Era la última hora Navidad cuando un drone estadounidense –avión no tripulado- sobrevolaba la tranquila localidad de Miranshah, en Pakistán. Entonces, el cielo se nubló y el bombardeo dejó sin vida a cuatro personas. 

Ahora, las reacciones han llegado. El gobierno de Pakistán ha condenado el ataque, catalogándolo de "contraproducente" y puntualizando que "acarrea la pérdida de vidas inocentes". Por ello, anunció que podría llevar el asunto ante la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas (OACDH). 

Estos bombardeos "constituyen un precedente peligroso en las relaciones interestatales" y "tienen un impacto negativo en los esfuerzos del Gobierno para conseguir la paz y la estabilidad en el país y en la región", sentenció la portavoz del Ministerio de Exteriores, Tasnim Aslam. Es más, ha pedido a Washington que ponga fin a estas operaciones, según la agencia estatal paquistaní de noticias, APP.

Tan sólo han pasado unos meses desde que el Congreso de EEUU escuchara por primera vez a víctimas de drones en la zona tribal de Waziristán del Norte en Pakistan. Sin embargo, los desgarradores testimonios parecen no afectar a la política estadounidense contra el terrorismo.

El hecho de que EEUU realice ataques con drones no es nuevo. Un reciente informe de Amnistía Internacional (AI) denuncia crímenes de guerra de EEUU en ataques con aviones no tripulados que habrían violado la legislación internacional. El informe documenta decenas de matanzas en Pakistan y constata "la falta de transparencia" del Gobierno estadounidense en torno a ese tipo de operaciones.

Una historia que viene de largo

La tensión entre Pakistán y Estados Unidos es patente. A pesar de que Aslam afirmó hoy que la cooperación entre ambos estados continuará, las diferencias respecto al uso de estos juguetes asesinos, así como las intervenciones estadounidenses en tierras paquistaníes son notables. 

Este mes, la Asamblea Nacional de Pakistán aprobó por unanimidad una resolución contra los bombardeos ejecutados por drones estadounidenses contra su territorio. En un texto oficial describió dichos actos como "una violación de la Carta de Naciones Unidas, las normas internacionales y el Derecho Humanitario".

Sin embargo, el punto de quiebre se produjo hace dos años, en la operación de captura del líder de Al Qaeda Osama Bin Laden, quien fue ejecutado por EEUU en la localidad pakistaní de Abbottabad sin informar a las autoridades del país. Posteriormente, los lazos se debilitaron nuevamente tras la muerte de 24 soldados paquistaníes por un bombardeo estadounidense contra un puesto de control en la frontera con Afganistán a finales de 2011.

La postura del gobierno paquistaní está clara. El primer ministro, Nawaz Sharif, criticó abiertamente a Washington por provocar la muerte del líder del grupo insurgente Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP) -conocido como los talibán paquistaníes- con drones, justo un día después de que se comenzara un proceso de paz entre las partes.  

Ninguna parte se libra

Aún así no todo es color de rosas. El diario The Washington Post destapó que el Gobierno de Pakistán dio durante años su respaldo tácito a los ataques ejecutados por aviones no tripulados de EEUU en el país.

Es más, algunos de los ataques fueron realizados a petición expresa de Islamabad, incluyendo decenas de ellos con drones en las FATA, ubicadas en la frontera con Afganistán y consideradas como un refugio de los talibán y milicianos vinculados a Al Qaeda, e incluyen fotografías aéreas tomadas desde finales de 2007 hasta finales de 2011.

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