Por: María Paz Gonzales (CARE Perú)


El territorio más extenso y biodiverso en el Perú es la Amazonía. Los bosques de esta región albergan una variedad de especies mayor a la de cualquier otro bosque tropical, producen el 10% del oxígeno que respiramos y su cuenca genera entre el 16% y 20% del agua dulce del planeta. Pero abundancia no es lo mismo que bienestar. Si bien nos encontramos frente a uno de los principales proveedores de recursos naturales para la humanidad, estamos también ante una de las regiones con menor acceso a servicios básicos para sus comunidades.

Los daños y pérdidas ocasionados en los bosques de la Amazonía como consecuencia de la deforestación, la actividad agrícola y otras amenazas socioambientales tienen un impacto directo en la cantidad y calidad del agua. Actualmente, solo el 70,5% de la población peruana que vive en zonas rurales cuenta con agua potable. La principal consecuencia de consumir agua no segura se evidencia en la salud, afectando especialmente la de niños y niñas. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en el Perú las enfermedades diarreicas son la segunda mayor causa de muerte en menores de cinco años. Lo que también desencadena otras enfermedades como la anemia y desnutrición infantil.

INNOVACIÓN PARA TENER AGUA SEGURA 

Entre diciembre y marzo, Nueva Cajamarca amanece con el sonido de la lluvia. Son las seis de la mañana y los ponchos amarillos de Marcela, Lily, Estrella y James brillan entre la neblina espesa que parece unir al distrito con las montañas. El día de visitas a campo empieza siempre con un café, botas pantaneras y trochas cubiertas de barro. “Los recorridos son largos y el tiempo se hace muy corto”, dice Marcela.

Hace cinco meses que este equipo de estudiantes de ingeniería ambiental y agraria de la Universidad Católica Sedes Sapientiae formó Pukuni Amazonía: una empresa social que busca facilitar el acceso a agua segura para familias rurales dispersas, mediante el diseño de sistemas de potabilización a bajo costo. “Nuestra principal motivación es mejorar la calidad de agua de productores en zonas alejadas, llevándoles un modelo de gobernanza hídrica en el que se respeta el bosque, así como el derecho a consumir un agua tratada y saludable”, explica James.

James Polo, Marcela Paz, Lily Vázquez y Estrella Suclupe

Por las tardes, el equipo se divide en parejas para analizar la calidad del agua que se va limpiando, a través de un sistema con el que se determina el nivel de potabilidad. Hasta el momento, en todos los casos se ha logrado alcanzar un nivel óptimo de consumo. “Yo soy hija de padres agricultores. Yo veía, antes de que llegue el sistema de agua a mi casa, que era complicado para mi mamá poder ir a traer agua del río. Era complicado y peligroso”, cuenta Lily.

En promedio, una familia en el distrito de Soritor necesita caminar entre 20 a 45 minutos para encontrar alguna vertiente de agua que incluso no llega a ser apta para consumo humano. El ejercicio de recogerla y transportarla suele ser realizado principalmente por las mujeres y las niñas, quienes además de exponerse a diversas situaciones de riesgo, reducen sus posibilidades de invertir su tiempo en educarse o hacer otras actividades.

Tres pilotos implementados por este grupo de jóvenes en los distritos de Soritor y Palestina, ubicados en la provincia de Moyobamba (departamento de San Martín), están demostrando que puede ser posible pensar en un modelo integral que contribuya a conservar el ecosistema, así como a cerrar las brechas de agua segura en las poblaciones más alejadas.

CUIDAR LO QUE NOS DA VIDA

Hace veinte años que Irma Torres y José Santos Delgado viven en el caserío Villa Hermosa. La vida en su tierra, como ellos mismos la describen, es sencilla y abundante en naturaleza. Casi todos los insumos que necesitan para el día a día los obtienen de sus tierras. Disfrutar de esas facilidades no fue gratuito, sino el resultado del buen manejo de los suelos, la conservación y el cuidado de sus animales. Sin embargo, el agua nunca estuvo tan cerca como ahora.

“Antes ese pequeño riachuelo no se podía cruzar, era imposible”, recuerda Irma. A pesar de la degradación de los bosques y de las consecuencias del cambio climático en la región, los caudales de los ríos siguen dibujando curvas en el paisaje de la selva de Soritor. “En gran manera se ha talado el bosque, se ha disminuido el agua. Hay vertientes que ya casi no existen”, dice José, mientras observa cómo las ramas de un árbol de tornillo que plantó hace 30 años se mecen de lado a lado.

La búsqueda de agua para la familia Santos Torres duraba cerca de cuarenta minutos. La señora Irma era quien se encargaba de realizar el viaje. “Se sufre mucho, a veces no era tan fácil cuando no había buen tiempo”, cuenta Irma. Las cosas han mejorado y conseguir el agua ya no es una prioridad para la familia. Ahora existen muchos planes, uno de sus próximos proyectos es la instalación de un sistema de saneamiento. Será una sorpresa para cuando nos vuelvan a visitar, comenta alegre José.

José Santos Dávila vive en el caserío de Santa Rosa y tiene la misma pasión por conservar. Los sembríos en su predio se han ido reduciendo con los años, pero los árboles que continúan creciendo le demuestran que el esfuerzo no fue en vano. Casi todo lo que nació de sus manos se puede ver desde la silla mecedora de su casa, salvo los árboles de tornillo que se pierden altos entre los cielos. Sus hijos ya no viven con él. El rostro se le ilumina cuando recuerda que pudieron estudiar gracias al trabajo de la chacra. "Vivo agradecido con lo que Dios me ha dado", dice.

Sin embargo, el quehacer en el campo se hace cada vez más difícil de terminar, sobre todo ir a hacia las vertientes. Hace dos semanas que Pukuni Amazonía finalizó la instalación de un sistema de agua potable a pocos metros de su casa. “Me siento tan emocionado de tener esta agua tan cerca, este líquido elemental para la vida”, cuenta José, mientras se lava las manos y refresca su rostro con chorros generosos. “A veces por desconocimiento hacen talas indiscriminadas, sin respetar la naturaleza, quizás no pensando en que un día el agua se puede agotar”, señala.

El AGUA ES BOSQUE

“El compromiso de las familias está en la protección de sus chacras, pero no será suficiente si no logramos que el esfuerzo sea de todos y todas”, explica Marcela. Sin el trabajo de conservación que lideran las familias productoras de Soritor, sus sistemas de potabilización no serían posible, ya que dependen de las vertientes que se generan gracias al agua acumulada por las captaciones de la vegetación. Esto nos demuestra que la relación entre agua y bosque es inquebrantable y necesaria.

Los días de sol ahora son más largos. En pocas semanas la lluvia se irá junto a las botas pantaneras y los ponchos amarillos. El equipo Pukuni Amazonía ha finalizado con la instalación de los tres pilotos. Luego de una visita a campo junto a las organizaciones impulsoras que hicieron posible este emprendimiento, se hizo una evaluación del trabajo realizado y gracias al éxito de los resultados han logrado financiar la implementación de algunos pilotos más que les permitirá pasar a una segunda etapa. "Hay lecciones aprendidas y esa es la idea, que podamos adaptarnos y mejorar el servicio que ofrecemos”, dice Estrella. Es un constante aprendizaje.

Pukuni Amazonía forma parte de los pilotos de GOA: Gobernanza por el Agua para Familia Rural dispersa, una iniciativa de CARE Perú, financiada por COSUDE con el apoyo de la Universidad Católica Sedes Sapientiae y el proyecto Compensación Digital de la Conservación - CDC Perú del BID LAB.