Escribe: Fernando Villarán, profesor principal de la UARM
Es muy conocido que la economía china creció entre el año 1980 y el año 2010, es decir, durante 30 años continuos, a un ritmo de 10% anual en promedio; un desempeño que no ha tenido ningún país en la historia económica del mundo. En este período rescató de la pobreza a 800 millones de sus habitantes, convirtiéndose, en ese momento, en la segunda potencia económica detrás de Estados Unidos.
Hoy día China ya es la primera potencia del mundo si consideramos la medición del PBI realizada por el FMI que se denomina Precios Paridad de Compra (PPP por sus siglas en inglés), que refleja mejor la riqueza generada anualmente en cada país. De acuerdo a esta medición el PBI de China es de 39.4 Trillones (millones de millones) de dólares y el PBI de Estados Unidos es de 30.3 Trillones. Si bien el ritmo de crecimiento de China se ha reducido en los últimos años a 5% anual, este ritmo es más del doble del crecimiento de USA. Estos son datos duros en los que no cabe mayor discusión.
En lo que si hay bastante polémica es en las causas de este espectacular crecimiento económico. Desde el mundo occidental este desempeño se atribuye a las reformas económicas implementadas por Deng Xiaoping desde el año 1978, cuando asume la conducción del país. Sus principales reformas fueron: abrir la economía china al mundo a través del comercio y el sistema financiero, promover la inversión y la tecnología extranjera, extender y facilitar el libre mercado y la propiedad privada en todo el país. En varios discursos Deng le decía a su pueblo “aprovechen el mercado, háganse millonarios”.
Algunos, no pocos, llegaron a decir incluso que China ya se ha convertido en un país 100% capitalista, siguiendo el espíritu triunfalista que reinaba en Estados Unidos y Europa después de la disolución de la Unión Soviética en 1991. Se decía, y se sigue diciendo, que está conversión de China al capitalismo le daba la razón a Fukuyama, comprobaba que la historia política llegaba a su fin porque quedaba un solo sistema económico, el capitalismo, y un solo modelo político, la democracia. Lo cierto es que el gobierno chino define a su modelo económico como “socialismo de mercado”.
Desde la izquierda se atribuían los éxitos chinos a la correcta conducción del Partido Comunista Chino, a la política de acercamiento con occidente y a la aplicación inteligente de la planificación estratégica de largo plazo.
Ciertamente todos estos elementos fueron importantes para el éxito del modelo chino, tanto el mercado y la inversión extranjera, así como la planificación y las relaciones con occidente, jugaron un rol significativo. Pero las causas decisivas, las determinantes, de su éxito son menos reconocidas. Desde mi punto de vista son las siguientes:
1. Política de industrialización. Desde el día uno en que nace la República Popular China, Mao Zedong propuso que China se convierta en un país industrializado para recuperar el liderazgo mundial que tuvo entre los siglos XI al XVI. Mao le llamó “caminar con los dos pies”, modernizar la agricultura y crear una industria vigorosa. Actualmente el sector industrial representa el 33% de su PBI (en el caso de USA es 11%), y desde hace más de dos décadas China se ha convertido en la industria del mundo entero. Complementario a la industria, el otro sector prioritario en China ha sido la construcción, basta ver los espectaculares puentes, túneles, puertos y estaciones de trenes rápidos, que aparecen en YouTube a diario; infraestructura no sólo física sino también digital.
2. Sistema educativo de alta calidad. Si bien la educación pública universal y de calidad fue una prioridad desde el principio de la revolución, adquirió un impulso decisivo desde la apertura de relaciones con Estados Unidos, en 1972, luego de las históricas negociaciones entre Nixon-Kissinger y Mao-Chou Enlai. Desde ese momento miles de estudiantes chinos empezaron a invadir las mejores universidades norteamericanas y europeas, realizando sus maestrías, doctorados, proyectos de investigación conjunta, convenios con universidades chinas, etc. La mayoría de ellos regresaron a China como docentes e investigadores. Hoy día China cuenta con 3.100 universidades de alta calidad de las que egresan, cada año, 1.6 millones de ingenieros muy bien preparados. Allí no se caen puentes ni techos de centros comerciales.
3. Inversión creciente en Tecnología, Innovación y Emprendimiento. Si bien China todavía no llega al nivel de la inversión en CTI de Estados Unidos, que es de 3% del PBI, es el país que más aumenta esta inversión cada año. Se orienta, no tanto a la ciencia básica, sino a las innovaciones, a las aplicaciones del nuevo conocimiento para la producción. Hoy día China registra 1.6 millones de patentes al año contra 520,000 de Estados Unidos (cifras WIPO). La inversión no sólo se aplica para la Investigación y el Desarrollo (I+D) sino también para los nuevos emprendimientos. Los bancos estatales de desarrollo chinos, los más grandes de mundo, financian sin mayor trámite a los emprendedores creativos, jóvenes ingenieros con sus audaces ideas e innovaciones. DeepSeek es un magnífico ejemplo.
4. Mercado interno en expansión. A diferencia de los países capitalistas desarrollados que tienen como principal beneficiario del crecimiento a las grandes empresas, al sector financiero y a los más ricos, el espectacular desempeño de la economía china se distribuye de una manera más equitativa entre toda la población. A medida que ha venido aumentando la productividad, fuente principal de la riqueza, se ha venido incrementando, en forma ininterrumpida, los salarios y los sueldos de los trabajadores y de la clase media china. Esto ha significado que el mercado interno se ha convertido, junto con las exportaciones y la innovación, en otro de los motores de la economía. En momentos en que Trump impone aranceles a todos los países, y el comercio mundial se encoje, el mercado interno chino es una opción muy oportuna y realista. En contraposición, en Estados Unidos los sueldos y salarios de los trabajadores, así como los ingresos de la clase media, prácticamente se han estancado en términos reales, a partir de 1980, lo que ha generado la mayor desigualdad en la historia de ese país.
5. Mercados competitivos. La flexible e inteligente regulación estatal de los mercados incentiva la creación de nuevas y mejores empresas en todos ellos, apoyando y financiando a los emprendedores, innovadores, investigadores e inversionistas. Ello permite que los mercados ofrezcan una cantidad creciente y diversificada de productos y de servicios, que mejoran su calidad día a día. En contraposición, en Estados Unidos, y especialmente en Europa, los mercados están dominados por monopolios y oligopolios, que controlan a sus respectivos gobiernos e impiden la libre competencia. El caso de Zuckerberg, comprando a Instagram y WhatsApp, competencia directa de FaceBook, es muy ilustrativo; también el caso de Microsoft comprando a OpenIA. En China, hay 400 empresas produciendo autos eléctricos, mientras que en Estados Unidos hay muy pocas, Tesla y los tres grandes (Ford, GM, Chrysler) que avanzan muy lentamente. También hay 5,000 empresas produciendo robots y sus componentes, así como miles generando programas de Inteligencia Artificial. Esto es extremadamente paradójico: el mercado está funcionando mejor en un país socialista que en el país capitalista por excelencia.
Siguiendo fielmente el libreto neoliberal impuesto desde 1990, hoy redoblado al tope por Donald Trump, el actual gobierno peruano no aplica ninguna de estas cinco cruciales políticas. No hay que ser adivino para predecir que nos vemos directo a los últimos lugares en crecimiento y desarrollo.
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VERSIÓN EN INGLÉS
Why China is Beating the USA in the Economic Race
It is well known that the Chinese economy grew between 1980 and 2010—that is, for 30 consecutive years—at an average annual rate of 10%; a performance unmatched by any country in world economic history. During this period, China lifted 800 million of its citizens out of poverty, becoming the world’s second-largest economic power behind the United States.
Today, China is already the world’s leading power if we consider the GDP measurement used by the IMF known as Purchasing Power Parity (PPP), which better reflects the wealth generated annually in each country. According to this metric, China’s GDP is $39.4 trillion, while the United States' is $30.3 trillion. Although China’s growth rate has slowed in recent years to 5% annually, this pace is still more than double that of the USA. These are hard facts, beyond debate.
What remains controversial are the causes of this spectacular economic growth. From the Western perspective, this performance is attributed to the economic reforms implemented by Deng Xiaoping beginning in 1978 when he took leadership of the country. His main reforms were: opening the Chinese economy to the world through trade and the financial system, promoting foreign investment and technology, and expanding and facilitating the free market and private property throughout the country. In several speeches, Deng told his people: “Take advantage of the market, get rich.”
Some even claimed that China had already become a 100% capitalist country, echoing the triumphalist spirit that prevailed in the United States and Europe after the dissolution of the Soviet Union in 1991. It was said—and still is—that China’s conversion to capitalism proved Fukuyama right, confirming that political history had come to an end because only one economic system, capitalism, and one political model, democracy, remained. What is certain is that China’s government defines its economic model as “market socialism”.
From the left, China’s successes were attributed to the proper leadership of the Chinese Communist Party, its rapprochement with the West, and the intelligent application of long-term strategic planning.
Certainly, all these elements were important for the success of the Chinese model: the market and foreign investment, as well as planning and relations with the West, played a significant role. But the decisive, determining causes of its success are less recognized. From my point of view, they are the following:
1. Industrialization Policy
From day one of the founding of the People's Republic of China, Mao Zedong proposed that China should become an industrialized country to regain the global leadership it held between the 11th and 16th centuries. Mao called this “walking on two legs”: modernizing agriculture and creating a strong industry. Currently, the industrial sector represents 33% of China’s GDP (compared to 11% in the USA), and for more than two decades China has been the factory of the world. Complementing industry, construction has been another priority sector in China—just look at the spectacular bridges, tunnels, ports, and high-speed train stations featured on YouTube daily; not only physical infrastructure but also digital.
2. High-Quality Educational System
Although universal, high-quality public education was a priority from the beginning of the revolution, it gained decisive momentum after the opening of relations with the United States in 1972, following historic negotiations between Nixon-Kissinger and Mao-Zhou Enlai. From that moment, thousands of Chinese students began entering top U.S. and European universities, completing their master’s degrees, PhDs, joint research projects, and academic agreements with Chinese universities. Most of them returned to China as professors and researchers. Today, China has 3,100 high-quality universities from which 1.6 million well-trained engineers graduate every year. There, bridges and shopping mall roofs don’t collapse.
3. Growing Investment in Technology, Innovation, and Entrepreneurship
Although China has not yet reached the level of the United States’ investment in science, technology, and innovation (3% of GDP), it is the country that increases this investment the most each year. It focuses not so much on basic science, but on innovations and the application of new knowledge to production. Today, China registers 1.6 million patents per year, compared to 520,000 in the United States (WIPO figures). Investment is not only directed toward research and development (R&D) but also toward new ventures. China’s state development banks—the largest in the world—provide financing without much bureaucracy to creative entrepreneurs and young engineers with bold ideas and innovations. DeepSeek is a magnificent example.
4. Expanding Domestic Market
Unlike developed capitalist countries, where the main beneficiaries of growth are large corporations, the financial sector, and the wealthy, the spectacular performance of China’s economy is distributed more equitably across the population. As productivity—the main source of wealth—has increased, so have the wages and salaries of Chinese workers and the middle class. This has meant that the domestic market has become, alongside exports and innovation, another engine of the economy. At a time when Trump imposes tariffs on all countries and global trade shrinks, China’s domestic market is a timely and realistic alternative. In contrast, in the United States, the wages and salaries of workers and the incomes of the middle class have been virtually stagnant in real terms since 1980, leading to the highest inequality in the country’s history.
5. Competitive Markets
Flexible and intelligent state regulation of markets encourages the creation of new and better companies across all sectors, supporting and financing entrepreneurs, innovators, researchers, and investors. This allows markets to offer an increasing and diversified supply of products and services that improve in quality day by day. In contrast, in the United States—and especially in Europe—markets are dominated by monopolies and oligopolies that control their respective governments and prevent free competition. The case of Zuckerberg buying Instagram and WhatsApp, direct competitors of Facebook, is very illustrative; so is the case of Microsoft buying OpenAI. In China, there are 400 companies producing electric cars, while in the United States there are very few—Tesla and the Big Three (Ford, GM, Chrysler)—which are moving very slowly. There are also 5,000 companies producing robots and components, as well as thousands developing artificial intelligence programs. This is extremely paradoxical: the market is working better in a socialist country than in the quintessential capitalist one.
By faithfully following the neoliberal playbook imposed since 1990—now redoubled under Donald Trump—the current Peruvian government implements none of these five crucial policies. One does not need to be a fortune teller to predict that we are heading directly to the bottom ranks in growth and development.
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