Por: Fernando Villarán. Profesor de Ingeniería y Economía en la UARM

Donald Trump no tiene idea de las fuerzas que está desatando en su país y en todo el mundo. Por lo pronto, no hay forma de que le gane la batalla a Harvard.


Harvard es una de las mejores universidades del mundo. Fue fundada en el año 1636, cuando Estados Unidos era todavía una colonia, por un religioso puritano con el mismo nombre, unos 85 años después de nuestra Universidad Mayor de San Marcos. Es también la universidad más rica del planeta, tiene un fondo financiero propio, que llaman “endowment”, de 51,000 millones de dólares. Su primera escuela fue la de medicina, las más grandes son las de leyes y negocios, y la que más estudiantes extranjeros tiene es la de gobierno.

Han egresado de Harvard ocho presidentes de Estados Unidos, entre los que se encuentran Theodore Roosevelt, Franklin Roosevelt, John F. Kennedy, George W. Bush y Barack Obama. También egresó de allí Henry Kissinger. Entre sus profesores más famosos están Michael Porter, padre de la competitividad empresarial, Dani Rodrik, experto en políticas industriales y James Robinson, autor del best seller “Por qué fracasan los países”.

La guerra entre Harvard y el gobierno de Donald Trump, la inició este último. El 11 de abril del presente año, el Departamento de Educación le envió una carta/acuerdo en la que acusaba a la universidad de “antisemitismo desenfrenado”, de ser permisivos con el plagio, de otorgarles demasiado poder a sus profesores, administrativos y estudiantes, de abandonar el principio del mérito para sus profesores y alumnos por la aplicación de sus políticas de “Diversidad, Equidad e Inclusión” (DEI), que debían cancelar. Cargos, absolutamente falsos, comenzando porque el propio rector es judío. También obligaba a la universidad a someterse a una “supervisión” en sus contrataciones de profesores, admisión de alumnos y la creación de programas y cursos, y le prohibía aceptar a estudiantes extranjeros “hostiles a Estados Unidos”.

No era el primer ataque a las universidades norteamericanas. En los cincuentas, en plena guerra fría, el senador Joseph McCarthy había detenido y expulsado a cientos de profesores y estudiantes de las universidades, acusándolos de comunistas. En los setentas, el presidente Richard Nixon dijo su famosa frase: las universidades son el enemigo. La guerra de Vietnam estaba en todo su apogeo y los estudiantes protestaban masivamente contra ella; al final ganaron y Estados Unidos tuvo que rendirse. Más recientemente, JD Vance, el vicepresidente del país, dijo que la educación superior era una “institución hostil”, y “tenemos que atacar a las universidades”. Trump y sus MAGA seguidores habían repetido durante la campaña presidencial que las universidades estaban dominadas por “marxistas maniáticos”, y los estudiantes que protestaban eran “salvajes, jihadistas, comunistas y terroristas”.

El rector (presidente), Alan M. Garber, respondió la carta del gobierno con valentía: no aceptamos los términos de su carta/acuerdo. La universidad no renunciará a su independencia ni a sus derechos constitucionales. Los profesores, estudiantes y administrativos cerraron filas detrás del rector. Era la primera universidad que se enfrentaba al gobierno; desde hacía meses, aún antes de la llegada de Trump, las Juntas Directivas (Board of Trustees) de las universidades como Columbia, Pensilvania, Cornell y otras, habían obligado a renunciar a sus rectoras mujeres por permitir manifestaciones pro palestinas en sus respectivos campus. Habían agachado la cabeza.

La respuesta del gobierno no se hizo esperar, ha congelado más de 2,200 millones de dólares en fondos federales para investigaciones diversas, y 60 millones en contratos de servicios. También ha solicitado al Servicio de Impuestos Internos (IRS) la revocatoria de la exención fiscal que gozan las universidades privadas, de manera que Harvard tendría que pagar impuestos como cualquier empresa privada. Finalmente, el Departamento de Seguridad Nacional revocó la certificación de Harvard para admitir estudiantes del exterior, lo que significa que no se les dará visas a sus alumnos extranjeros, que son el 27% del total.

Pero ¿cuáles son los verdaderos motivos de esta guerra? Los medios masivos han interpretado este enfrentamiento como una lucha política e ideológica entre la derecha conservadora y los demócratas liberales, que es como se llama a la izquierda en Estados Unidos. Se dice que los primeros tienen el derecho de difundir y aplicar sus ideas y planeamientos en las universidades y en la sociedad, así como lo tuvieron los liberales durante todo este tiempo. Se trataría de una competencia válida de ideas e ideologías. Es una visión sesgada y superficial.

En esta guerra, lo que está verdaderamente en juego es la libertad de pensamiento, la libertad de investigación, la libertad de expresión, los fundamentos de la modernidad y de la democracia. Harvard, y todas las universidades de calidad en Estados Unidos y el mundo entero, aceptan y promueven la más amplia libertad de pensamiento, de investigación, de cátedra; practican el pensamiento universal, el pensamiento crítico. Si no lo hicieran, dejarían de ser universidades. Ellas han sido el espacio en donde han nacido y crecido las ideas que definen el mundo actual, desde la física de Newton y Einstein, las matemáticas de Kepler y Pascal, la filosofía de Descarte, Rousseau y Nietzsche, la psicología de Freud y Jung, el pensamiento económico de Smith, Marx, Keynes, Hayek, Schumpeter, Friedman. Si no hubieran tenido esa libertad, esa apertura, no habrían florecido todas estas ideas y corrientes de opinión, no serían las mejores universidades, habrían desaparecido en la mediocridad.

El escudo de Harvard es muy potente y al mismo tiempo pertinente: Veritas, Verdad. Una sola palabra, un solo concepto. Es la base de toda la ciencia y de las humanidades, de toda la tecnología, de todo bienestar humano. Frente a ella está la agresiva mentira de Trump, de JD Vance, mentirosos seriales, profesionales, las que multiplican en las redes sociales. De allí sólo va a salir la destrucción de la ciencia, de la tecnología, del progreso, la destrucción de Estados Unidos. Trump y sus seguidores como Bolsonaro y Milei, les tienen terror a las universidades de calidad, la temen a la verdad, rechazan el pensamiento crítico, buscan el pensamiento complaciente y servil. Harvard va a ganar esta guerra, la verdad va a prevalecer sobre la mentira, la razón sobre la fuerza, el conocimiento sobre la ignorancia.


[Foto de portada: REUTERS - Nicholas Pfosi]


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