Por Diego Pomareda y Narescka Culqui

El péndulo de la política peruana oscila cada vez más hacia los extremos, mientras el centro navega a la deriva sin un rumbo fijo. El centro político, al igual que nuestra República, no ha llegado a cohesionar ni ha sido capaz de transmitir un discurso cercano a las necesidades de la ciudadanía pues, apoyado en tecnicismos, se ha limitado a ofrecer respuestas ambiguas y frívolas frente a situaciones apremiantes y desgarradoras por las que atravesamos los peruanos. El centro ha olvidado que somos un país con ansias de cambios.

Pese a ello, y a dos años de las próximas elecciones generales, el centro político aún está a tiempo de retomar el camino. Para lograrlo, es fundamental que la moderación no sea sinónimo de indecisión, es decir, se requiere firmeza tanto en las ideas como en su ejecución. Pero también se necesita claridad para transmitirlas y así hacer frente a la arremetida populista que, en la superficialidad del discurso, ofrece aparentes soluciones que no enfrentan las causas reales de nuestros grandes problemas.

La ciudadanía quiere cambios, pero los quiere para vivir mejor. Esta idea, aunque simple, es fundamental para que el centro fije su norte. En el actual panorama, el discurso de la extrema derecha y de los falsos liberales se encuentra agotado para lograr dicho propósito, pues resulta insostenible que las cosas se mantengan tal y como están para quienes no cuentan siquiera con servicios básicos o tienen que luchar día a día para sobrevivir. Lo mismo ocurre con la extrema izquierda, la cual ha demostrado que, detrás de sus “sueños de revolución”, se esconden ansias de poder para satisfacer intereses particulares en perjuicio, principalmente, de los más pobres a quienes supuestamente buscan defender.

Frente a las corrientes extremistas, que se aprovechan del anhelo de cambio de la ciudadanía, es crucial que el centro demuestre que con democracia e instituciones sólidas es posible lograr medidas concretas para superar los grandes desafíos del país sin tener que sacrificar nuestras libertades más fundamentales (civiles, económicas y políticas). El rechazo a los líderes autocráticos de decisiones rápidas y populares, sin ser necesariamente las mejores, debe traducirse no solo en su negación, sino también en medidas efectivas dentro del marco constitucional.

En estos momentos de definiciones, el centro político debe transmitir que todo cambio a favor de las personas debe incluir la promoción de la inversión privada y la dinamización de nuestra economía, pero además el fortalecimiento de nuestras instituciones para protegerlas contra la corrupción y evitar el uso indebido e ineficiente del recurso público. Son las decisiones políticas firmes las que transformarán al país y no dejarán que caigamos en el desgobierno de Guatemala, el narco estado de México, la dictadura de El Salvador o en la criminalidad organizada de Ecuador.

En ese marco, con miras a consolidar el centro, se requiere liderazgos que contagien la convicción de que esta posición política resulta viable y necesaria frente a los golpes y amenazas por las que viene atravesando el Perú y que, a su vez, inspiren a las nuevas generaciones a que participen de forma activa de este centro y le otorguen la vitalidad que ha perdido. Si te preguntas cuándo y cómo cambiar el país, la respuesta es ahora y en un centro con determinación. Está en nosotros tener un país lleno de oportunidades o darle paso a la consolidación de un estado fallido.