Feminista, migrante, catalana, peruana, comunicadora, actriz, productora, directora, madre en tiempos de pandemia y creativa en reinvención, son las señas generales. Las distintivas, el tono rotundo de su voz y esa constante vocación por la sonrisa y por los abrazos, cuando era posible darlos. No tiene miedo a las búsquedas ni a las renuncias. Su presente es el resultado de una suma de decisiones valientes y eventos inesperados.
Hay algo permanentemente presente en su casa y en su vida: la luz. La que se percibe entrando por el ventanal que mira al mar y, también, ese particular halo personal que la define. Nuria Frigola contagia energía y transmite autenticidad, dos características con las que encara su camino como directora de cine y también su reciente maternidad.
A diferencia de la mayoría, ha transitado la pandemia con certezas especiales e incertidumbres distintas. Mientras el mundo atravesaba una nube gris y el tiempo parecía haberse congelado, ella tenía espacio para matices en color: no solo su primer largometraje estaba finalmente listo para empezar su recorrido-aunque fuera virtual, sino que la vida se abría paso en su propio cuerpo recordándole, mes a mes, que nada se había detenido y, especialmente, que había esperanza a pesar de todo.
Así, los dos grandes protagonistas del último año han sido un canto y un llanto, el vuelo largamente planeado de la mariposa del cine y Arnau, su hijo de 11 meses, que ha multiplicado las noches de insomnio, pero también las ganas de seguir creando.
“La maternidad nunca fue una prioridad y no la tenía romantizada para nada. Más bien, todo lo contrario. Pero me alegro mucho de haber dado ese paso. Para mí ha sido una experiencia brutal y maravillosa”. Habla con la ilusión de esta primera aventura en la que se sabe privilegiada por su contexto personal y el entorno que la acompaña: su pareja, gran aliado para los proyectos de cine, es también su compañero en el andar de la crianza.
Con la misma honestidad y el tono vibrante con el que habla de la vida cotidiana, la cineasta describe también los importantes pasos de su otra gran creación, su primer largometraje, El canto de las Mariposas, que el 30 de agosto se estrenará en Estados Unidos a través de POV, espacio de la tv pública reservado para filmes independientes.
Nuria reconoce en su recorrido vital, y como realizadora, grandes dosis de perseverancia, pero también de buena estrella. Quienes la conocen y han trabajo a su lado agregan a esa fórmula su humildad, su empatía y una inagotable creatividad para encontrarle la vuelta a las dificultades. “Con El Canto de las Mariposas pagué el precio de la ópera prima, pero ahora me alegro. Solo atravesándolas puedes crecer en todos los sentidos”, reflexiona. Pero hubo un momento, en 2017, cuando ya casi no había fondos del estímulo, la película no estaba terminada y tenía un compromiso firmado para entregar una obra que recuerda haber visto todo cuesta arriba.
"Fue muy desgastante emocionalmente porque, además, en ese momento no necesariamente creía en mi mientras la estaba haciendo. Aprendí a hacerlo en el camino. Dudé mucho, pero en el fondo sabía que no lo iba a abandonar, porque hasta ahora nunca he abandonado ni un proyecto, ni un trabajo".
Se dejó guiar por una de sus mayores virtudes: no hacerle caso a los días negativos y continuar. Hasta que los caminos se abrieron y el tiempo mostró el valor de ese esfuerzo: a pesar de la pandemia, el documental, que recorre la cultura amazónica a través del artista plástico Rember Yahauarcani, un indígena uitoto que regresa a su comunidad para ver a su familia y recuperar la historia de sus ancestros, avanza firme.
Participó en festivales ajustados a la virtualidad (Hot Docs 2020, La Habana 2020), ganó el Premio al mejor documental iberoamericano en el Festival de Guadalajara en octubre pasado y estará disponible para la audiencia de los EEUU a través de Point of View, lo que le permitirá llegar a un mínimo de 4 millones de espectadores que, en los próximos tres años, podrían multiplicarse gracias a las campañas focalizadas para diferentes públicos que tiene prevista la televisora.
“Nunca hicimos la película pensando en que llegaríamos a ese público a través de un canal televisivo. Y no por falta de interés sino porque es muy difícil. Pero nos buscaron y es maravilloso”, dice sobre este logro envuelto de sorpresa.
El siguiente paso, agrega, es colocarla también en la televisión pública peruana y en la colombiana. Allí empezará acerrarse el círculo que se inició hace siete años con una búsqueda creativa alrededor de la identidad y la Amazonia, con ese deseo de descubrir una historia y contarla.
Entre lo mágico y lo real
Para esta catalana de corazón migrante, que abrazó al Perú y su nacionalidad hace más de una década, las ganas de conocer el mundo y entender la diversidad cultural la acompañaban desde mucho antes. A los 18 años, dejó su pueblo natal, Besalú, para estudiar comunicación audiovisual en Barcelona.
Desde entonces, esos 100 kilómetros recorridos en busca de independencia y nuevas experiencias no hicieron sino multiplicarse: primero Francia donde vivió por unos meses, luego un par de años en Madrid y finalmente Latinoamérica. Aunque era México el país que más llamaba su atención, el amor terminó por decidir su ruta hacia al Perú. Y con el tiempo, afectos y razones se fueron transformando y sumando. A los 40 recién cumplidos, con un hijo y una pareja de estas tierras, ha echado raíces.
Su paso por Amnistía Internacional, a poco de haber llegado al país, afinó sus talentos y reafirmó una vocación como activista social que estaba presente desde sus años universitarios y así empezó a tejer, casi inconscientemente, el camino que la llevaría años después a vincular el cine con los propósitos sociales que la animan.
Participó como comunicadora en varias campañas de conservación, pero fue como productora de ‘Hija de la Laguna’, el poderoso documental que retrata, desde las voces de mujeres, la importancia de la defensa del medioambiente y la lucha por proteger el agua, que empezó a hacerse más consciente del valor que tenía entre manos y del impacto que se podía lograr uniendo arte audiovisual con activismo.
En El Canto de las Mariposas, que por su temática es también una herramienta para el diálogo ciudadano, esta vez como directora, se sumergió en la intensidad del proceso creativo y constató el valor de trabajo colectivo.
“Es el proceso más grande en el que me involucrado. Y por todo lo que hemos atravesado y descubierto lo ubico entre lo mágico y lo real. Había que conducir una visión que venía de mí, es cierto, pero siempre abierta a la escucha para mejorar. Hice la mejor película que pude, en la forma en que me gusta crear: con diálogo y en equipo.
Nuria forma parte de ese grupo de mujeres en el cine que reivindica una mirada y un hacer feminista, ese que marca no solo el tono sino el resultado de los proyectos.
En el camino, como la necesaria mujer orquesta que hay que ser en el Perú para llevar adelante proyectos de cine, no solo descubrió las complejidades de la producción independiente, sino que aprendió a confiar en su voz y su intuición, a multiplicar el tiempo y las habilidades. Su productora, Travesía Films, es la nave estandarte de sus aventuras cinematográficas, pero no el único espacio que la entusiasma.
Curiosa y multifacética, esta comunicadora que también ha probado con la actuación, ahora vuelca su experiencia creativa y de gestión en La Plaza, donde trabaja desde hace varios años construyendo propuestas desde y para el teatro.
“En el Perú he tenido muchas oportunidades que agradezco. Los trabajos que estoy haciendo son más de lo que alguna vez soñé en mis años de estudiante audiovisual porque, por el contexto laboral en España, no tenía tan claro que fuera posible. Yo solo sabía que estaba dispuesta a arremangarme y hacer lo que fuera necesario”, dice mirando un poco hacia el pasado y haciendo balances actuales.
“Tuve varios nacimientos en este tiempo, lo que prueba que la vida son diez mil dichas y diez mil desdichas y que incluso en contextos difíciles hay motivos de alegría”.
Regalos en pandemia
Con la llegada de Arnau, la prueba irrefutable de la dicha posible en tiempos complejos, las novedades se cuentan también en clave de rutinas cambiadas y nuevas certezas. Nuria confiesa entre risas que pandemia, maternidad y trabajo vienen conspirando en favor de un sedentarismo que le parecía tan ajeno a su personalidad. “Puedo pasar días sin salir de casa y no me cuesta. Ese no es un buen descubrimiento”, reconoce. De ese ser sociable que la caracteriza mantiene la nostalgia por el encuentro con las amigas.
Su presente está lleno de cambios pandémicos, malabarismos con el tiempo, nuevos proyectos y un pequeño nuevo protagonista de la escena, Arnau, al que esta madre binacional le habla en peruano y le canta en catalán, para que tenga un poco de aquí y otro poco de allá, como ella. Hasta que elija donde está su destino y su corazón.
“Tenía muchas ganas de que mi hijo conozca a sus abuelos, a mis abuelos, a la rama de donde proviene por mi lado. Y no por una cuestión nacionalista, porque a mi la distancia y el tiempo me han hecho ver lo de las identidades de una manera distinta, sino porque creo de verdad que esa conexión te ayuda a moverte con más flexibilidad en el mundo, porque tienes algunas certezas”, cuenta recordando su reciente visita a Besalú.
Lo de la búsqueda de las raíces y la conexión con los ancestros es una cuestión presente en la vida y también en El Canto de las Mariposas. Por eso, entre otras razones, a la directora le hacía mucha ilusión poder compartir la película siguiendo el ritual propio de las salas cine. Todo eso que se puso en pausa a causa de la pandemia.
“Hacer una película es como preparar un regalo- para el espectador- Y entonces una espera mucho ese momento en que lo compartes. Pero no hemos tenido esa oportunidad, ese momento de ver como lo reciben. Y eso es un poco triste. Pero hay que transitar la incertidumbre y el cambio creativamente, con optimismo. Y también hay que dejar espacio a los duelos, porque hay renuncias, cosas que se pierden. No vamos a engañarnos”, concluye.
En continua reinvención y siempre en movimiento, Nuria Frigola elige siempre los mismos verbos: escuchar, conocer, elegir, avanzar y, sobre todo, agradecer. “Ahora miro ese viaje y me siento mejor plantada en el mundo, muy consciente de mis identidades, más consciente de los porqués, con menos dudas”. Está lista para lo que venga.
NOTAS RELACIONADAS:
Núria Frigola dirige el documental 'El canto de las mariposas'
Película "El canto de las mariposas" gana el premio a mejor documental en el Festival de Guadalajara