Escriben: Doreen Montag* y Marco Barboza**


La segunda parte del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX en el territorio amazónico peruano dejan en la retina histórica la violencia de la época del caucho, la promesa del tren entre Pucallpa y Lima teniendo a la selva como despensa de recursos para las élites limeñas, y un Estado marcadamente ausente en sus estrategias centrales de desarrollo (salud y educación). Después de la segunda guerra mundial, la Amazonía fue reconquistada por extranjeros, en busca de petróleo y madera, en lo que se puede denominar una intensa etapa de expansión neocolonial. Seguidamente, una variada gama de intereses políticos, económicos, de evangelización, y de cooperación internacional se desplegaron en la Amazonía. Ejemplarmente, podemos referir el establecimiento del Hospital Amazónico Albert Schweitzer por el médico, Theodor Binder, con apoyo alemán e internacional y con el propósito de dar servicios de asistencia y prevención de salud y prevención de salud para los pueblos indígenas en Yarinacocha, en la región Ucayali.  

Las primeras dos décadas del siglo XXI han incluido a la Amazonía peruana como parte integrante de la nación, después de casi un siglo de olvido. El proceso de regionalización desarrollado de 2002 en adelante da por primera vez poder de decisión política y administrativa a los gobiernos regionales y coincide con el final del fujimorato y el redescubrimiento de la Amazonía por el centralismo limeño con el interés de explotación de hidrocarburos y el principio de un nuevo boom de comodidades en la Amazonía.

Estos procesos llegan a una región como la de Ucayali que ha carecido de una presencia protagónica del Estado desde principios de la República y que ha tenido décadas de crecimiento sobre la base de sus propias estructuras sociopolíticas. Estas estructuras han sido influenciadas por el legado de los barones del caucho y sus redes de esclavos indígenas, la industria de madera ilegal, con la tasa más alta de deforestación, la industria ilegal de hoja de coca con cárteles en Tingo María y su transporte por el Ucayali hacia la frontera colombiana. Esas mismas estructuras también han estado marcadas por un continuo de formas de “nueva esclavitud” de los pueblos indígenas sin emancipación y menos aún, incorporación participativa en los procesos de gobernanza local, municipal, regional y nacional.

No sorprende que los gobernadores electos desde el inicio del proceso de regionalización sean aquellos que se sostienen en estructuras de poder informales, desinstitucionalizadas o con un marcado desinterés en generar capacidades de gobernanza regional participativa de desarrollo integral sustentable, lo que incluye un sistema solvente de salud pública. El olvido de Ucayali y de la Amazonía, es el olvido de oportunidades, valores y desafíos en regiones con la más alta biodiversidad, una amplísima diversidad cultural y una dispersión y dificultad geográfica que obligan al diseño de una estrategia integral e inclusiva de organización de los servicios de salud como derecho garantizado para toda la población amazónica.

Lamentablemente, durante las últimas décadas el sistema de salud regional y su referente principal, la Dirección Regional de Salud de Ucayali, en conjunto con procesos fragmentados e inconexos de regionalización, se ha caracterizado por sus irregularidades, inestabilidad institucional, cambios directivos y de personal recurrentes, que han generado políticas de salud pública limitadas e ineficientes.

Es en este contexto que llega el virus COVID-19 en abril de 2020, uno de varios nuevos patógenos que han afectado a la región amazónica durante los últimos siglos, en particular, a los pueblos originarios. En el primer mes la pandemia impactó más a la región de Loreto, que ya había sufrido una de las más fuertes epidemias de dengue a inicios de año, como también contaminación debido a derrames petroleros. Ahora último, viene cobrando más fuerza en Ucayali, lo que evidencia las enormes deficiencias del sistema de salud para la región.

Es fácil culpar a los ciudadanos como también a los gobernantes actuales y avizorar con los cambios políticos mejoras en la gestión y manejo de las instituciones regionales. Sin embargo, es solo con una mirada de conjunto de la historia y los procesos fundacionales de la Amazonía peruana, que lograremos generar cambios sustantivos. La selva es peruana, no es un escenario de conquista o de actividades de explotación neocolonial. Ucayali y la Amazonía peruana requieren un sistema de salud con bases sólidas, capaz de confrontar el conjunto de complejidades de enfermedades al tiempo que desplegar el financiamiento y la infraestructura suficiente para soportar azotes pandémicos, como el actual, que ha puesto en entredicho a los sistemas de salud a nivel global. 

Una política integradora y diversa, originaria y sofisticada, que gestione las demandas de culturas milenarias y en paralelo anticipe la incertidumbre de los tiempos, eso se requiere con urgencia en nuestro territorio amazónico. Solo así podremos romper con ese continuum de precariedad estatal, indolencia y falta de gestión estratégica.


Dato: Al cierre de esta nota, con información del Ministerio de Salud, la región Ucayali registra 1,208 contagiados.


*Antropóloga  ** Abogado


Foto: Doreen Montag