Esta semana, el periodista Ricardo Uceda publicó en el diario La República (24/02/15) un informe titulado "El pantanoso caso Chaupe", en el que presentaba la historia del litigio entre la empresa Yanacocha (capitalista del proyecto Minas Conga) y la ciudadana Máxima Acuña, que lleva unos años dando vueltas en juzgados, medios de prensa y en la política nacional. En su reporte, Uceda exhibe la versión de la defensa de Acuña y la de la empresa sobre la posesión de un terreno en el área de influencia del proyecto. 

El reporte -que ha generado revuelo entre los defensores de la causa Acuña, los detractores de Yanacocha y los fans del reputado periodista de investigación- incide en un aspecto: el patrimonio familiar de los Acuña-Chaupe, confrontado a las varias ocasiones en que Máxima afirmó que el terreno del que Yanacocha trata de sacarla era su única propiedad. 

Llovió de todo. Desde quienes han fustigado a Uceda por hacer eco de la versión de la minera (que, vamos, no es presentada sólo como "información" sino como "una revelación" que ensombrece la postura de Acuña), hasta quienes han levantado el dedo acusador contra quien ha sido identificada desde el activismo y la política de bandera antiminera como la "David" del abusivo Goliat que es la empresa Yanacocha, en esa molestosa pero efectiva estrategia del activismo de beatificar a cualquiera que le plante cara a un gran poder. 

El fondo de la polémica es de forma. El tratamiento de información pública -pero no publicitada- sobre las propiedades de Acuña ha sido presentada como una revelación. Y se ha lanzado una hipótesis de veracidad ("la mentira sobre la 'única propiedad' echa sombras sobre toda la historia") en un contexto en el que Yanacocha lleva a cuestas una derrota judicial y está pendiente dirimir en lo civil la causa. 

¿Es Máxima Acuña una "invasora" de terrenos que ha engañado a sus defensores, o que, tal vez, ha prestado su historia para "vender mejor" una causa política, una propuesta electoral? El propio reporte de Uceda advierte de esa lectura ("Es más convincente que si Marco Arana se cortara un brazo y acusara a Yanacocha de su mutilación").

"Hay bastante desinformación en la presentación de esta noticia y un profundo desconocimiento de las estrategias y los problemas de los pequeños productores agropecuarios en la sierra" reflexiona la socióloga Marisa Remy, investigadora del Instituto de Estudios Peruanos y miembro del Seminario Permanente de Investigación Agraria, SEPIA. Para invitarnos a resolver este desconocimiento Remy nos ha remitido un texto en el que expone algunos factores a tener en cuenta para "ubicarnos" en el tema de las propiedades de la familia Acuña-Chaupe y qué tan sólidos son los señalamientos que han exhibido Uceda, en su momento la empresa Yanacocha y en general quienes han visto en ese informe una "prueba" de que el caso no es "blanco y negro" (sea cual sea del lado en el que esté).

Otro importante material para entender el caso puede revisarse en el testimonio que la propia Máxima Acuña brindó a la revista Ideele en su última edición.

Comparto pues el texto de Remy, quién, optimista, cree que esta discusión puede abrir una reflexión "sobre lo que podría ser una política de consolidación de la pequeña agricultura combatiendo el minifundio". Ahora que se debaten también los resultados del último censo agrario, espero que esta discusión, más allá de las "revelaciones" del periodismo, pueda tener un lugar en la prensa local.


[imagen de cabecera: Álvaro Portales]

La estrategia Máxima Chaupe de consolidación dela pequeña agricultura y de combate al minifundio

La señora Máxima Acuña de Chaupe, campesina de Celendín que defiende sus tierras frente a Minera Yanacocha ha sido recientemente presentada en la prensa como una suerte de acaparadora de tierras ante la evidencia de que tiene más de una parcela y que todas habrían sido conseguidas por “ocupación”. 

Lo primero que habría que decir es que de las casi 4 millones de parcelas que registra el CENAGRO 2012 en Sierra, sólo el 13% se encuentran en unidades agropecuarias que tienen una sola parcela: el 87% tiene por lo menos dos parcelas. En la costa y en la selva, esta dispersión de parcelas de una misma unidad productiva es menor (42% y 51% en costa y en selva respectivamente, son unidades agropecuarias con una sola parcela). 

Esta diferencia se explica en principio por el alto riesgo climático de la agricultura en la sierra; los agricultores, sobre todo los pequeños como la Sra. Chaupe, corren el riesgo de sufrir fenómenos extremos (heladas, granizadas) y distribuyen ese riesgo en diferentes parcelas: si en una cae la helada, se salvan con las otras. La localización múltiple permite además complementar diferentes calidades y aptitudes de los suelos, muy diversas en la sierra. A ello se agrega el hecho de que muchas de las posesiones de tierras de una familia campesina se originan en herencias, maternas, paternas, laterales, de diferentes pedazos. Finalmente (aunque esto es más importante en la sierra centro sur) está el desarrollo de una tecnología de barbecho largo (“muyuy” o “laymes”) por la cual los campesinos van produciendo en unas parcelas en tanto otras recuperan fertilidad convertidas en áreas de pastoreo. Encontrar, pues, la sorpresa de un periodista ante el hecho de que la señora tenga más de una parcela, quizás obedece a un problema de comunicación de los investigadores agrarios: no hay un investigador agrario que se sorprenda por ello, por lo menos desde las investigaciones de la década de los 70 de Figueroa, Cotler, Mayer, de la Cadena, Kervin, Golte y muchos otros. 

La cuestión de la “ocupación” de predios no inscritos en registros públicos requiere un poco más de información. Primero un dato: también según CENAGRO 2012, sólo el 38% de las tierras tienen títulos registrados (esto es relativamente semejante en las tres regiones naturales). Lo que sucede, especialmente en áreas de pastoreo de secano como las de la Sra. Chaupe, es que son tierras pobres que no han despertado interés sino para los campesinos que organizan sus mecanismos de intercambio, herencia, etc., bajo su control y una mínima inscripción ante el Estado (registro posesionario en el MINAGRI, registro de acuerdos de intercambio o herencia ante el juez de paz). Son pautas absolutamente formales… sólo que no se trata de la formalidad registral estatal. De pronto un día, en esos territorios marginales al dinamismo empresarial, se descubre un recurso de interés para una gran empresa; en ese momento, las personas que tradicionalmente han ocupado el territorio se vuelven “informales” “ocupadores” (¡casi unos Orellana!), no porque hayan hecho algo malo o ilegal, sino porque no tuvieron antes ningún interés ni para el Estado ni para grandes inversionistas.

Hasta aquí, alguna información que me parecía necesaria. Pero ahora démosle otra mirada a la estrategia de la familia Chaupe. Lo que dice (aparentemente en crítica) la nota periodística es que la pareja ha logrado tener la impresionante suma de… 3 hectáreas estandarizadas (unas 11 Ha de pastizales de secano en sierra) al haber comprado o compensado a los otros herederos. Son pequeños productores; no son minifundistas. Eso es notable.

Uno de los problemas más graves que enfrentan los pequeños agricultores es la sucesión hereditaria, la principal causa del creciente minifundio (una unidad de menos de una o una y media hectárea). Un pequeño agricultor que tiene y trabaja tres hectáreas y con ello mantiene con un mínimo de dignidad a su familia, enfrenta el problema de que tiene, por ejemplo (un ejemplo que no es poco común) 6 hijos. Como herencia, a cada uno le tocaría 0.5 hectárea y todos se volverán pobres y trabajarán probablemente muy mal la tierra, porque de ella no podrán vivir y dedicarán más tiempo y preocupación a un negocito o a chambas ocasionales. Así crece el minifundio: por fragmentación de herencia.

Lo que parecen haber hecho la Sra. Máxima y su esposo es contrarrestar esta tendencia al minifundio, comprando o compensando a sus co-herederos: el hijo o la hija que ve en la agricultura un potencial de vida, de trabajo y, ojalá, de progreso, colabora con que los otros desarrollen mejor otras actividades. Muchos conocemos casos de agricultores que recibieron 3 ha. con la reforma agriaría, y 15 ó 20 años después, tienen 10 ó 12 hectáreas: una pequeña empresa agrícola, gracias a que, en vez de subdividir, han comprado a vecinos que no les interesa ya mucho la agricultura (los hijos estudian en la capital, la señora tiene una bodeguita) sus lotes, y hasta agregan hectáreas por arrendamiento.

Ésta, que podemos llamar “estrategia Máxima Chaupe de consolidación de pequeña agricultura y combate al minifundio”, podría ser una estrategia que apoye el Estado. Muchos pequeños agricultores actualmente no saben qué hacer y dejan que, a su muerte, los hijos se repartan (para empobrecimiento de todos) el patrimonio familiar. Un fondo de crédito hipotecario de largo plazo destinado a comprar los derechos de co-herederos o las micro parcelas de vecinos, permitiría capitalizar el campo: los hermanos que tienen hijos en la universidad pueden tener los recursos para que se hagan las tesis o una maestría, o que den la cuota inicial para una movilidad, o adquieran un motocar y dos mototaxis, o mejoren la bodeguita con un refrigerador para vender pollo y bebidas heladas… Pequeñas estrategias de salida de la agricultura, que deja el espacio a que pequeños agricultores se consoliden y poco a poco inviertan (cosecha de agua, equipos de riego, mejoramiento del hato ganadero, etc.) y se vuelvan pequeños empresarios agrícolas. Con ellos, programas de asistencia técnica, tecnificación, son mucho más factibles y eficaces. En otros países (España u Holanda, por ejemplo), este tipo de políticas se llamaron de “reconcentración parcelaria”; siempre buscando resolver los problemas de herencia sin fragmentar la tierra. No se trata de crear grandes propiedades, sino consolidar un agro de pequeños empresarios. Un modelo alternativo a la única imagen de desarrollo rural que parecen tener nuestros gobernantes: la Sociedad Anónima con 70,000 hectáreas.

¿Por qué es importante una “estrategia Máxima Chaupe de consolidación de pequeña agricultura” combatiendo el minifundio? Porque la pequeña agricultura teje espacios de vida, pueblos donde hay no sólo agricultores, sino maestros y comerciantes y si crece un poco, una agencia bancaria, un molino, una planta procesadora... A diferencia de lo que normalmente se cree, buena parte de la “urbanización” en el Perú no opera sólo por emigración del campo a la gran ciudad, sino por densificación del espacio rural asociada a procesos de desarrollo agrícola de pequeños productores. A diferencia de una gran empresa, las ganancias de cientos o de miles de pequeños agricultores de una región se gastan en la región dinamizando miles de pequeños mercados que multiplican las oportunidades de empleo. Nada más desolador que recorrer la zona de Chavimochic, con kilómetros y kilómetros de espacio vacío de vida o de sociedad (sin dónde comprar un refresco); un largo corredor de tapiales o cercos de grandes empresas a las que llegan cada mañana ómnibus de trabajadores desde Trujillo y regresan en la tarde.

Si en vez de cuestionar a una familia campesina que trata de mantener y ampliar su patrimonio y desarrollar su actividad agrícola y pecuaria, incluso contra las pretensiones de una de las empresas más grandes del país, empezamos a ver cuáles son sus estrategias de consolidación, podríamos encontrar rutas más armónicas y más inclusivas de desarrollo rural, así como inspiración para políticas públicas que multipliquen las oportunidades y capitalicen a pequeños emprendedores.

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