. Adán fue un descubrimiento tardío, pero Westphalen me interesó mucho desde el comienzo. Entonces veo la escritura de Adán vinculada a la tradición, la de Westphalen vinculada a la modernidad, y me parece que estos dos paradigmas poéticos peruanos se hacen presentes en mi escritura personal, se unen. Ahora, lo que estoy pensando en este momento, es lo que decíamos hace un rato, este doble interés no se presenta tanto en la poesía argentina o la chilena, por ejemplo, es algo peculiar de nosotros…
Y usted cuando empezaba a escribir y a publicar, ¿sentía la producción de este tipo de literatura como una misión, como un programa?
No, no, sinceramente no. Yo me enfrentaba a la página en blanco por una necesidad visceral, esa cosa catártica que he mencionado antes. Solamente por un interés personal de expulsar mis obsesiones, mis ideas, mis experiencias como pequeño funcionario. No era la respuesta a un programa, un agit-prop. De ninguna manera. Yo más bien creo que si la poesía tiene un mensaje que dar, es un mensaje inconsciente. Un mensaje que brota del inconsciente de las personas, y va al inconsciente del lector. Pero no es un medio como la narrativa o la ensayística en los que se puede expresar un programa, ideas hilvanadas, es una cosa más fortuita. De hecho, la poesía, más que a la literatura, está cercana a la religión. Así la siento yo.
Pero algo que ha pasado en la cultura contemporánea es que la poesía ha perdido mucho de su prestigio, de su centralidad.
Es cierto. La poesía ya casi no cuenta.
Y hasta hace unos años contaba. El poeta como figura pública, la poesía como producto cultural…
Hasta hace algunas décadas querrá decir. Porque ya hace bastante tiempo. Y eso pasa en todo el mundo.
Usted, sin embargo, es un poeta muy presente, ha publicado mucho en los últimos años, ha sido muy antologado.
Sí, he publicado de forma continua. Pero son cuadernillos, en realidad. Claro, mi obra completa ya es un volumen muy grueso. Pero los libros son cuadernillos.
Cuadernillos que tienen una gran recepción, que encuentran sus lectores. ¿Cómo siente usted esta situación?

Bueno, con alegría. Y con asombro, la verdad. Me llama mucho la atención el que en un momento en que la poesía está cada vez más marginada del interés del lector, siga yo publicando. Ahora, yo la verdad es que no me había dado cuenta de este hecho, de haber publicado tanto en diversos países. Es algo que asumo con sorpresa. Creo que tengo buena suerte, a estas alturas de mi vida.


[...]

Y resulta el mayor de los consuelos
el poder aferrarse con firmeza
de unas pequeñas letras sobre el folio,
que pese a ello son copiosas fuentes
de adecuado sosiego en el ocaso
hasta alejar el último suspiro,
¡hecho extraño por cierto!,
dilatando el perecedero estar,
y además, ¡salve, Spes!,
por querer repulir la obtusa pluma.

De ¡Salve, Spes!, 2000
En el contexto de lo que decíamos hace unos minutos, de la pérdida de centralidad, ¿usted cree que la poesía todavía tiene algo que decir? ¿O simplemente desaparecerá, como desaparecen tantas formas de expresión a lo largo de la historia, cuando las culturas cambian?

No, no, no, en el caso de la poesía no. Tiene una supervivencia segura. Mientras exista un ser humano sobre la Tierra, y un reino interior en ese ser humano, existirá la poesía. En eso, sí estoy muy vinculado a la esperanza. Y no importa que el eco que encuentre sea cada vez menor. Repito una idea que he expresado antes, y es que a mí me basta un solo lector, me es suficiente. Y así creo que les pasa a todos los poetas. Si no, no escribiríamos, pues.


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Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

Redacción mulera

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