“Una convicción es una maravilla, pero a la postre se vuelve una cárcel”, afirmó el psicoanalista y secretario ejecutivo del Acuerdo Nacional, Max Hernández, en el programa “Al Filo” de #LaMulaStream, al reflexionar sobre el pensamiento político del escritor Mario Vargas Llosa, recientemente fallecido a los 89 años en Lima.
Durante la entrevista con Javier Torres, Hernández rememoró la intensa trayectoria ideológica de Vargas Llosa, a quien conoció en sus años de juventud universitaria en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
“Mario ha sido un hombre de convicciones, y tenía una apuesta por sus convicciones”, dijo.
“Yo sí creo que es muy importante tomar su biografía como una suerte de itinerario personal de una historia política más grande, peruana, latinoamericana y tal vez mundial”.
Para el invitado, el compromiso político de Vargas Llosa con la Revolución cubana fue compartido por una generación entera:
“Quien no era en ese momento fidelista era porque no tenía ninguna idea de lo que pasaba en el mundo”, recordó.
Sin embargo, subrayó que Vargas Llosa fue uno de los primeros intelectuales en criticar al régimen de Fidel Castro, incluso antes del caso Padilla, debido a su postura frente a la invasión soviética a Checoslovaquia.
“Mario cree en el cambio, y cree al principio que el cambio lo va a hacer la revolución”, sostuvo.
Luego, según Hernández, Vargas Llosa trasladó esa misma esperanza de transformación hacia la democracia:
“En ese momento era la democracia la gran posibilidad de cambio”.
Consultado sobre la etapa final del Nobel, Hernández señaló:
“Yo lo entiendo como un desencanto, que de repente tiene que ver con la edad. Como diría Neruda, ‘nosotros los de entonces ya no somos los mismos’. Pero es importante entender el desencanto de Mario porque no fue el desencanto ergo ‘ya no hago nada’. Mario siempre luchó por aquello que para él era fundamental: la libertad”.
El también secretario del Acuerdo Nacional destacó una constante en la vida del escritor: “Su absoluto y total rechazo a cualquier forma de fanatismo”. Y añadió:
“Mario tenía una virtud particular no siempre presente en los intelectuales: si bien creía en las ideas, sabía que las palabras son maleables y que pueden significar más de lo que en apariencia dicen”.
Finalmente, Hernández hizo una invitación a repensar el legado del autor peruano más influyente del siglo XX: “Su vida puede ser leída como el retrato de una época. Desde la izquierda revolucionaria hasta el liberalismo, Vargas Llosa no dejó nunca de pensar, ni de escribir con compromiso”.
[Redacción: Jorge Paucar Albino / Foto de portada: Mario Vargas Llosa, en París, en 1961 / Archivo]
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