En el programa “Al Filo” de La Mula TV, el politólogo Noam López, investigador del Instituto de Analítica Social e Inteligencia Estratégica Pulso PUCP, explicó los límites de los estados de emergencia en la lucha contra el crimen organizado en el Perú. En entrevista con Javier Torres, López señaló que esta medida no solo es insuficiente, sino que en la mayoría de los casos no aborda la verdadera estructura criminal detrás de la inseguridad ciudadana.

“Restringir libertades y derechos solo limita el movimiento de la población, pero los delincuentes encuentran la manera de seguir operando. Al no encontrar víctimas en las calles, continúan extorsionando desde otros lugares, incluso desde penales, a través de llamadas o mensajes. Los estados de emergencia no eliminan estos delitos, simplemente los trasladan a otros ámbitos”, señaló López.

El politólogo se refirió al fenómeno de la “militarización” como respuesta a la inseguridad, la cual considera una medida que genera una falsa sensación de control.

“Sacar a los militares a las calles no garantiza que se reduzca la criminalidad. La presencia de las fuerzas armadas puede disuadir algunos delitos, pero es imposible cubrir todas las zonas. Además, los delincuentes saben dónde están desplegados los militares y simplemente evitan esas áreas”, explicó.

Para López, lo fundamental no es la presencia militar, sino la capacidad de realizar operativos basados en inteligencia. Sin ello, las medidas terminan siendo meros shows mediáticos que no abordan la raíz del problema.

Al ser consultado sobre el impacto de estas medidas en la percepción pública, López añadió que la respuesta estatal ha sido reactiva y poco efectiva. "La extorsión se ha vuelto masiva, afectando no solo a grandes empresarios sino también a pequeños comerciantes, transportistas y ciudadanos de a pie en distritos de clase media. Sin una estrategia integral y coordinada, el crimen organizado seguirá expandiéndose”, advirtió.

López hizo hincapie en la evolución del crimen organizado, que ha dejado de ser un problema exclusivamente ligado al narcotráfico o el contrabando. Ahora, delitos como la extorsión, el secuestro y el sicariato están conectados a redes criminales más pequeñas y cambiantes, que operan con compartimentos estancos. Esto dificulta el trabajo policial, ya que las organizaciones criminales dividen sus actividades entre diferentes miembros que no siempre se conocen entre sí.

“La inteligencia ha detectado que los grupos criminales ya no funcionan como grandes organizaciones, sino como células donde incluso los encargados del secuestro no conocen a quienes negocian con los familiares de la víctima”, explicó.

López destacó la importancia de trabajar en una estrategia integral que combine inteligencia policial con una mayor capacidad de respuesta del Estado. Sin ello, las medidas de emergencia seguirán siendo respuestas a corto plazo que no detendrán la expansión del crimen organizado en el país.


[Foto de portada: Andina]


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