En medio de una crisis que tiene para largo y en el marco del #DiaMundialDelRefugiado, es necesario visibilizar y recordar que la situación que, a todos nos viene afectando en mayor o menor medida, es tanto más dura para la comunidad migrante venezolana en el Perú, que ya desde hace mucho antes de la llegada del #COVIDー19 entiende bien de necesidad e incertidumbre, de precariedad y abandono.
Hasta el momento, más de 5 millones de personas han escapado de Venezuela en busca de recursos para sostener a sus familias y, de éstos alrededor de 860,000 llegaron al Perú con la esperanza de un mejor futuro. Se insertaron lo mejor que pudieron a un escenario de informalidad, de barreras burocráticas, de desidia estatal y muchas veces enfrentados a la hostilidad y xenofobia que les terminó culpando de todos nuestros males. Hoy la pandemia ha despojado a la mayoría de esta comunidad de las mínimas condiciones de vida digna: sin posibilidad de trabajar ni tener acceso a auxilios económicos o servicios de salud.
Según un reporte del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, las cifras de solicitudes de refugio alcanzan los 394 mil casos, la mayoría de ellos congelados o retrasados en su procesamiento mucho antes de que empezara la crisis. La razón: el Estado peruano no estaba preparado para atender una demanda de semejante envergadura, tampoco para afrontar una crisis humanitaria. Ahora eso queda más evidente que nunca.
Amnistía Internacional ya ha puesto la voz de alerta para que el gobierno actúe y tome medidas para hacer frente a esta crisis humanitaria agravada por las circunstancias y cuyas consecuencias sanitarias van a repercutir en toda la población.Lo cierto es que si se sigue profundizando en las cifras, el tamaño de la urgencia crece: el 86% de la comunidad venezolana que llegó por dos rutas ( una atravesando los andes y el desierto de la costa norte y otra cruzando la Amazonia), está asentada en Lima, uno de los epicentros del contagio de un virus que si les ataca los encontrará sin ninguna posibilidad de atención médica y no solo porque los servicios están colapsados sino por su condición irregular, en proceso, precaria y vulnerable no se los permite.
No ha habido ninguna medida ni política pública que los mencione pero todas las disposiciones de gobierno para controlar la crisis les han afectado. El 93% vive del comercio informal o los servicios prestados a cambio de unos cuantos soles y ningún derecho y durante casi tres meses en calles vacías y con controles policiales apenas pudieron trabajar para sobrevivir.
Y aunque podría parecer que esto no es nada diferente a lo que viven también miles de peruanos y peruanas, lo cierto que hasta la pobreza y la emergencia son más desesperantes cuando estás a miles de kilómetros de tu tierra sin dinero, sin lazos, sin soporte ninguno que no sea el/la compatriota que a tu lado está sufriendo lo mismo.
Así, ausentes de la gente social y sin el auxilio de una sociedad que en muchos casos los ha desterrado del territorio de la empatía está emprendiendo el camino de regreso.
La cineasta Francesca Dasso que, a través de su documental transmedia Ruta de Fuga, acompañó las rutas que siguieron los migrantes hacia su destino en Perú, nos permitió conocer de cerca cuáles son los rostros de la migración y las difíciles condiciones que atravesaron para llegar.
" Muchas personas cuando se imaginan a los migrantes que han llegado tienen la idea que son hombres jóvenes que se arriesgan y emprenden la ruta, pero lo que yo vi en el camino son familias enteras, niños y niñas muy pequeños, mujeres embarazadas. ¿Te imaginas lo que es caminar días por el desierto o cruzar ríos en embarcaciones repletas y sin ninguna ayuda?", dice la cineasta que presentó los resultados del documental trasmedia pocos días antes de que se iniciara la crisis sanitaria.
La historia se cuenta en dos partes: la ruta de los Andes, mostrando las imágenes y testimonios del recorrido a través de Colombia, Ecuador y el desierto de la costa norte peruana, y la segunda, la Ruta de la Amazonia a través de un territorio tan fascinante como impredecible. "Esta ruta de migración es la más ardua y la de menor flujo de personas hacia Perú. Es transitada por la población más vulnerable de la región sureste de Venezuela, muchos de ellos indígenas" dice Dasso.
La mayor parte de los migrantes y refugiados venezolanos que ingresan a Brasil permanecen en campamentos de refugiados hasta contar con los recursos necesarios para cruzar la Amazonía y llegar a Perú.
"Si bien es cierto el contexto de estas historias es uno de pérdida y desesperanza, Ruta de Fuga es también una celebración a la resiliencia humana y un llamado a la solidaridad", comenta la documentalista.
Volver a encontrarnos con estas realidades en un contexto como éste de profundo cambio personal y colectivo, con tanto retos a futuro es un ejercicio más que necesario. Lo sustentan no solo la urgencia de proteger(nos) más allá de las fronteras sino la necesidad de recuperar una mirada humana hacia los otros y encontrar un sentido a todo lo que estamos viviendo.