Tira y afloja
Tercer día de cierre indefinido de la administración federal y los servicios públicos de EEUU sin señal de acuerdo entre demócratas y republicanos.
“Quieren que capitulemos, no capitularemos”, sentenció ayer el presidente del partido republicano, Reince Priebus. La crisis política está a la orden del día tras el cierre indefinido, por tercer día consecutivo, de la administración federal y los servicios públicos de EEUU, que materializa la polarización partidista acumulada en el país en los últimos años.
Por el momento los conservadores no ceden. El Partido Republicano sigue condicionando, tanto la elevación del techo de deuda para evitar la suspensión de pagos, como la extensión del presupuesto para reabrir los servicios públicos federales, a que el presidente retrasase los objetivos de su reforma sanitaria -la mayor en medio siglo y que permitiría a casi 50 millones de personas tener cobertura sanitaria mínima esencial-, algo a lo que Obama se niega rotundamente.
El propio presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, máxima autoridad republicana en el Capitolio, declaró el miércoles que seguirá actuando para “salvar a los norteamericanos del peligro de la reforma sanitaria”. Es más, Priebus ya señaló que los republicanos están "ofreciendo propuesta tras propuesta para llegar a un acuerdo, y nos hemos encontrado con un muro. Obama estaba muy feliz por haber llamado al líder de Irán para hablar con él largamente, pero no está dispuesto a hablar con los republicanos”.
No importan las advertencias de la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, sobre los riesgo de la crisis que causarían “un daño muy serio, no solo a la economía de EEUU, sino a la economía de todo el mundo”. O los avisos del Departamento del Tesoro sobre la posibilidad de alcanzar una "crisis financiera y una recesión similar o peor a los sucesos de 2008", que en caso de producirse una suspensión de pagos, puede terminar en una paralización de los mercados de créditos.
Y es que la crisis política estadounidense refleja que el cálculo de los republicanos es político y no económico. El Tea Party -el ala conservadora republicana y que también se opone al aborto, el matrimonio homosexual y lo anticonceptivos- quiere ahora cumplir su promesa electoral de hacer todo lo posible para frenar la reforma sanitaria de Obama. Lo hacen además sin límites, sin analizar las consecuencias para el país de una parálisis de este calibre.
Obama pidió a los republicanos ayer en un acto en Maryland que "voten, paren esta farsa y acaben con el cierre del gobierno ahora". Es más, el presidente arremetió contra Boehner y señaló que éste podría acabar con el "imprudente" cierre de gobierno en sólo cinco minutos. Recordemos que Boehner, como presidente de la Cámara de Representantes, tiene la capacidad de someter a votación una ley que permita la reapertura de los servicios públicos y deje de lado las incertidumbres económicas ampliando tanto el presupuesto como la deuda sin condiciones.
Sin embargo, hay mucho en juego. Boehner podría perder su liderazgo, puesto que una votación de este carácter -con suficientes apoyos entre republicanos moderados y demócratas para que salvara la crisis- dividiría de forma irremediable el partido, y la máxima autoridad republicana en el Capitolio, se convertiría en un blanco para el Tea Party. Además, los republicanos moderados temen que esta crisis limite sus opciones de presidir EEUU por mucho tiempo.
Cada día se consolida la imagen de un partido al que se puede recurrir para agitar pero en el que no se puede confiar para gobernar. De hecho, más de un 70% de los norteamericanos, según diferentes encuestas, se oponen al cierre del gobierno para acabar con la reforma sanitaria, es decir,una gran parte de ciudadanos que se oponen a esa ley.
Ahora los republicanos deberán elegir entre enfrentar un conflicto con el Tea Party, que a pesar de tener menos del 20% de apoyos entre republicanos controla las bases conservadoras, o perder la simpatía de un gran sector de la población.
No es el único que podría perder. Obama necesita recuperar credibilidad tras las críticas recibidas por de gran parte de la sociedad norteamericana tras el posible ataque a Siria. Sin la reforma sanitaria su mandato podría cuestionarse.
Por el momento la crisis está a flor de piel y más de 800,000 trabajadores federales no salen a trabajar (los considerados "no esenciales") y millones que si lo han hecho no van a recibir salario alguno. Sin embargo el bloqueo no puede prolongarse por mucho tiempo, ¿quien cederá?
Con información de The New York Times, El País, BBC, Efe, CNN
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