Escribe: Raquel Palomino, comunicadora, Magister en Sociología y activista por los derechos humanos.
En el año 2023, Salomón Lerner denunció dos escándalos: el del asesinato y el de la indolencia de quienes pudiendo impedir la violencia no lo hicieron. Esto con motivo de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad, haciendo referencia a los hechos ocurridos en los años del Conflicto Armado Interno. 20 años después, con la represión a las protestas de diciembre del 2022 y enero del 2023, estos escándalos se repiten. Las víctimas fatales de estos escándalos también se repitieron: mujeres y hombres de la sierra sur del país.
¿La indolencia es parte del racismo como forma de ver el mundo, una ideología, como señala Nelson Manrique? ¿La indolencia y el racismo evitan que podamos reconocernos como ciudadanas y ciudadanos de una misma nación, como reclama José Luis Renique? Son preguntas que surgen cuando observo la campaña “De qué color son tus muertos” (DQSTM).
La campaña busca dirigirse a las/los indiferentes de los sectores privilegiados. Se trata de interpelarlas/los a partir de una cruel realidad: la persistencia de la indiferencia el racismo y la indolencia ante al asesinato de 50 peruanas y peruanos que perdieron la vida debido a la acción directa de los agentes del Estado. Todo esto en Lima, uno de los bastiones más importantes donde la herencia colonial racista persiste.
Los discursos políticos democráticos implican un adversario con quien disputar el poder. Por su parte, los fascistas por ejemplo buscan eliminar a sus opositores, señalándolos como “enemigos” a quienes hay que eliminar. Por ejemplo, Milei polariza con “la casta” y la ultraderecha peruana con “los caviares”. En el discurso político no partidario de la campaña DQSTM, el antagonismo parece desarrollarse entre el privilegiado, sensible con las víctimas, sus demandas y el indiferente privilegiado que valida los escándalos señalados por Lerner. Ambos mayormente “blancos” de los sectores A, B disputarían la atención de un tercer sector, una población informada sobre los sucesos, pero aún inmovilizada, sin exigencias de justicia para las víctimas percibidas estas aún como ajenas a la nación que comparten.
En la comunicación el emisor es una parte importante del mensaje. En esta campaña, como parte del mensaje está el cuerpo del artista, con fenotipo blanco y privilegiado, que representando las heridas mortales de las 50 peruanas y peruanos de la sierra sur del país, que pertenecen en su mayoría a comunidades campesinas y poblaciones indígenas asesinadas en las últimas protestas contra el régimen de Dina Boluarte. Este mensaje se complementa con los posteos que los propios artistas realizan en sus redes sociales donde visibilizan a las víctimas, exigen justicia, humanidad, recuerdan el no olvidar y motivan a reaccionar a sus seguidoras/es aún indiferentes.
Además, la narrativa fue desarrollando un sentido un “nosotros” entre los artistas y los familiares de las víctimas que ellos/las representaron en las fotografías . El lanzamiento de la campaña fue un primer momento en el que se reconocieron mutuamente construyéndose una comunidad que busca futuro con justicia. Comunidad y la apuesta a un futuro mejor son dos elementos fundamentales de toda narrativa como señala Byung-Chul Han en su libro su libro ”La crisis de la narración”.
La narrativa de la campaña también desarrolla, en contraste al sentido del “nosotros”, un “ellos” o “el adversario”. Este se fue constituyendo entre los privilegiados incapaces de sentir o solidarizarse por ese racismo que implica la eliminación de la humanidad del otro. En esta campaña el adversario no fue ni Dina Boluarte ni Otárola sino aquellos indiferentes privilegiados que teniendo la capacidad y el poder de evitar o prevenir la repetición de los escándalos del asesinato y la indolencia optaron por no hacerlo. Ojalá, estos escándalos no vuelvan a repetirse.
Fuente: https://dequecolorsontusmuertos.pe/
[Foto de portada: Infobae]
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