El 25 de diciembre de 1984 ocurrió la masacre conocida como la 'Matanza de Navidad'. En Putcca-Quiñacc (Ayacucho), un pequeño pueblo ubicado a 4,500 msnm, entre la neblina y el nevado Razuwillca, asesinaron a 38 personas.  

Había hombres, mujeres embarazadas y niños. En tiempos del conflicto interno se crearon los Comités de Autodefensa (CAD), que eran rondas campesinas organizadas (y preparadas por las Fuerzas Armadas) para vigilar y hasta enfrentar a Sendero Luminoso. Y al igual que algunos miembros de estas, también cometieron atrocidades contra los derechos humanos. A las 5 am de aquel día, los miembros de las rondas entraron a la pequeña comunidad y se llevaron a 40 personas a una mina cercana, pues consideraban que eran simpatizantes del grupo terrorista. Allí torturaron, violaron y asesinaron. Sobrevivieron dos personas, que fueron quienes dieron aviso de la masacre.

Los familiares que lograron escapar, regresaron y rescataron los cadáveres de sus parientes para luego enterrarlos en fosas para evitar represalias de los atacantes. Semanas antes de este atentado se había llevado a cabo una masacre en otra comunidad cercana, Putis, donde murieron 123 personas.

Recién en 2009 se llevó a cabo la exhumación de los cuerpos para su posterior identificación y entrega a sus familiares, un proceso que duró 10 años, no por falta de voluntad del Ministerio Público, sino por un tema de presupuesto.

Finalmente, treinta y cinco años después, el 25 y 26 de setiembre pasados terminaron los formalismos y los familiares recuperaron los cuerpos de las víctimas para enterrarlos de manera digna y de acuerdo con sus tradiciones.  


Testimonio de Emilio Lunazco Quispe

“Hoy día hemos dado el entierro digno a mis hermanos juntamente con todas las instituciones que nos acompaña, después de muchos años de espera. Entonces después de 26 años fueron exhumados por el EFE del Ministerio Público, y recién conforme han identificado nos están devolviendo luego de 9 largos años de espera, a mis hermanos: León Lunazco, Félix Lunazco y Teodora Lunazco, y mis sobrinos Benedicto Lunazco Huamaní, Fortunita Lunazco Huamaní, Claudia Lunazco Huamaní, Timoteo Lunazco Huamaní, todos ellos eran mi familia que fueron asesinados durante el periodo de violencia. Ahí se llevaron a nuestras familias, la asesinaron luego de conducirlo a un hueco de una mina, nos enteramos de la matanza cuando nos dio aviso una sobreviviente que escapó del medio dela muerte, recién ahí la población sacamos los cuerpos del hueco y enterramos en medio del miedo, cuidando nuestras vidas. No le dimos un entierro digno, lo hicimos 5 fosas rápido como podíamos y enterramos varios cuerpos en cada hueco, y por la tarde ya nos escapamos desde la altura hacia el pueblo por miedo, así nos ha pasado por eso yo quedé como traumado por la pérdida de mis hermanos. Mis hermanos eran educados, pienso que ellos me hubieran ayudado a mí también a estudiar aunque mis padres hubieran fallecido, pero con lo que pasó me perjudicó, igual han truncado la vida de mis sobrinitos, por eso tenemos mucho dolor aún y tengo dificultades para superar. Sentimos rabia para las personas que hicieron esto, aún escuchamos de los muertos que están enterrados en diferentes sitios por eso tenemos pena y rabia a la vez. Todo eso nos ha pasado, y hoy día es doloroso para todas las familias, recordar los hechos, pero agradecemos a nuestros vecinos que nos acompaña y a las instituciones que está apoyando durante el cierre de este proceso de entierro digno”.

El viernes 27, se realizó la ceremonia de entrega de cuerpos con la presencia del Ministerio Publico y el Instituto de Medicina Legal. De los 38 cuerpos, uno de ellos no fue identificado debido a la ausencia de familiares vivos.  


Testimonio de Julián, sobreviviente de atentado

“Pasó en 1984, ahora ya 35 años después recién estamos enterrando a las víctimas. Tanto dolor, tanta preocupación, pero por fin ya he regresado (a Quiñacc). Por este tiempo he tenido mucha preocupación, siempre llorando, las cosas no podían quedar así nomás. Ahora sí ya puedo decir que estoy contento, más tranquilo. Falta todavía un proceso de justicia, pero toma tiempo eso todavía. Nosotros sí pudimos enterrar y aún queremos justicia en el proceso.”

El sábado 28, los familiares tuvieron la oportunidad que tanto habían esperado y pudieron dar un entierro digno a sus seres queridos en los nichos que habían sido recientemente construidos. Al ser una comunidad evangélica, los rituales siguieron sus costumbres. Las familias viajaron desde Lima y provincias para el entierro que por fin les permitió cerrar honrosamente un trágico evento en sus vidas. Nichos con flores e inscripciones en su memoria no son suficiente. El caso no está cerrado. Así como se identificaron a las víctimas, falta hacer lo propio con los responsables de la matanza. 


Fotos: Jesús Moya / CICR