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Clásica modernidad: las sextinas de Carlos Germán Belli

Una mirada a la forma poética tradicional, usada por Dante y Petrarca, que el poeta peruano rescató para nuestra lengua moderna.

Publicado: 2014-05-04

Además de un manejo estupendo del lenguaje, la poesía Carlos Germán Belli (1927) halla su fuerza en el uso de las formas clásicas y su adaptación conceptual a un contexto contemporáneo. Por ese motivo, para poder entrar a la poética de Belli, a su mundo, es importante conocer un tipo de composición clásica muy usada por él, la sextina, que nos permitirá develar la dimensión de su escritura. 

Desde sus inicios la creación poética se regía por una serie de reglas conceptuales y formales. Es decir, al tema sobre el que se va a escribir le corresponde un formato determinado (soneto, copla, villancico, madrigal, etc.), que a su vez cuenta con una organización interna llamada métrica. Esta práctica se mantuvo hasta fines del siglo XIX, momento en el que la poesía cambia y los poetas comenzaron a plantear otro tipo de temáticas, muchas veces consideradas poco poéticas, así como a experimentar con el poema en prosa y el verso libre.

Pero las formas clásicas no caducaron; por el contrario fueron replanteadas a todo nivel. Eso sí, ya no se volverían a escribir textos como el notable poema épico Cantar de Mio Cid, pero sí los formatos más breves como sonetos a la altura del mejor Luis de Góngora o Francisco de Quevedo, tal cual lo demostraría Federico García Lorca con sus Sonetos del amor oscuro o más recientemente el chileno Óscar Hahn en su libro Versos robados.

Dentro de los cambios que los poetas han llevado a cabo en las formas clásicas se encuentra que las rimas (continua, gemela, abrazada o encadenada; parcial o total; oxítona, paroxítona o proparoxítona) así como las formas métricas (cantidad de sílabas métricas y los lugares de acentuación) han sufrido variantes. Por ejemplo, en el poema “Madrigal al billete de tranvía” de Rafael Alberti donde los dos últimos versos no se corresponden a las sílabas métricas “correctas” de 7 y 11, como las demás estrofas, sino son 8 y 10. Además, el tema al que correspondía este tipo de composición debía ser amoroso o idílico:

Adonde el viento, impávido, subleva

torres de luz contra la sangre mía,

tú, billete, flor nueva,

cortada en los balcones del tranvía.

Huyes, directa, rectamente liso,

en tu pétalo un nombre y un encuentro

latentes, a ese centro

cerrado y por cortar del compromiso.

Y no arde en ti la rosa, ni en ti priva

el finado clavel, si la violeta

contemporánea, viva,

del libro que viaja en la chaqueta.

En esta misma línea de poetas que utilizan las formas clásicas podemos ubicar varios de los textos de Carlos Germán Belli. Como señala la periodista Inmaculada Lergo en su artículo “Chús Arrellano, Jesús Munárriz y Sofía Rhei: Sextinas. Pasado y presente de una forma poética”, Belli ha rescatado la sextina para el español. Ese tipo de composición poética la inventó el trovador provenzal Arnaut Daniel a fines del siglo XII, pero aún sin una forma definitiva. Fue Dante Alighieri quien se la dio y Francesco Petrarca quien la encumbraría en la lírica italiana. 

Esta composición, como señala el estudioso Antonio Quilis en su libro Métrica española, recién llegaría a España en el siglo XVI y se cultivaría durante el periodo Barroco. Asimismo, el filólogo español comenta que si bien la sextina reapareció con alguna fuerza a mediados del siglo XX “No tuvo demasiado arraigo, debido seguramente a la dificultad de someter el tema que proponían desarrollar en unos esquemas tan rígidos y tan difíciles de conseguir plenamente: la ausencia de rima en las estrofas, la repetición lejana de ella en cada una de las siguientes, el empleo de palabras bisílabas al final de cada verso, pueden dar lugar a un desmoronamiento formal y conceptual, si no se utiliza con destreza”.

Como todo autor de voz potente, este rescate no fue solo una formalidad. Por el contrario, Belli la adaptó a sus necesidades; es decir, la forma ya no se impone al escritor, sino que este la utiliza como un soporte estético para potenciar la parte semántica. El vate le comentó en una entrevista a Alejandro Gortázar, “El hablante preciso”, que el uso de las formas clásicas “es una conjunción de tradición y modernidad, lo digo en términos simplistas. Por un lado mi vivencia de hombre contemporáneo, de hombre del siglo XX y ahora por suerte, del siglo XXI. Ese sería el lado de la modernidad. Y por otro la estructura en sí, que es la estructura poética ligada a la tradición antigua, los metros, las formas estróficas, distintas composiciones poéticas como la sextina, la villanela, la balada que es lo antiguo. En suma creo que he tratado siempre de expresa mis vivencias como una suerte de catarsis, usando la escritura como una catarsis y cultivar las expresiones antiguas que siempre me han encandilado”. Además, Belli señala, en esta misma entrevista, que descubre la sextina leyendo al poeta estadounidense Ezra Pound, la villanela al también estadounidense Theodore Roethke y la balada por el poeta francés François Villon.

Julio Ortega dice, en su artículo “Sextinas y otros poemas”, que la poesía de Belli combina varios elementos en apariencia disímiles. Por un lado, la influencia del surrealismo y de un lenguaje arcaizante en una sintaxis clásica. Además, su lenguaje confesional y simbólico, se ha nutrido de los textos de los poetas del Siglo de Oro español pero desplazados de sus contextos originarios. Belli forja a partir de estos elementos y de la adopción de voces del habla popular darle a sus textos un sentido alegórico sobre la realidad peruana.

Una sextina, observa Quilis, “está formada por seis estrofas y una contera; cada estrofa tiene seis versos no rimados; cada verso finaliza en un sustantivo bisílabo; la contera es una estrofa de tres versos. La palabra final de cada verso de la primera estrofa debe repetirse, en un orden determinado y distinto en cada una de las cinco estrofas restantes, y estas seis palabras tienen que aparecer forzosamente en la contera”.

Sin duda la recuperación de formas clásicas adaptadas al contexto actual abre nuevas posibilidades de expresión. En el caso de la poética de Belli, estas le han permitido un tipo de experimentación que los ismos vanguardistas dieron por clausurada, aunque la actitud estética del vate se nutra de uno de estos movimientos. En el caso puntual de las sextinas, composición muy usada por el Belli en varios de sus libros, el poeta les ha dado una nueva magnitud.

Acá una breve muestra de algunas sextinas escritas por Belli:

Sextina de la disminución

Del álbum de familia la gran foto,

en donde el continente de los kilos

repartido fue lindamente en trozos,

en los haces y enveses deste fardo,

bajo las vueltas de divina soga,

ciñéndo con el celo de su nudo.

No faltaba de la razón el nudo,

como bien puede verse en esta foto,

y aun de flamante nylon era la soga,

que unía los recién pesados kilos,

en el interior del prenatal fardo,

engarzando entre sí todos los trozos.

Como piezas de máquinas los trozos,

cada cual con su inextricable nudo,

entre los pliegues del corporal fardo,

que lucir nunca hicieron en las fotos

bajo arpillera mal mezclados kilos

ni en Rayos X tumefactas sogas.

Más cierto día rómpense las sogas

y descuajaringados van los trozos

volando por el aire con sus kilos,

por no haber la fijeza del buen nudo,

y cuando hay que tomar hoy nueva foto

no saben cómo hacer pesar el fardo.

Así despachurrado se halla el fardo

por exclusiva culpa de las sogas,

y nunca más en otra nueva foto,

en dulce popurrí estarán los trozos,

sino por siempre desatado el nudo

y ya sin continente cada kilo.

En fin ahora sólo febles kilos,

cuyo peso no vale nada en fardo,

y ni híbrido son por no haber el nudo

del todopoderoso de las sogas,

que desmembrado yace cada trozo

antes del acabóse de la foto.

Danos, Dios mío, de tu soga el nudo,

que si no en nueva foto qué de trozos

y aun kilos como pizcas en los fardos.

Sextina de los desiguales

Un asno soy ahora, y miro a yegua,

bocado del caballo y no del asno,

y después rozo un pétalo de rosa,

con estas ramas cuando mudo en olmo,

en tanto que mi lumbre de gran día,

el pubis ilumina de la noche.

Desde siempre amé a la secreta noche,

exactamente igual como a la yegua,

una esquiva por ser yo siempre día,

y la otra por mirarme no más asno,

que ni cuando me cambio en ufano olmo,

conquistar puedo a la exquisita rosa.

Cuánto he soñado por ceñir a rosa,

o adentrarme en el alma de la noche,

mas solitario como día u olmo

he quedado y aun ante rauda yegua,

inalcanzable en mis momentos de asno,

tan desvalido como el propio día.

Si noche huye mi ardiente luz de día,

y por pobre olmo olvídame la rosa,

¿Cómo me las veré luciendo en asno?

Que sea como fuere, ajena noche,

no huyáis del día; ni del asno, ¡oh yegua!;

ni vos, flor, del eterno inmóvil olmo.

Mas sé bien que la rosa nunca a olmo

pertenecerá ni la noche al día,

ni un híbrido de mí querrá la yegua;

y sólo alcanzo espinas de la rosa,

en tanto que la impenetrable noche,

me esquiva por ser día y olmo y asno.

Aunque mil atributos tengo de asno,

en mi destino pienso siendo olmo,

ante la orilla misma de la noche;

pues si fugaz mi paso cuando día,

o inmóvil punto al lado de la rosa,

que vivo y muero por la fina yegua.

¡Ay! ni olmo a la medida de la rosa,

y aun menos asno de la esquiva yegua,

mas yo día ando siempre tras la noche.

Sextina de Kid y Lulu

Kid el Liliputiense ya no sobras

comerá por primera vez en siglos,

cuando aplaque su cavernario hambre

con el condimentado dorso en guiso

de su Lulú la Belle hasta la muerte,

que idolatrara aún antes de la vida.

Las presas más rollizas de la vida,

que satisfechos otros como sobras

al desgaire dejaban tras la muerte,

Kid por ser en ayunas desde siglos

ni un trozo dejará de Lulú en guiso,

como aplacando a fondo en viejo hambre.

Más horrible de todos es tal hambre,

y así no más infiernos fue su vida,

al ver a Lulú ayer sabrosa en guiso

para el feliz que nunca comió sobras,

sino el mejor manjar de cada siglo,

partiendo complacido hacia la muerte.

Pues acudir al antro de la muerte,

dolido por la sed de amor y el hambre,

como la mayor pena es de los siglos,

que tal hambre se aplaca presto en vida,

cuando los cielos sirven ya no sobras,

mas sí todo el maná de Lulú en guiso.

Así el cuerpo y el alma ambos en guiso,

de su dama llevárselos a la muerte,

premio será por sólo comer sobras

acá en la tierra pálido de hambre,

y no muerte tendrá sino gran vida,

comiendo por los siglos y los siglos.

El cuerpo de Lulú sin par en siglos,

será un manjar de dioses cuyo guiso

hará recordar la terrestre vida,

aun en el seno de la negra muerte,

que si en el orbe sólo existe hambre,

grato es el sueño de mudar las sobras.

Ya no en la vida para Kid las sobras,

ni cautivo del hambre, no, en la muerte,

que a Lulú en guiso comerá por siglos.

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Escrito por

José Agustín Haya de la Torre

Curioso y fragmentario.


Publicado en

Redacción mulera

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