Escribe: Fernando Villarán, profesor principal de la UARM


En los últimos días el presidente Trump ha iniciado una guerra comercial contra la mayoría de países del mundo, especialmente contra China. La reacción de estos países ha sido variada, mientras que algunos han esperado con prudencia a que se aquieten las aguas y otros han respondido con contramedidas, hay un grupo que ha bajado mansamente la cabeza.

Desde los cinco hasta los dieciséis años he sido educado por monjas y curas norteamericanos. Aparte del inglés, ellos me enseñaron a amar a Estados Unidos, su historia, sus presidentes, sus empresarios. Hoy día tengo sentimientos encontrados, en los que predominan los negativos, pero no puedo dejar de reconocer que siempre me ha gustado la franqueza de los norteamericanos, que ellos mismos llaman “candor” (en inglés). Ella ciertamente contrastaba con la capacidad para ocultar y deformar los sentimientos y las ideas que tenemos los latinoamericanos.

Donald Trump es un matón y no lo oculta; al contrario, es algo de lo que está orgulloso, es su aporte a la franqueza norteamericana. Es una personalidad que ha ido construyendo paso a paso, a lo largo de su prolongada vida. Su momento cumbre lo tuvo cuando dirigió un programa de TV llamado The Aprentice; la frase que lo caracterizaba era: ¡Estás despedido! Se ponía feliz con la desgracia ajena, con enviar a la calle, a la miseria, a gente pobre y débil. Así ha tratado, con la punta del pie, a sus trabajadores, proveedores y prestamistas, de las muchas empresas que ha tenido. Sus mayores estafas fueron el casino Taj Majal en Atlantic City y la Universidad Trump. Invirtió 1,000 millones de dólares en el primero y al quebrar dejó en el aire a bancos, inversionistas y proveedores. En su universidad cobraba 35,000 dólares por una serie de cursos que nunca impartió; al final tuvo que pagar 25 millones de dólares a sus miles de estafados alumnos. Todo esto es muy conocido; habla de los valores que tienen y cultivan los que votaron por él.

Fiel a su tradición matonesca, su programa MAGA (Make America Great Again), con el que ganó las elecciones en 2024, no significa reconstruir y mejorar su economía, su sociedad, su país, sino debilitar y destruir a sus enemigos, rivales y amigos; arrebatarles territorios, quitarles mercados, negarles tecnologías, sancionarlos económica y políticamente, echarlos del paraíso financiero capitalista, deportarlos, reducirlos a la más absoluta sumisión. Sólo el imperio norteamericano, con él a la cabeza, debe prevalecer como único superpoder en el planeta.

En esta oportunidad su “Gran garrote” (el famoso Big Stick de Teddy Roosevelt) han sido los aranceles. La justificación es el inmenso déficit comercial que tiene Estados Unidos con casi todos los países del mundo, que asciende a cerca de un millón de millones de dólares, un Trillón, como lo miden los anglosajones. Según Trump este déficit es producto de las malas mañas de los países contra Estados Unidos; dijo textualmente “ellos han saqueado, pillado, violado y expoliado a nuestro país… y todos los ex presidentes lo han permitido.” Los presentó como una respuesta a los aranceles que venían aplicando el resto de países para los bienes y servicios provenientes de Estados Unidos. Inventó una estrafalaria fórmula basada en el déficit que tenían con cada país; a mayor déficit, mayor castigo. Eran los “otros” países los que habían causado estos perjuicios a su país, y debían pagar por ello. Con bombos y platillos, el 2 de abril pasado, fecha que calificó como “el día de la liberación”, mostro al mundo una lista de los aranceles que iba a imponer a una gran cantidad de países. El tamaño del garrote correspondía al “daño” que habían hecho a su país.

A los pocos días, durante una comida organizada por el Comité Congresal Republicano dijo lo siguiente: “Muchos países me están llamando, me están besando el culo (kissing my ass). Se están muriendo por hacer un arreglo (deal). Me dicen: por favor, no voy a hacer nada, no voy a hacer nada.” Una buena muestra de la franqueza norteamericana. En mí también larga vida, nunca había escuchado a un presidente de un país referirse a los presidentes de otros países en esos términos. Es probable que algún rey, sultán o presidente se haya referido a algún “lameculos” en tercera persona, pero que uno de ellos les diga “vinieron a lamer MI culo” debe ser una especie de récord mundial del insulto. Ni Luis XVI debe haberse atrevido a tanto.

De hecho, si bien el concepto lameculo existe por estos lares, casi no lo usamos; usamos uno un poco más suave: chupamedias. Aunque, para expresar los diversos grados de servilismo frente a la colonia española, el imperio inglés y el imperio norteamericano existen también otros términos, como lacayo, cipayo, sirviente, criado, perro faldero, mayordomo, cortesano, bufón. Ciertamente, hemos tenido, y seguimos teniendo, a muchos de ellos, dado el largo período colonial y el alto grado de dependencia de nuestros países.

Antes de continuar debo confesar que en un inicio pensé titular este artículo “Los lameculos de Trump”, pero luego me contuve; era demasiado grosero, demasiado violento, no podía ser cómplice. No olvidemos que la violencia verbal antecede a la violencia física, y es parte del ABC del fascismo.

La gran pregunta es ¿quiénes son los chupamedias de Trump (me refiero a los de esta región)? Existen, con toda certeza, en eso sí le creo, pero la lista completa sólo la conoce el propio Donald Trump. Si bien no podemos conocer con certeza a los chupamedias, por lo menos podemos avanzar algunas hipótesis.

Los primeros que se me vienen a la cabeza son los presidentes que asistieron al besamanos (Sic!) en la Casa Blanca el día de la investidura de Trump, el 20 de enero de 2025.

- Javier Milei, presidente de Argentina; en uno de sus primeros actos de gobierno se retira de la alianza económica y política BRICS como prueba de amor a USA, y en medio del plan de austeridad más radical de la región que castiga a estudiantes, empleados públicos y jubilados le compra 24 aviones F-16 a la jefa del Comando Sur cuando visitaba su país.

- Daniel Noboa, presidente de Ecuador, que ha vuelto a regalar la base de Manta a los norteamericanos y promete otra en las Islas Galápagos; hace poco visitó a Trump en su residencia de Miami en plena campaña electoral, proceso que ganó muy probablemente con fraude.

- Santiago Peña, presidente de Paraguay, ex funcionario del FMI, gobernando el país más sumiso de Estados Unidos desde el golpe congresal al presidente izquierdista Fernando Lugo en 2012, la primera experiencia exitosa de “Lawfare” de la región.

- Nayib Bukele, el popular presidente de El Salvador, que ha logrado prácticamente eliminar la delincuencia en su país construyendo inmensas cárceles de alta seguridad, las mismas que ahora está utilizando el gobierno estadounidense para albergar a los inmigrantes deportados, sin juicio ni causa aparente; servicio por el cual recibe 15 millones de dólares anuales.

Incluyo en esta lista a José Mulino, presidente de Panamá, que acaba de entregar las zonas cercanas al canal a las tropas norteamericanas, reeditando la famosa “Escuela de las Américas” por las que han pasado varias generaciones de militares latinoamericanos, en la que se les alineaba en defensa del imperio durante la primera guerra fría contra la Unión Soviética, y ahora la vuelven a utilizar para la segunda contra China.

Felizmente no todo es sumisión y chupamedismo en la región, también tenemos muy buenos ejemplos de dignidad y valentía. Me quedo con la firme e inteligente lucha contra las prepotencias de su poderoso vecino del norte, llevada a cabo por Claudia Sheinbaum, la primera presidenta mujer de México. Continuando la sagacidad utilizada por AMLO, su antecesor, ha sabido lidiar con el toro bravo trumpista; tiene muy presente el viejo dicho, “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

El otro que le plantó cara a Trump fue Gustavo Petro que devolvió un avión lleno de colombianos deportados a su país porque venían esposados como delincuentes comunes; dijo que era una cuestión de dignidad y los norteamericanos tuvieron que ceder. Por ello y otras medidas de independencia, está primero en la lista de los presidentes que quiere cambiar el imperio. Por cierto, también hubo otras expresiones de dignidad en la región, pero no tengo el registro de todas, ni espacio, de manera que me quedo con estas dos.


Versión en inglés / English version


Donald Trump’s Bootlickers

Fernando Villarán - University professor - Lima


In recent days, President Trump has launched a trade war against most countries in the world, especially China. The reactions of these countries have varied—while some have cautiously waited for the situation to calm down and others have responded with countermeasures, there is a group that has meekly bowed its head.

From the age of five to sixteen, I was educated by American nuns and priests. Besides teaching me English, they taught me to love the United States, its history, its presidents, and its entrepreneurs. Today, I have mixed feelings, mostly negative, but I must admit I have always liked the frankness of Americans, which they themselves call "candor." It certainly contrasted with the ability we Latin Americans have to hide and distort feelings and ideas.

Donald Trump is a bully and he doesn’t hide it; on the contrary, he is proud of it. It's a persona he has built step by step throughout his long life. His peak moment came when he hosted a TV show called The Apprentice; his signature phrase was: "You're fired!" He took pleasure in other people's misfortune, sending poor and weak persons into misery. That’s how he treated workers, suppliers, and lenders at the many companies he owned. His biggest scams were the Taj Mahal casino in Atlantic City and Trump University. He invested one billion dollars in the former and, when it went bankrupt, left banks, investors, and suppliers hanging. In his university, he charged $35,000 for a series of courses that were never delivered; in the end, he had to pay $25 million to his thousands of defrauded students. All of this is well known; it speaks to the values held and nurtured by those who voted for him.

True to his bullying tradition, his MAGA (Make America Great Again) program, with which he won the 2024 election, doesn’t mean rebuilding and improving his economy, society, and country, but weakening and destroying his enemies, rivals, and even friends: seizing territories, stealing markets, denying technologies, imposing economic and political sanctions, expelling them from the capitalist financial paradise, deporting them, reducing them to absolute submission. Only the American empire, with him at the helm, must prevail as the planet’s sole superpower.

This time, his "Big Stick" (Teddy Roosevelt’s famous policy) has been tariffs. The justification is the massive trade deficit the United States has with almost every country in the world, amounting to nearly one trillion dollars. According to Trump, this deficit is due to the "bad practices" of other countries against the U.S.; he literally said, "They have cheated, looted, pillaged and raped our country… and all previous presidents allowed it." He portrayed the tariffs as a response to the ones already being applied by other countries on U.S. goods and services. He invented a bizarre formula based on the trade deficit with each country: the larger the deficit, the harsher the punishment. In his view, it was the "other" countries that had harmed his nation, and they had to pay for it. With great fanfare, on April 2nd —a date he called "Liberation Day"— he unveiled to the world the list of tariffs he would impose on a large number of countries. The size of the stick matched the "damage" inflicted on the U.S.

A few days later, during a dinner organized by the Republican Congressional Committee, he said: "Many countries are calling me, they're kissing my ass. They’re dying to make a deal. They tell me: please, I won't do anything, I won't do anything." In my also long life, I had never heard a president refer to other world leaders in such terms. Perhaps a king, sultan, or president once referred to some "bootlicker" in the third person, but for one of them to say, "they came to kiss MY ass" must be some kind of world insult record. Not even Louis XVI would have dared so much.

In fact, while the concept of a "kiss ass" exists in our regions, we rarely use it. We use a slightly softer term: boot licker. However, to express the various degrees of servitude toward the Spanish colony, the British Empire, and the American Empire, there are also other terms like lackey, sepoy, servant, houseboy, lapdog, butler, courtier, clown. Indeed, we have had, and continue to have, many of them, given the long colonial period and the high dependency of our countries.

Before continuing, I must confess that at first, I considered titling this article Trump’s Kiss Ass, but I restrained myself; it was too crude, too violent. I couldn’t be complicit. Let’s not forget that verbal violence precedes physical violence and is part of the ABCs of fascism.

The big question is: Who are Trump's bootlickers (specifically in this region)? They certainly exist —on that, I believe him— but only Donald Trump himself knows the full list. Even if we can't be certain, we can at least propose some hypotheses.

The first who come to mind are the presidents who attended the hand-kissing ceremony (sic!) at the White House on Trump’s inauguration day, January 20, 2025:

- Javier Milei, President of Argentina; in one of his first acts in office, he withdrew from the BRICS economic and political alliance as a show of loyalty to the U.S. Amidst the most radical austerity plan in the region, punishing students, public employees, and retirees, he bought 24 F-16 fighter jets from the head of the U.S. Southern Command during her visit to his country.

- Daniel Noboa, President of Ecuador, who handed back the Manta airbase to the Americans and promised another military base in the Galápagos Islands; he recently visited Trump at his Miami residence during the election campaign —a process he likely won through fraud.

- Santiago Peña, President of Paraguay, a former IMF official, ruling the country most submissive to the U.S. ever since the congressional coup against leftist President Fernando Lugo in 2012 —the region’s first successful "Lawfare" case.

- Nayib Bukele, the popular President of El Salvador, who managed to almost eradicate crime by building massive high-security prisons, which are now being used by the U.S. government to house deported immigrants without trial or due cause —for which he receives $15 million annually.

I also include José Mulino, President of Panama, who recently handed over the areas near the Canal to U.S. troops, reviving the famous "School of the Americas," where generations of Latin American soldiers were trained to defend the empire during the first Cold War —now being reused for the second Cold War against China.

Fortunately, not everything is submission and bootlicking in the region. We also have shining examples of dignity and courage. I’ll highlight two:

- Claudia Sheinbaum, Mexico’s first female president, who has skillfully and firmly resisted the bullying of the northern giant, continuing the shrewd diplomacy of her predecessor AMLO. She keeps in mind the old saying: "Poor Mexico, so far from God and so close to the United States."

- Gustavo Petro, who stood up to Trump by sending back a plane full of deported Colombians because they arrived handcuffed like common criminals; he said it was a matter of dignity, and the Americans had to back down. Because of this and other acts of independence, he tops the empire’s list of leaders they want to remove.

Of course, there have been other dignified expressions in the region, but I don't have a full record or enough space to mention them all, so I’ll leave it at these two.