Alessandra Durand, diseñadora y fundadora de la empresa social Kené Kaya, compartió con lamula.pe su visión sobre la relación entre la moda y las comunidades indígenas. Con más de cinco años trabajando junto a la comunidad shipibo-konibo en Cantagallo, Durand destacó los principios éticos que deberían guiar a los diseñadores peruanos y reflexionó sobre el impacto del caso Anís Samanez, que ha puesto en el debate público la apropiación cultural y el respeto por el arte ancestral.


¿Cuáles consideras que son los principios fundamentales para establecer relaciones justas y respetuosas con comunidades indígenas en el contexto de la moda?

En mi charla Arte indígena, moda e impacto social durante la Asociación de Moda Sostenible del Perú (AMSP), presenté cuatro principios clave:

Primero, el reconocimiento y compensación justa. Es fundamental respetar los precios que fijan las comunidades por su trabajo y reconocer al artista detrás de cada creación. Por ejemplo, los bordados kené pueden tomar meses de trabajo y no son solo productos, sino obras de arte cargadas de significado cultural.

Segundo, la colaboración genuina. Trabajar con comunidades indígenas debe ir más allá de los contratos. Es crucial escuchar sus necesidades, comprender su cosmovisión y apoyarlas en temas críticos como la salud y la educación.

Tercero, el empoderamiento artesanal. Los diseñadores tenemos la responsabilidad de enseñarles herramientas para formalizarse y gestionar sus marcas. Esto les permitirá convertirse en agentes económicos autosuficientes.

Finalmente, la protección de la propiedad intelectual. Contratos claros y regalías son esenciales para garantizar que los artistas se beneficien de su creatividad y proteger su legado cultural.


Mencionaste que la industria de la moda en Perú refleja desigualdades históricas y un legado colonialista. ¿Cómo crees que las empresas sociales pueden desafiar estas estructuras?

La moda peruana, como muchas industrias, refleja el extractivismo cultural y las desigualdades sociales del país. Con Kené Kaya, promovemos un modelo más equitativo basado en la participación activa de los artistas indígenas, la co-creación y la inversión en sus comunidades.

Durante la pandemia, desarrollamos una colección junto a artesanas shipibo-konibo, fortaleciendo sus habilidades y ayudándolas a comercializar sus propios productos. Este enfoque empodera a las comunidades y genera beneficios económicos sostenibles a largo plazo.


En tu charla, resaltaste la responsabilidad de las empresas sociales frente a la falta de apoyo estatal. ¿Qué acciones ha tomado Kené Kaya para cerrar esa brecha?

En Kené Kaya hemos organizado proyectos con ONGs y empresas que comparten valores éticos. Por ejemplo, colaboramos con Comunidad Perú para recaudar fondos para escuelas bilingües en Cantagallo y con una clínica dental móvil para atender a los niños de la comunidad.

Además, durante la pandemia distribuimos alimentos a más de 200 familias. Estas acciones muestran que pequeñas iniciativas pueden generar grandes impactos. Invito a otros diseñadores a invertir en las comunidades con las que trabajan, porque la cadena de valor no termina con la entrega del producto; es un proceso continuo de apoyo y respeto.

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