Por: Augusto Rubio Acosta *
Por largos años [siete para ser exactos], Trujillo espera en vano la organización de la Feria Internacional del Libro [FILT], sin duda el mayor espacio cultural que ha tenido la ciudad. Que la Municipalidad Provincial no haya querido o sea capaz de organizarla [hecho que no tiene justificación alguna], evidencia el desprecio gubernamental por el libro, la lectura y las artes, por espacios que en determinado momento fueron importantes y trascendentes para la ciudadanía de múltiples formas. Otra arista destacable del problema es la escasa y limitada capacidad de gestión cultural en el sector privado dedicado al libro, así como la desidia de la sociedad civil para exigir y hacer respetar la vigencia y permanencia de la FILT todos estos años.
En las últimas semanas, con argumentos absurdos, la comuna provincial le ha negado el uso libre de la Plaza de Armas, a los organizadores de la Feria del Libro de La Libertad, iniciativa privada que apuesta por el desarrollo del ecosistema del fomento lector en la región. El hecho no sorprende a nadie, sin embargo; sobre todo porque viene de la municipalidad provincial, ente de gobierno que en los últimos siete años ha destruido los espacios más potentes que en su momento existieron en la ciudad, destinados todos a leer, aprender y a crear vínculos comunitarios: la Biblioteca Municipal, el Fondo Editorial y la FILT. No es necesario explicar o recordarle a nadie, mucho menos al alcalde y a sus funcionarios ineptos [sería una pérdida de tiempo], lo que todo ello significó para el acceso al libro y la lectura, la desigual batalla cultural librada contra el desconocimiento, la conexión de vidas y de modos de pensar distinto, tantas e intangibles cosas en medio de la incomprensión y del asombro.
Toda Feria del Libro que se respete es un acto subversivo. Lo es porque está del otro lado, no con quienes sólo piensan en la venta indiscriminada de libros y no reparan en la calidad del contenido ni en el valor transformador de los mismos. Es un acto subversivo porque subvierte las formas de pensar tradicionales y hegemónicas, tan vigentes en una urbe con una población de pensamiento abrumadoramente colonial, sumiso y sin ambiciones. ¿De qué sirve mantener el establishment repitiendo la pobre, triste y hasta farandulera "programación cultural" de las ferias internacionales de la capital y otras ciudades? ¿Por qué Trujillo no merece recuperar y superar la alta calidad de invitados internacionales y nacionales que en su momento tuvo la FILT, así como las primigenias, estupendas y descentralizadas ferias del libro que organizaba ATAL hace largos años? ¿Por qué el municipio provincial no invierte el presupuesto necesario para desarrollar una FILT inclusiva, diversa y paritaria que nos devuelva el nivel de contenido, de organización, de independencia e impacto que Trujillo necesita? ¿Será que la directiva es cerrarle el paso al libro y a las ideas, a la cultura y a las artes, destruyendo el puente que conecta diferencias y fortalece nuestra convivencia en el deteriorado tejido social en que sobrevivimos? ¿Será que las más de doscientas cincuenta actividades que desarrollaba la FILT, en cada una de sus ediciones, no son "políticamente redituables" para las autoridades y que al generar conciencia crítica en los ciudadanos se afectan las ideas de la masa electoral de cara a los comicios que se avecinan?
El fomento del libro y la lectura, nuestra mayor herramienta en la lucha contra las múltiples formas de violencia que desde hace mucho destruyen Trujillo, vive -históricamente- su época más aciaga. Así, quienes se hacen llamar "autoridades" de la urbe más violenta del país, combaten la criminalidad con más violencia, sangre y fuego; con más armas, judicialización y represión; con "efectivos" policiales y elevados [nada transparentes] presupuestos; con estados de emergencia ridículos e insulsos; dejando de lado estrategias centrales como la creación de bibliotecas, fondos del libro y fomento de las artes, que transforman y enriquecen vidas, que construyen comunidad, evitando la inmersión de los más jóvenes en la criminalidad y en las graves taras sociales que actualmente padecemos.
Son tiempos infames para el libro, la lectura y las bibliotecas de una ciudad en la que a su población parece no importarle el futuro. Las múltiples aristas de esta grave coyuntura se confabulan y fortalecen con el paso del tiempo, en detrimento del concepto de comunidad, de identidad, de la difusión de las nuevas voces e ideas que aparecen y no encuentran espacio para desarrollarse. Hay tanto que decir respecto a esto. Hay, hermanos, tanto [demasiado] que hacer.
*Escritor y gestor cultural
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