Escriben: Graham Watkins y Andrea García Salinas


Las consecuencias de la crisis climática se están experimentando en todo el mundo. Desde las intensas inundaciones en Turquía y China, las abrasadoras olas de calor en los Estados Unidos hasta los devastadores incendios forestales en Grecia. Los fenómenos meteorológicos extremos se han vuelto más intensos y más frecuentes, y se espera que empeoren.

A inicios de esta semana, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) publicó su sexto informe sobre la ciencia física del cambio climático.

Si bien informes anteriores del IPCC señalaban a la actividad humana, incluyendo la quema de combustibles fósiles y la deforestación, como la principal causa del calentamiento global, la última edición destaca el nexo como “inequívoco”. La influencia humana en el sistema climático ha calentado la atmósfera, el océano y la superficie terrestre, y ha provocado efectos “generalizados, rápidos e intensificados”.

Durante los próximos 20 años, se espera que la temperatura global alcance o supere los 1,5°C de calentamiento. Veremos olas de calor cada vez más intensas, veranos más largos y eventos climáticos extremos más frecuentes.

Sin embargo, los cambios en el sistema climático de la Tierra están lejos de ser un problema del futuro. Todas las regiones del mundo ya están experimentando los impactos de múltiples formas. Algunos de los cambios a largo plazo son “irreversibles”, como el aumento del nivel del mar, la acidificación de los océanos o el derretimiento del hielo ártico. Se prevé que estos continúen durante siglos o incluso milenios. Afortunadamente, aún hay una ventana de oportunidad para evitar las peores consecuencias.

El secretario general de la ONU, António Guterres, lo llamó un “código rojo para la humanidad” e instó al sector público y privado a unir fuerzas para evitar una catástrofe. Las políticas actuales encaminan al mundo hacia un calentamiento de 3°C para finales de siglo. A menos de 100 días del comienzo de la cumbre climática de la ONU COP26, los países deben presentar planes climáticos ambiciosos y concretos. El costo de la inacción es demasiado alto.

¿Qué significa este reporte para nuestra región?

En América Latina y el Caribe, las temperaturas medias seguirán aumentando en todas las subregiones. Se estima que los daños causados ​​por los impactos climáticos podrían costar US$100 mil millones al año durante los próximos 30 años solo en ALC.

Los cambios de temperatura provocarán precipitaciones e inundaciones más intensas y extremas. Del mismo modo, los huracanes y ciclones tropicales serán más frecuentes y más intensos. No hace mucho, 2020 registró una temporada récord de huracanes en el Atlántico. Eta e Iota causaron un impacto económico de US$3,5 mil millones solo en Nicaragua, Honduras y Guatemala.

A medida que las olas de calor se vuelven más frecuentes, 2,5 millones de puestos de trabajo en América Latina y el Caribe podrían perderse solo debido al estrés por calor para 2030, lo que afectaría especialmente a los trabajadores al aire libre en la construcción, la agricultura y los vendedores ambulantes, según la OIT. Las olas de calor pueden desencadenar impactos en la salud que incluyen agotamiento por calor, deshidratación severa, golpes de calor e insuficiencia cardíaca que podrían ser fatales.

En otras áreas de la región, las temperaturas más cálidas resultarán en períodos más secos con escasas precipitaciones. En el Corredor Seco de Centroamérica, una región muy afectada por las sequías, el 80% de las familias vive por debajo de la línea de pobreza y el 62% depende del maíz, frijol y sorgo para su sustento, cultivos que disminuirían su producción en condiciones más secas. En México y Centroamérica, el aumento de la migración está relacionado con la escasez de alimentos y se estiman 3.9 millones de migrantes climáticos para 2050.

Sequías, así como aridez agrícola y ecológica también ocurrirían en la Cordillera de los Andes debido la pérdida de los glaciares y el deshielo del permafrost. Los cambios en la disponibilidad de agua afectarían los medios de vida de más de 4 millones de personas en las principales ciudades de los Andes tropicales quienes utilizan el deshielo de los glaciares como su principal recurso hídrico.

El cambio climático afecta a las poblaciones vulnerables de manera desproporcionada. En ALC, una región muy afectada por la pandemia donde el 30% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, la acción climática urgente es fundamental para lograr una recuperación sostenible, resiliente e inclusiva.

Alcanzar cero emisiones netas al 2050 es clave para estabilizar el clima

Limitar el calentamiento global a 1,5°C es compatible con el desarrollo sostenible, mientras que un escenario de 2°C agravaría aún más las desigualdades, señala el Informe especial del IPCC sobre 1,5°C.

La ciencia climática más reciente hace un llamada a la urgencia. Para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C y evitar puntos de no retorno, debemos reducir las emisiones globales en un 45% para 2030 y llegar a cero emisiones netas para 2050. La buena noticia es que esta transición es técnicamente posible y puede brindar muchas oportunidades económicas y de desarrollo en todos los sectores, incluidos la energía, el transporte, la silvicultura y la agricultura.

Las economías descarbonizadas y resilientes significan ciudades sostenibles y resilientes, aire y agua más limpios y mejor salud, ciudades descongestionadas, bosques y ecosistemas saludables y prácticas agrícolas sostenibles.

La conclusión clave del informe del IPCC es clara: los gobiernos de todo el mundo aún tienen el potencial de determinar el curso del clima. Existe una pequeña ventana de oportunidad para evitar una catástrofe climática. Transformar nuestra economías requiere una acción fuerte y rápida.

La acción climática también es una oportunidad de crecimiento para ALC

Muchos países de América Latina y el Caribe están emprendiendo la planificación e implementación de estrategias sólidas a largo plazo para la descarbonización y la resiliencia climática. Alcanzar cero emisiones netas también ofrecerá importantes beneficios económicos y podría crear 15 millones de puestos de trabajo netos para 2030.

Estudios recientes del BID muestran que alcanzar la neutralidad de carbono en Costa Rica traerá US$41 mil millones en beneficios netos durante 30 años, mientras que en Perú lograr emisiones netas cero generaría US$140 mil millones en beneficios netos al 2050.

La planificación a largo plazo para la adaptación, como en el Programa Roofs to Reefs en Barbados, también puede aumentar la resiliencia frente al aumento de la frecuencia e intensidad de las tormentas y, al mismo tiempo, reducir los costos futuros. Cada dólar de inversión en resiliencia trae cuatro dólares en costos futuros reducidos. Además, las acciones climáticas mejorarán la competitividad en mercados de exportación cada vez más restrictivos que buscan productos resistentes al clima.

La naturaleza también debe estar en el centro de nuestra respuesta al cambio climático. Las soluciones basadas en la naturaleza podrían representar el 40% de la reducción de emisiones de carbono necesaria para limitar el calentamiento global a menos de 2°C para 2030. Las soluciones basadas en la naturaleza pueden ayudar a generar ingresos, aprovechar la inversión del sector privado y proteger ecosistemas críticos. Estas generan casi 40 empleos por cada millón de dólares invertidos, más de 10 veces las inversiones en combustibles fósiles.

A medida que los países se centran en superar los desafíos socioeconómicos de la pandemia, una recuperación adecuada puede ayudar a los países a corto plazo, y sentar las bases para un desarrollo sostenible e inclusivo a largo plazo, que proporcione una infraestructura sostenible, empleos de calidad, inversiones y servicios públicos alineados con la garantía de un futuro seguro para el clima.

Si bien la pandemia ha expuesto muchas áreas de riesgo, también ha abierto la oportunidad de cambio. En el camino a la COP26 el próximo noviembre, los países deben emprender acciones urgentes y una mayor ambición en sus compromisos climáticos nacionales. No hay tiempo para excusas. El momento para la acción climática es ahora.


Artículo publicado en Hablemos de Sostenibilidad y cambio climático

(Foto: Willian Justen de Vasconcellos)