Escriben: Lucero Reymundo y Luis Felipe Torres *


Uno de los mitos arakbut fundacionales sobre la creación del mundo social cuenta que el árbol de Wanamey los salvó de un gran incendio que consumía todo el bosque. Desde ese entonces, todos los arakbut son hijos de Wanamey. Setenta años han transcurrido desde que los arakbut, cuyo territorio ancestral se extiende entre Cusco y Madre de Dios, aceptaron iniciar contacto con los misioneros dominicos en la década de 1950, en búsqueda de machetes y cuchillo. Antes de ese tiempo, se mantenían viviendo una vida tradicional, lejos de las presiones y obligaciones de la vida en los pueblos y ciudades. En esa época antigua creció Antonio Sueyo, nombre cristiano por el cual se conoce a Sontone, sabio arakbut que nació en la cabecera de la quebrada Abukwe, afluente de Chisöë que desemboca en el río Karene, a finales de la década de 1930. La historia de Sontone está relatada por él mismo y por su hijo, Héctor, en el excepcional libro ‘Soy Sontone: memorias de una vida en aislamiento’, editado por el Ministerio de Cultura y el Instituto de Estudios Peruanos.

El libro relata las memorias antiguas de un pasado autónomo, luego interrumpido por el ‘contacto’, por las mercaderías y las enfermedades del aire, wawíe’. Cuando muchos arakbut empezaron a morir en los años posteriores al ‘contacto’, Sontone, joven en aquel entonces, creía que el mal en el aire afectaba solamente a los hombres y mujeres ancianos. Murieron su padre, su madre y mucha gente de su maloca, e incluso algunos jóvenes. Él y otros sobrevivieron. Su historia es también la memoria del resquebrajamiento del mundo que conocía, del descenso poblacional ocasionado por las epidemias, los wawíe’, y la posterior reorganización de la vida en comunidades.

Muchas décadas después, ya anciano, otro wawie acecha la salud de su pueblo: el COVID-19. Antonio Sueyo enfermó gravemente de COVID-19 a finales de junio y fue internado en el Hospital Santa Rosa. Antes de caer mal y hospitalizarse, soñó que se había quedado atrapado en una palizal de la que salió adolorido. Para un hombre anciano los pronósticos por esta enfermedad no son positivos, y menos en manos del sistema de salud de Madre de Dios, que pese a los esfuerzos de muchas personas en la primera línea de esta batalla sanitaria, se encuentra actualmente totalmente colapsado.

Sin embargo, después de tres semanas de internamiento en el Hospital Santa Rosa, Sontone se recobró y fue dado de alta. Cuando al salir del hospital le preguntaron qué es lo que iba a hacer después de su recuperación, respondió: “voy a ir a mi casa a comer sachavaca". Todos rieron, pensando que el sentido del humor arakbut había salido ileso del COVID-19. Pero Sontone llegó a la casa de su hijo en Puerto Maldonado y pidió que le sirvan la sachavaca conservada en forma de charqui que tenía en su casa. Recuperar las fuerzas perdidas, solo puede provenir de animales o productos del monte.

En la vida antigua de los arakbut, los alimentos del bosque y los ríos producían la fortaleza de los cuerpos de los ancianos como Sontone. Los hombres mitayan con las flechas que fabricaban de diversos materiales (paca, chonta de pijuayo o pluma de aves), buscando las huellas de las presas camino a las collpas. Las mujeres se dedican a las chacras, cantan conjuros para que el barbasco, la yuca y otros productos crezcan grandes y fuertes, antes de la siembra, durante y en la cosecha. Las pescas se organizan comunalmente, donde hombres y mujeres cumplen roles específicos y se combinan características del mundo de la caza y la agricultura. Los alimentos que cada género produce, se intercambian en el seno de la casa. Sin embargo, cazar y pescar en exceso, o incumplir las estrictas prohibiciones, implica un peligro de enfermedad y muerte que solo los chamanes soñadores pueden curar.

Los cuerpos arakbut fueron construidos por esta vida, regidos por reglas que mediaban entre el mundo de los espíritus y el mundo de los hombres y mujeres. Para ellos, esta ha sido la clave para poder sobrevivir al COVID-19, como lo hizo Sontone y otros ancianos arakbut que también lograron vencer a la enfermedad. Este no era el momento de iniciar el camino a Seröä’wë, el mundo debajo del agua donde descansan los espíritus de los arakbut.

Luego de dejar el hospital, en los sueños de Sontone una escena se repite una y otra vez: sus antepasados se presentan y lo llaman incesantemente, quieren llevárselo, pero él opone resistencia, lucha por mantener su cuerpo y su espíritu entre nosotros. A Sontone el mundo onírico le ofrece una forma de interactuar con los que ya no están, los que fueron llevados por la enfermedad del aire, le ofrece también una fuente de conocimiento que le permite entender el mundo que habita.

Su padre, que había sido wayorokeri, chaman-soñador, le contó que en un sueño vio que Sontone tendría solo un hijo, un varón, que ambos viajarían lejos y que siempre estarían a salvo.

 

(Foto: Antonio Sueyo, Sontone, a la salida del Hospital Santa Rosa, en compañía de su hijo Héctor. Fotografía del Gobierno Regional de Madre de Dios)


* Antropólogos, miembros del Observatorio Amazónico de UNMSM. Agradecimiento especial a Héctor Sueyo, quien nos abrió las puertas a las historias de su padre y de todo el pueblo arakbut, que resiste fieramente en estos momentos difíciles.