A propósito del reciente y sensible fallecimiento del reconocido sociólogo y comunicador político Sandro Venturo Schultz, comparto este texto periodístico, elaborado originalmente en 2017 para la revista "Impresión", de la especialidad de Periodismo en la PUCP, sobre su rol como activista de derechos humanos, siendo uno de los pioneros en esta área que ahora es, y debería ser, parte fundamental de toda política pública o actividad privada que busque contribuir con la democracia. 


A inicios de la década de los 80, los estudiantes universitarios limeños aún podían movilizarse sin encontrar oposición importante de grupos violentistas como Sendero Luminoso. En los años siguientes, sin embargo, la situación cambió notablemente: en 1983, el grupo liderado por Abimael Guzmán aprobó la aplicación de “El Gran Salto”, una serie de campañas que implicaba el reforzamiento del Comité Metropolitano. Con ello, se pretendía la captación de más militantes, especialmente en los asentamientos humanos y las universidades.

En 1986, en el patio de Estudios Generales Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), un hecho llamó la atención. En plena charla entre alumnos, un hombre interrumpe a gritos la conversación, le da un manotazo en la cabeza a uno de los estudiantes y se lo lleva arrestado. Todo hacía indicar que era un policía de civil realizando un operativo encubierto en la universidad. En ese contexto, una escena así hacía pensar sobre la presencia del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso (PCP-SL) en la universidad.

La escena en realidad era parte de una performance realizada por el Taller de Derechos Humanos de la PUCP, un grupo estudiantil formado en 1986, que empezó con 10 integrantes, llegó a tener más de 30 y culminó sus actividades en 1988. Sandro Venturo Schultz, uno de sus organizadores, recuerda que la idea de esta performance era mostrar que la violencia interrumpía el discurso ciudadano. 

“Ahora lo vemos divertido, pero simulamos que entraba un grupo senderista haciendo vivas a Sendero y luego entraba otro grupo como policías. Primero la gente se asustaba, pero luego se daba cuenta de que se trataba de una intervención”, contó.

El objetivo de estas actividades, recordaba, era llamar la atención de los alumnos sobre lo que ocurría en el país o lo que podía estar pasando dentro de la PUCP.

“Hacíamos muchas cosas, como esta performante u otras intervenciones en el “tontodromo”, también hacíamos conferencias. Principalmente, nuestra tarea era de comunicación, buscábamos sensibilizar a los estudiantes. Hacer que el tema de los derechos humanos sea asumido dentro de la universidad”, afirmó.

La mayoría de los integrantes de este colectivo era de izquierda, pero tenían una posición abierta y firme contra el PCP-SL. “El conflicto era bien bravo”, recordaba Sandro. Efectivamente, en 1985, con el cambio de gobierno y la llegada de un “antiimperialista” Alan García, Guzmán quería provocar, con más atentados, al gobierno aprista para que se muestre represivo.

Esta sensación de estar entre dos fuegos es compartida por Jorge Frisancho, quien hizo el rol de policía irrumpiendo con violencia entre los estudiantes. “En esa época yo también estudiaba teatro en un grupo independiente llamado Cocolido, que es el espacio donde ahora queda La Tarumba. Supongo que por eso me invitaron a participar en esa performance”, afirma. El énfasis de estas acciones dentro de la PUCP, resalta, no solo estaba puesto en la denuncia contra Sendero, sino en la guerra, que incluía a la represión del Estado.

“El foco siempre terminaba puesto en la represión”, afirma Frisancho, quien recuerda que luego de eso se realizó un conversatorio en el que se enfatizó en que el Estado también violaba los derechos humanos.

Precisamente, una de las consecuencias de las provocaciones senderistas, fue la Matanza de los Penales, ocurrida en 1986, cuando un grupo de presos, procesados por terrorismo, de los penales de Lurigancho, El Frontón y Santa Bárbara, se amotinaron y las fuerzas militares intervinieron, lo que provocó la muerte de más de 250 reclusos. En el enfoque que seguían estos estudiantes de la PUCP, Sandro Venturo Schultz formó parte, como asistente, de la Comisión Ames, encargada de investigar este hecho.

Si bien este grupo de jóvenes estudiantes partió del tema del terrorismo, en una época que ahora llamamos “conflicto armado interno”, marcó un inicio para que dentro de la universidad se hable y debata sobre los derechos humanos. “En ese sentido, fuimos un grupo pionero”, reconocía Venturo Schultz.

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Sobre este mismo tema, años después, Venturo Schultz reflexionaba en el blog Controversiarte:

"Nuestras intervenciones en el Taller de Derechos Humanos no eran convencionalmente artísticas, tenían un propósito político en el sentido más ingenuo de esa noción: trastornar al imaginario social que reside en cada individuo".


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