Sandra Bernasconi sigue recordando entre risas que desde niña buscaba apoyar como pudiera en las obras de su madre. Vender programas, ejercer de novel sonidista y estar pendiente de que el público se sienta a gusto. Todo quizás sin saber que años después terminaría descubriendo en esos espacios su vocación y el pretexto perfecto para lograr que las personas se planteen interrogantes.

Y es eso precisamente lo que Lucía Irurita considera un mandato para quien decide hacer teatro: comunicar. Palabra autorizada que viene no solo de una de nuestras primeras actrices sino de quien trajo al mundo a dos herederas indiscutibles del saber poner el arte al servicio del público sobre un escenario. 

El Teatro de Lucía, con puertas abiertas de forma ininterrumpida desde 2012, es el regalo que Lucía Irurita y el artista plástico Carlos Bernasconi, junto a sus hijas Sandra y Cécica, le han dado a la escena teatral peruana. Un lugar acogedor que sigue reventando de aplausos las temporadas de cada una de las piezas que han montado y que le ha dado a estas artistas de raza el refugio perfecto para poder seguir creando, presentando, transmitiendo.


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